Capítulo V: Gritos atormentados

56 5 4
                                    

El cuerpo de Caoimhín exhaló su último aliento de vida y colapsó delante de sus hijos, su sangre comenzaba a derramarse por todo el suelo hecho de caoba, su casa que levantó con su difunto esposo y con años de trabajo ahora era la escena donde sus hijos estaban petrificados de horror y ella no podía hacer nada pues la muerte ya se había llevado su alma. Ella ya no podría defender a sus hijos nunca más, ahora era turno de ellos de tratar de sobrevivir en un injusto mundo.

Naoise perdió por completo su cordura y se abalanzó en contra de uno de los militares, los demás no abrieron fuego pues podrían herir a su aliado en cambio trataron a fuerza de apartar a la corpulenta muchacha quién solo soltaba gritos cargados de dolor e ira y luego soltó otro pero esta vez sin incoherencia logrando despertar la razón a su hermano.

- ¡CAOLAN HUYE! ¡HUYE Y NO MIRES ATRÁS!- Demandó Naoise antes de que los hombres la tumbaran en el suelo.

Caolan dudó por un segundo pero al ver que uno de los hombres se acercaba a él obedeció a su hermana y logró escapar por la puerta trasera, detrás de él escuchó al hombre que había herido su madre gritar órdenes y luego escuchó varios disparos, ese aterrador sonido derrumbó el mundo de Caolan al igual que un castillo de cartas.

El chico no se detuvo ni a pensar en cómo el pavimento lastimaba sus descalzos pies, el helado aire golpeaba su hermoso rostro haciendo que sus lágrimas se sintieran como alfileres de hielo sobre sus mejillas, sus ojos cristalizados por las lágrim...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El chico no se detuvo ni a pensar en cómo el pavimento lastimaba sus descalzos pies, el helado aire golpeaba su hermoso rostro haciendo que sus lágrimas se sintieran como alfileres de hielo sobre sus mejillas, sus ojos cristalizados por las lágrimas no lo dejaban ver bien que tropezaba con las irregularidades del suelo hasta que cayó de rodillas lastimándolas pero bastó con la voz de sus enemigos a sus espaldas para darle más motivos para levantarse y seguir huyendo, pero esta vez iba más lento pues el ardor en sus rodillas le impedía ir más rápido. Lanzó un grito de desesperación, un grito que alertó a las personas de su alrededor pero nadie salió a socorrerlo en ese momento, en el preciso instante que abrió su boca para gritar de nuevo una bala rozó su pierna izquierda, nada grave pero aún así las cosas podrían ponerse peor para él.

Caolan miró hacia atrás para saber qué tan cerca estaban sus enemigos y para su sorpresa una multitud enfurecida estaba ahí sin armas, solo alzando sus voces y desarmando a los hombres que estaban siguiendo al muchacho. Él se detuvo a un paso lento con miedo a acercarse y antes de poder pensar en qué hacer alguien lo agarró del cuello de su camiseta y lo metió a la fuerza, una vez dentro el desconocido le cubrió la boca evitando así que el muchacho pudiera rogar por ayuda.

- Has un simple ruido y te disparo aquí mismo.- Dijo en un susurro el desconocido mientras le apuntaba la espalda a Caolan.- Voy a soltarte así que no grites si valoras tu vida.

Soltó a Caolan y este dio la vuelta, logrando ver a una mujer bronceada de baja estatura con cabello corto, delgados labios, ojos rasgados color café oscuro, había una oscuridad en su mirada como si una profunda ira ardiera detrás de sus ojos. La mujer vestía el mismo uniforme que sus enemigos, para Caolan este indicaba el fin de su vida, lo habían atrapado.

Anémonas ArmadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora