TaeHyung se asomó por la biblioteca, viendo a JungKook sentado en su sillón negro leyendo un libro antiguo. Uno de esos que hablaba de princesas y caballeros. Sus favoritos.
Pensó mil veces en lo que le iba a decir al vampiro, de verdad que sí, porque sinceramente no sabría cómo lo tomaría el mayor. Tenía miedo que se enojara con él aunque si lo pensaba mejor, Kook nunca se había enojado con él. Ni siquiera cuando rompió uno de sus jarrones de la dinastía Ming.
Con paso decidido entró a la biblioteca y caminó hasta estar frente a él.
—JungKook...
—Hay algo que quieres pedirme
—¿Cómo lo sabes?
—Sé que hace rato estás pensando en si entrar aquí o no —bajó el libro para observarlo —¿Qué es lo que quieres, Tae?
El menor jugó con sus dedos, desviando la mirada y mordiendo sus labios en señal de duda y nervios.
—Yo...yo...
—Si no hablas jamás sabré que quieres, Tae.
—Es que... yo... —suspiró sonoramente y miró al mayor —Quiero ir a la escuela. Tengo seis y medio, los niños a esa edad van a la escuela. Incluso antes.
—¿Acaso tienes el síndrome de Matilda? Lo único que falta es que empieces a mover cosas con la mente.
—¡JungKook! —exclamó el pequeño dandole un manotazo que ni cosquillas le hizo a Kook.
—Ya, ya, que sensible. —suspiró —¿Para qué quieres ir a la escuela? Si yo te enseño bien, incluso mejor que un maestro. Además sabes que no puedo ir a llevarte, el sol me quemaría y la gente vería raro que un vampiro críe a un humano. Ya te dije, hasta que no tengas 16 años no irás a la ciudad de día y solo.
—¡Pero ya soy grande!
—¡Oh! ¡cuidado mundo! El niño más viejo se revela, temedle, temedle —se burlaba Kook viendo divertido como el pequeño fruncía más el ceño.
—No es divertido.
—Y tú no eres mayor.
—¡Tengo seis y medio!
—Y yo más de 750, así que callado y hasta los 16 no sales solo de casa.
—Pero...
—¿Pero? ¿dijiste pero?
—¡Ya deja a Matilda en paz! —chilló el menor dando un zapatazo al piso.
JungKook comenzó a reír al ver a TaeHyung chillar y golpearlo por reírse de él. Ese pequeño era muy divertido.
Aun entre risas tomó al niño de cabeza y salió de la biblioteca.
—Si dejas de quejarte te dejaré comer helado antes de la cena.
—Mmm... ¡está bien!
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