Capítulo VII: Almas adoloridas

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Las instrucciones de la mujer eran claras: tomar un bus que lo lleve al distrito siete e ir a buscar a alguien llamado Testarrosa, pero Caolan ni siquiera se movió pues no tenía la energía de dar un paso más, sus descalzos pies estaban heridos y sus rodillas ardían como si encima reposaran brasas calientes, sin embargo el dolor físico no era nada comparable al dolor que sangraba en su corazón. Al no tener a nadie detrás de él en el momento las recientes memorias de ver a su familia morir frente a sus ojos emergieron violentamente como un géiser, no podía pensar con claridad y apenas lograba respirar, sus lamentos escapaban en susurros mientras que sus lágrimas caían una detrás de otra sin pausa alguna.

Él era un muchacho que nunca expresaba mucho y siempre guardaba sus opiniones para él mismo, era como una marioneta pues siempre hacía lo que se le ordenaba sin queja alguna, él vivía por vivir pues no se motivaba por nada a diferencia de su madre y hermana, el muchacho le tenía miedo a ser visto tan vulnerable y en este caso fue la primera vez que expresó genuinas emociones, no le importó estar en un local aislado y que alguien lo encuentre, él necesitaba llorar y tratar de aliviar el dolor que lo mataba por dentro.

Caolan no era el único que lloraba por la pérdida de Caoímhín, la mujer que lo ayudó estaba batallando por retener las lágrimas pero no lo logró. Ella entró a un baño público de una pequeña plaza y ahí ella se desahogó golpeando el panel metálico del cubículo y en el mismo momento de rabia se arrancó la camisa de su uniforme tirándola al pequeño cubo de basura, ahora quedándose vestida con una traslúcida camiseta negra sin mangas.

- Me uní porque Caoímhín amaba este país y quería protegerlo por ella aún sabiendo lo corrupto que es el sistema.- Hablaba la mujer observando con odio el emblema de su uniforme.- Como me quitaste a la mujer que me dio ánimos de seguir adelante... Yo me aseguraré de eliminar a cada uno de ustedes.

Ella observó con desprecio su nombre bordado en su uniforme "Kaysa" y le dio la espalda abandonándolo sin miedo a que alguien lo encuentre. Salió de aquel lugar sin importar lo hinchado que estaban sus ojos por llorar, ella necesitaba llegar a su pequeño hogar e idealizar un nuevo plan de vida, para ella no era primera vez que cambios bruscos giren en su vida, la primera vez fue hace muchos años: ella no provenía de un buen ambiente familiar, su padre era un miserable alcohólico mientras que su madre la dejó atrás para marcharse a escondidas en un barco a Cuba, Kaysa vivía un infierno cada día y para sobrevivir ella robaba comida en el mercado hasta que llegó el día que la atraparon y fue Caoímhín quién la salvó de la furia de la multitud, Caoímhín sabía que una niña no iba a robar así por nada y Kaysa rompió en llanto confesando su situación, fue entonces cuando la robusta mujer optó por cuidar de la niña pero no podía hacerlo en su hogar pues solo constaba de dos habitaciones que era la de sus hijos y la de ella que era muy pequeña para compartir, debido a la situación le pidió ayuda a una amiga quien aceptó con la condición de que fuese ella quién se ocuparía de los gastos de la niña y Caoímhín aceptó de inmediato. La mujer visitaba a Kaysa todos los días luego de terminar de trabajar hasta que llegó el día en que Kaysa se convirtió en una gran mujer y se enlistó en el ejército.

Caoímhín fue la responsable del tremendo cambio de la vida de Kaysa años atrás, pero en este caso fue la misma Kaysa que se levantó gracias a la furia que quemaba su corazón por culpa de sus propios compañeros que juraron proteger Molohaq y ahora hacían lo contrario por sed de sangre. Ella juró que vengaría la muerte de Caoímhín y hará lo que sea posible para que Molohaq deje de ser manchada por sangre de inocentes y erradicar la dictadura que recién iniciaba.


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