capítulo 4

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[...] al terminar de quitármela, me desplome en el suelo, sujetando con mis manos la parte que me fue arrebatada.

—Levántate —dijo pocos segundos después—, quiero ver tu rostro.

Con todas las fuerzas que me quedaban traté de ponerme de pie, mis piernas temblaban, pero logré pararme; proseguí a quitar lentamente mis manos de mi cara.

—Felicitaciones, ahora eres mi hermana menor —habló al corto tiempo de verme con su rostro neutro. Pude notar que Rui era más alto, me llevaba cinco dedos de altura.

Giré mi cabeza y observé por el reflejo de la ventana mi rostro, había cambiado por completo: ahora era blanca con unos puntos rojos conectados por un hilo, mi cabello también cambió, ahora era níveo y mi piel se volvió blanca como la nieve, también portaba un kimono del mismo color con detalles arácnidos. Ya no era la misma chica de hace unos minutos, ahora mi pregunta era: «¿qué me deparará el destino en mi nueva vida?».

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Me dirigía hacia el comedor de la cabaña para conocer a mi nueva familia en la cena que se llevará a cabo. Me senté de rodillas en el pequeño cojín frente a unos pequeños cajones que formaban un tipo de mesa ovalada, alrededor de esta, había otras personas parecidas a Rui y a mí. Dos demonios destacaban más que los demás, uno era un chico con cuerpo de araña y cabeza humana, de una apariencia similar a los demás; y al parecer lo que era un hombre, era lo contrario al muchacho, tronco humano, pero cabeza de araña.

—Bienvenida a la familia, mi pequeña —dijo una señora. Se encontraba enfrente de mí justo, a mi derecha. Visualicé su rostro y noté una pizca de ¿preocupación? ¿Miedo? ¿Tristeza? No sabía muy bien qué sentimiento era, al parecer trataba de ocultarlo y creo que lo hacía muy bien—. Deseo que te sientas cómoda en tu nuevo hogar —¿un deseo y no un espero? Me pareció un poco fuera de lugar que no dijera la palabra que normalmente se usa, pero decidí ignorarlo.

—Gracias —dije sin más—, mamá —completé, pues asumí que era ella.

Luego de eso sirvieron la cena, vi que eran pedazos grandes de personas; por lo que descubrí, es lo que comen usualmente: humanos. Yo solo agarré un antebrazo y lo acerque lentamente a mi boca, olfatee la sangre y se me hizo muy deliciosa. Mordí ese pedazo de carne y me deleité con su sabor, era la comida más sabrosa que había probado. Jamás pensé que la gente sabría tan rica.

Y así pasó el resto de la cena, al igual que la noche.


Hilos De Amor {RuixLectora}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora