Gustabo se encontraba aún dentro del auto, dudaba en si hacerlo o no, pero en verdad necesitaba este momento a solas con Conway, quería dejarle en claro muchas cosas.
Tomó la bolsa de papel que estaba en el asiento del copiloto y salió del auto, acto seguido procedió a encender otro cigarro. Se encaminó a la entrada del edificio mientras mandaba un mensaje al super avisando que ya estaba ahí. Se recostó en la pared, a un lado de las puertas de cristal, para terminar su cigarro cómodamente. Unos minutos después alguien asomó por la entrada.
— Conway —saludó amable con un ademán de mano.
— ¿Y tú qué coño haces aquí? —inquirió molesto— ¿Dónde está Horacio?
— Él se quedó en casa preparando la cena y yo me tomé la molestia de venir hasta acá porque necesito hablar con usted.
El viejo hizo una mueca de disgusto.
— Era yo quien escribió los mensajes, por un error tomé el móvil de Horacio y supongo que dejé el mío tirado en alguna parte de la habitación —se excusó.
Conway podría jurar que quien escribió esos mensajes no era otro más que Horacio, por eso mismo había espacio en su apretada agenda de trabajo, sólo para hablar con él.
Chasqueó la lengua e hizo una señal a Gustabo para que le siguiera dentro.
— Tira el cigarro, anda.
— Justo lo acabo de encender —se quejó—, pero si usted me lo pide, bien —lanzó el cigarro al suelo y lo aplastó con la suela del zapato.
Ambos entraron al elevador sin mencionar una palabra hasta llegar al piso del super. Una vez ahí salieron del elevador y se encaminaron hasta la puerta del apartamento.
— Hace mucho que no veía, huele aquí a viejo —se bufó.
— Deja las tonterías para otro día y dime de una vez de que quieres hablar —dijo volviéndose a él. Se cruzó de brazos observándole fijamente.
— ¿Puedo tomar asiento? —señaló los sofás que estaban detrás del super.
Conway se apartó dejándole pasar.
— Traje un regalo para compensar los mensajes —le entregó la bolsa de papel que llevaba bajo el brazo.
— ¿Y esta mierda que es? —dijo viendo con desprecio la bolsa.
— Hostia, tómelo y vea, joder.
Cogió la bolsa dudoso pero al tener contacto con ella y sentir el peso supo de que se trataba. Al ver en su interior se encontró con una botella de whisky.
— ¿Qué le parece un trago para amenizar mi estancia, eh? —sonrió sabiendo que el viejo no se negaría.
Conway fue a la cocina a por dos vasos de cristal. Abrió la botella y sirvió la cantidad necesaria en cada uno de ellos. Volvió a la sala donde Gustabo se había puesto cómodo, sentado con las piernas abiertas de par en par y los brazos estirados por encima de la cabecera del sofá. Dejó un vaso sobre la mesa, justo frente a su indeseado invitado. Él tomó asiento en otro sofá.
— Bien ¿De que quieres hablar? Ahora mismo tengo mucho papeleo de mierda esperándome en el estudio, que sea rápido.
— Pero relájese, hombre. He venido aquí a hablar tranquilamente, hasta le compré algo que a usted le gusta. Ya sé que tiene mucho trabajo pero un descanso de veinte minutos no viene mal —tomó el vaso y dió un trago.
— Deja de vacilar y habla.
— Vale, bien. Pues verá, estos días han sido todo logros. Horacio y yo hemos estando trabajando sin descanso, él como siempre ha conseguido muchas bajas, yo, por otro lado, he negociado muy bien en los atracos, hemos empapelado a muchos delincuentes, todo ha ido de puta madre pero bueno mucho trabajo a veces te lleva al límite
— Mhm —se limitó a asentir.
— Y bueno, hemos estado pensado en que sí o sí nos merecemos un ascenso y ya está.
— ¿Y ya está?
— Sí, bueno, hablar con usted de esto en pleno horario de trabajo es imposible, siempre termina mandándonos a tomar por culo y por eso mismo decidí hablarlo con usted fuera de, para que también me tome en serio y me dé una respuesta en serio.
Conway suspiró.
— ¿Un ascenso? Vale ¿Dime cuántos días llevan haciendo un trabajo así de bien? —en sus palabras se notaba el sarcasmo.
— Bueno, desde que empezamos de secreta, no sé, unos días, eh... ¿unas semanas? La verdad no tengo idea, solo sé que nuestro trabajo ha sido impoluto.
— Impoluto.
— Completamente.
— ¿Tú sabes cuánto tiempo lleva Volkov o Greco en el cuerpo?
— Eh, había escuchado que al menos quince años, no sé.
— Quince años —le dió un trago a su bebida—, y aún así han cometido pequeños errores, han hecho el gilipollas en ocasiones pero con el tiempo me han demostrado que son lo suficientemente capaces de desempeñar el cargo que ahora tienen. Quince años y más. Y ahora vienes tú a decir "queremos un ascenso" —dijo imitando su voz de forma burlesca— solo porque han tenido bajas, han hecho bien los atracos, han procesado como se debe, en resumen, han hecho el trabajo que deben hacer.
— Sí, pero-
— No, no, escucha ¿Te recuerdo que hace poco saliste de la Federal?
— Lo recuerdo claramente.
— Les he dado una segunda oportunidad, el ascenso te lo he dado cuando lo que merecías es la perpetua. Subinspectores, es que no sé qué más quieres.
— Bueno, Horacio y yo nos hemos partido el culo currando todos los días, no como el resto de la malla que solo se dedica a pasar el tiempo, andar de chill, risita por aquí, risita por allá-
— Hay muchos agentes el cuerpo que de verdad merecen un ascenso, que llevan más tiempo aquí que ustedes. Es cierto, han cumplido con su deber correctamente, pero no es suficiente, aún les falta mucho para que les otro ascenso.
— Sé que Horacio y yo hemos tenido nuestros errores, pero ahora lo estamos dando todo para compensarlo, y creo que a Horacio le haría mucha ilusión, si no es el ascenso, al menos una chapa-
— Vete a tomar por culo.
— ¡Y dale con eso! Joder, que pesado.
— Ya te lo he dicho ¿Qué más quieres, que te haga unas gallolas?
— Bueno, si insiste — dejó el vaso sobre la mesa, sonrió y se echó para atrás.
— Anormal —bebió lo que quedaba en el vaso de un solo trago—, si eso es todo lo que tenías que decirme puedes irte.
— Muy bien, no he conseguido una mierda, perfecto.
— Sabes dónde queda la salida, si me disculpas debo seguir con mi trabajo —dejó el vaso sobre la mesa, se puso en pie y se encaminó hasta las escaleras.
— Viejo verde
— El único viejo aquí eres tú