El huerfano

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El circo estaba en la ciudad y todos hablaban de aquello, se oían rumores de que había ocurrido un accidente  pero eso no evito que la gente siguiera yendo, todo lo contrario, cada vez más gente iba a ver, nadie sabía ¿Por qué? Por curiosidad o por simple diversión.

Todos des mis amigos habían ido, yo los envidiaba, nunca tenía el tiempo ni el dinero. Pasaba las tardes trabajando en la plaza del pescador “tan cerca pero tan lejos, a un paso de la gloria” pensé, iba a vender las empanadas de aceite, lamprea, pescado y de carne.

Las de carne eran las menos vendidas, realmente todas sabían asqueroso, pasaba horas desde el mediodía hasta al anochecer y regresaba a casa con la mayoría de ellas y unas pocas monedas de bronce.

Al menos las tardes en la plaza del pescador eran ciertamente entretenidas, era una variedad de colores y sonidos, había toda clase de vendedores, titiriteros y magos, la llegada del circo había revivido cierta actividad comercial, puestos de fruta, pescado  no tan fresco y con un olor demasiado peculiar, ropajes de cuero, vendedores de joyas, carbón, puestos de salchichas grasientas y ciertamente era un lugar pacifico comparado con toda la ciudad, la plaza del pescador volvía cobrar vida.
Había recibido ese nombre por cierto pescador que iba a la bahía del naufragio un lugar maldito donde se oían muchas historias pero esto no detuvo al pequeño pescador que con toda valentía se adentró en esas aguas, El pescador sabía que no solo era un lugar de historias, todo marinero experimentado trataba de evitar esa bahía por las corrientes tan fuertes que se generaban ahí, las grandes olas atrapaban a las embarcaciones y las llevaba contra un destino rocoso pero aun así entro con un pequeño bote de remos y se adentró en una noche de neblina. Al día siguiente se dirigió a la plaza del comerciante a vender semejantes presas, toda variedad de pescados de inmensos tamaños pero fue rechazado por su color de ojos y pelo, los extranjeros no era muy bienvenidos.

Así que el pequeño pescador irlandés no se resignó y fue a una esquina de la ciudad cerca de la bahía donde había un pozo en una gran plaza vacía, ahí se estableció y con el tiempo empezaron a surgir más puestos de comerciantes menores, gente que busca ganarse el pan del cada día, después de haber pasado años se le nombro la plaza del pescador pero durante los últimos años decayó y se volvió vacía y deprimente, no lograba vender las empanadas y madre siempre se enojaba conmigo por ello. Era mi historia favorita que me contaba mamá antes de dormir, mi verdadera madre.

A ella la perdí de pequeño en un incendio que azoto toda la ciudad, vague día y noche robando para sobrevivir hasta que encontré a madre.

Madre era una señora canosa, con cuerpo redondo, brazos grasientos y feos como ninguna otra persona en la tierra, su edad rondaba los cincuenta pero la ceja frondosa, las cicatrices y las verrugas la hacían aparentar mayor, eso y su falta de dientes. Es una desgraciada, pero se convirtió en mi madre y en un hogar, esta vida miserable vida la, hombre, alto y corpulento se encargaba de las tareas más difíciles como conseguir leña para los fríos inviernos, pero su labor más importante era salir a pescar por las mañanas, era pésimo en ello, regresaba a casa con ostras, cangrejos y peces pequeños, si era temporada de lluvias y teníamos suerte capturaba bestias sin igual, barracudas gigantes y truchas.

Yo insistí constantemente en vender los pescados y cangrejos a parte y ganar una monedas seguro pero madre es terca y decidía así que todos los días preparaba una sopa de crustáceos y sus empanadas de carne sorpresas así las llamaba ella, yo ya conocía esa sorpresa ya que el labor de mi querido hermano Ron que era el menor de los tres era desaparecer a mitad de la noche.

Volvía al amanecer siempre magullado y con cierto olor peculiar “es mejor no preguntas si no deseas conocer la respuesta” Ron era rápido, pequeño y silencioso, su piel era negra como el carbón, no decía mucho y siempre parecía estar pensando.
No era mucho pero era suficiente, era vivir y cada día era un reto para sobrevivir pero si la vida fuera simple todos seriamos felices.

Un día al saber que el circo estaba en la ciudad decidí abandonar mi puesto en la plaza del pescador y probar suerte a orillas de la entrada del circo esperando multitudes hambrientas en busca de comida y esa fue mi respuesta, volví a casa con muchas monedas en el bolsillo y una sonrisa como ninguna otra pero al llegar a casa encontré a madre muerta con mis dos hermanos. Habían derrumbado la puerta y entrado a saquear, Hugo debió intentar defenderla porque termino sin su cabeza.

No podía soportar tal escena, no sabía qué hacer ni a donde ir “vuelvo a vagar en la oscuridad” empezaba a oscurecer y llevar una bolsa llena de monedas de plata y bronce no era lo mejor.

Intente dormir pero el olor era espantoso así que esa noche tome la decisión de abandonar a mi familia después de todo ya no podía hacer nada por ellos y el circo puede ser un nuevo comienzo. A la hora del lobo una hora antes de amanecer recogí mis cosas y busque las monedas de cobre que tanto guardaba Madre, no las encontré así que supuse que las habrían robado y desistí,  me lleve la poca comida que me quedaba.

Se veían las primeras líneas del sol salir cuando llegue a la bahía y están recogiendo las carpas, se van, tengo que apresurarme, busque como loco la carpa de los payasos pero era imposible, demasiada gente en movimiento, demasiadas voces, demasiados acentos y mi suerte no mejoraba, todas las carpas eran diferentes tamaños y colores eran cientos, era casi como un pequeño pueblo, un campamento de guerra.

Iba a resignarme hasta que escuche a alguien tosiendo y de repente una carcajada “está enfermo quien ríe, parece una gaviota, no ríe, grazna” pensé.
-¿Quién anda ahí?- rayos, estaba pensando en voz alta y me escucho -yooo, señor-
-pero si solo es un crio ¿Qué quieres mocoso?-

De repente un sentimiento de valentía invadió mi cuerpo,  -busco a los payasos, deseo unirme al circo y empezar una nueva vida- Al parecer eso le resulto gracioso porque volvió a graznar.

-Qué suerte tienes! Yo soy un payaso, claro que eres bienvenido en el circo pero debes apresurarte que ya nos vamos, carga mi equipaje y llévalo a mi camarote, uno que dice Arthur ¿sabes leer, verdad?-

-Sí señor, enseguida empiezo- en realidad no sabía leer pero no podía decir la verdad, había tenido la oportunidad ahora no puedo decepcionarlos, solo debo llevar esto a su camarote que empieza con… A.

El sol se colocaba en lo más alto cuando por fin encontré el camarote de Arthur,
¡Por fin! el aun no llega, lo esperare aquí tampoco quiero causar sospechas, estar quieto esperando  me puso a pensar en Madre y mis hermanos, les tenia aprecio pero no sabía qué hacer, tuve miedo y…¡No!, no puedo pensar en eso ahora, tuve mucha suerte de encontrarme con Arthur…aunque siendo francos no parecía un payaso, era obvio que le gente se riera de su apariencia al fin cabo era feo, casi calvo, solo conservaba una pequeña mata de pelo en los costados, era gordo y sus brazos eran como ramas de roble pero blandos, la piel se le caía y eso lo hacía parecer viejo, si tuviera una barba que ocultara su rostro pero su barbilla rota y sus labios torcidos, sus dientes chuecos y sus ojos con otro color lo hacían una autentica deformidad pero de lo último que tenía pinta era de un payaso.

Era de noche cuando por fin llego Arthur, estaba borracho y emanaba un hedor repugnante.

-Ohh, sigues aquí chico- por su forma de caminar y aliento era obvio destacar su ebriedad.
-No tengo a donde ir y pensé en quedarme con usted y unirme al circo, usted lo permitió, tengo monedas si es necesario-

-Yo dije eso?.. Ohh no recuerdo…. ya me acorde, claro que puedes pero solo falta una última cosa por hacer para que seas uno de los nuestros- sus palabras sonaron sospechosas, sorbió un último trago y me dirigió una mirada penetrante.

No había dudas de sus intenciones, rápidamente busque algo con que defenderme, si esperaba salir ileso estaba equivocado, al ser una habitación muy pequeña había espacio reducido y no encontré ningún objeto punzante así que todo se decidió en un forcejeo, para ser viejo y enano tenía fuerza en comparación contra mí que soy un joven medianamente alto que solo faltaba un año para cumplir mi día del hombre.

La pelea duro minutos, logre conectar varios golpes pero él no se inmutaba, logro colocarse encima de mí y todo sucedió muy rápido.

Espere a que acabara pero los segundos se hicieron eternos, los minutos horas y casi amanecía y el seguía encima de mí, dentro de mí, tenía una fuerza implacable para parecer tan decrepito, pensé que nunca acabaría hasta que una luz ilumino la sala, una sombra nos interrumpió, un salvador!

El circo del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora