Capítulo Seis

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Una tienda de souvenirs en el centro de Barcelona llama la atención de muchas personas, incluyéndome.

Había escuchado acerca de su fama por la diversidad de manualidades artesanales, puedo decir en este momento que todos los rumores son ciertos. Piezas de arte espectaculares de alzan ante mis ojos, pintorescas y llenas de creatividad.

—Creo que llevaré la camiseta pintada a mano, ¿Qué opinas? —un distraído Dylan sigue buscando unas gafas de sol.

—Pienso que es una buena compra, aunque es algo que no va a recordarte tan seguido el lugar. Por ejemplo, un llavero podrás llevarlo donde sea y en cualquier momento.

Tenía razón.

—Pero está muy linda, tan solo mira. —como si de una niña de cinco años se tratase, estoy haciendo un puchero.

—Bien, anda. Gasta tu dinero, después no te quejes ni me culpes por tus malas decisiones.

Le doy un golpe suave en su hombro derecho. Hoy tenía un día libre, todos podíamos descansar. Así que Dylan decidió viajar hasta aquí para hacerle compañía a una turista nacional que no sabe qué hacer con su tiempo. Llevamos buen parte del día solo caminando y entrando en lugares que llamen nuestra atención, la parte no tan positiva es debido a que he gastado más dinero del planeado en cosas aleatorias y comida. De lo segundo no me arrepiento.

Pago la factura de mis recuerdos y salimos de la tiendita. Fácilmente nos colamos entre las personas que caminaban por el boulevard, algunas apresuradamente pasaban por nuestro lado. Otras de manera despreocupada arrastraban sus pasos. Para estar tan cerca del centro, el bullicio no es tan insoportable, es más bien tranquilo.

Quizá para otros podría ser aburrido solo caminar por la calle sin rumbo, viendo los ventanales de todos los almacenes comerciales y haciendo paradas en puestos ambulantes de comida rápida. Sin embrago para nosotros era lo máximo. Perdí la cuenta del tiempo que pasamos dando vueltas, hasta que el atardecer empezó a asomarse. Mi amigo visitaría a una amiga suya que vive cerca, y yo volvería en taxi con los chicos.

No sabía hasta cuando lo volvería a ver, tampoco quería que en mis días libres usara su tiempo para visitarme, él también tiene sus asuntos y cosas importantes por hacer. El transporte para ambos llegó, y nos fundimos en un cálido abrazo de despedida. Solo me detuve una última vez para comprar algunas frituras y entretenerme viendo cualquier tontería en internet antes de dormir.

Bajo del automóvil y voy directo al autobús.

Todo está en silencio; cosa que claramente es extraña considerando el exceso de energía que caracteriza a los cuatro hombres que han estado a mí alrededor los últimos días. Para abrir la puerta, paso la tarjeta que me entregaron por el lector. Compruebo que no hay nadie dentro.

¿A dónde fueron?

En el sofá habían muchas cosas regadas y de verdad un gran desorden. Si tuviera algo más de confianza me atrevería a ordenar todo. Tengo una manía por ver todo en orden, y para evitar sentirme mal, voy directo a la litera donde duermo para buscar una película después de ponerme ropa más cómoda. Aprovecharía el silencio. Incluso podría dormir temprano.

Le doy play a Un Paseo Para Recordar. Odiaba que solo me gustaran las películas de drama llenas de tragedia. Esas películas románticas donde al final los protagonistas no pueden quedar juntos. Justo como la que estoy viendo. La película cliché donde el chico malo se enamora perdidamente de la chica buena que todos molestan. Ambos tienen una historia de amor tan hermosa, pero no hay final feliz.

Al final del día todos amamos esta clase de historias.

El sonido de mi celular me interrumpe.

Punto y Aparte © (Juan Pablo Villamil) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora