Capítulo Dieciocho

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Camino hasta la plaza con cuidado de no caer, el suelo resbaloso implicaba toda una amenaza para una persona como yo; sin ningún atisbo de reflejos rápidos. Llego al lugar por segunda vez para seguir con el futuro hábito de ejercitarme más seguido. Solo daba tres vueltas y regresaba a casa. Exigía poder correr sin quedarme con aire en los pulmones, pero algún día podría lograrlo, quizá en el centésimo intento. Apago la música que sonaba a través de los pequeños auriculares inalámbricos con una sonrisa de burla, no lograba explicar el extraño gusto por las canciones llenas de melancolía y tristeza que escuchaba sin importar la ocasión. De manera retorcida esa clase de música me ponía de buen humor. Nada como combatir tristeza con más tristeza.

Hoy tenía como propósito visitar un viejo edificio al atardecer, sin importar la estación lograba capturar lindas fotos. Salir a andar por ahí tenía un efecto terapéutico, no solamente es fotografiar un sitio, es algo más como capturar y congelar un momento en el tiempo, uno que solamente yo podría recordar y narrar en el futuro. Quiero encargarme de disfrutar el tiempo restante que pasaré aquí, no sabía la fecha de mi retorno, el contrato lo recibiría en los siguientes días. De momento solo leía los mensajes de texto que Paco enviaba, no respondía llamadas aún. En el instante donde mi firma se plasme en ese contrato y se enviara por fax, ya no habría retorno.

Llego hasta las desgastadas escaleras que daban directo a la terraza del edificio, la entrada a un elevador es lo único que hay aquí arriba. Estaba lleno de grafiti, y sus puertas a medio abrir.

Me siento a la orilla colgando los pies hacia el vacío, aseguro bien la cámara y apunto al cielo, probando los efectos panorámicos y la luz. Esperaría un rato hasta que el atardecer cayera, a lo mejor las nubes grises optaban por desaparecer y el sol brillaría por un rato. El viento soplaba feroz, dejando mi cabello vuelto un lío. Busco una goma para atarlo, no quería decenas de intentos fallidos en fotografías por culpa de la incomodidad. Dentro de la mochila de exploradora alisté un termo lleno de chocolate caliente y lagunas galletas. Junto con una bufanda y un gorro de lana. El invierno no es un chiste.

"¿Piensas contestar? Bien. Envíame tu ubicación o buscaré la manera de encontrarte, aunque tenga que llamar a la Interpol".
4:13PM

Termino de leer el mensaje e internamente me regaño porque creí haber dejado el móvil en casa, ahora, sin opción, envío lo que el castaño pide. Sin más, espero su llegada mientras veo la majestuosidad de la vista desde aquí. Jamás podría cansarme de admirar la belleza que existe en las cosas simples, porque hay demasiado que admirar de gratis. No necesitas tener muchos millones de dólares para ser feliz viendo el sol ocultarse cada día. O tomar esa pequeña planta que crece en medio de la maleza.

Hace unos tres años mi hermana y yo vinimos aquí a acampar, ella con demasiado temor de que alguien apareciera a regañarnos. Pero jamás nadie ha reclamado algo sobre este lugar, no sé si el propietario tiene planes de demolerlo algún día.

-¿Piensas morir de frio? -volteo mi cabeza hacia él, con una mirada de pocos amigos.

-Lo que pienso es ponerte una orden de alejamiento. Primero llegas hasta la puerta de mi casa, y después me amenazas pidiendo mi ubicación. -se lleva una mano hasta su pecho, luciendo ofendido.

Juan Pablo llena el espacio a mi lado, acomoda sus mangas hasta dejarlas a la mitad.

-Dejas de atender mis llamadas, ¿Qué harías en mi lugar?

-No llamar. -suelto rápido.

Guardamos silencio mientras solamente observamos un punto aleatorio en la lejanía.

-¿Qué tal han ido estos días? -sentía que hablar con él me hacía bien.

-Estamos a nada de empezar a grabar el siguiente álbum, aunque de momento seguimos ensayando. Nos invitaron a unos premios y todo debe salir lo más cercano a perfecto.

Pensé que eso sonaba complicado, lo suficientemente dificl de entender para una persona que no tenía la mínima idea de cualquier cosa relacionada con música. Pero escuchando su forma de expresarse, captaba la pasión que sentía por todo ello. Quizá ni siquiera le importaba colocarse en esas listas de popularidad, sino solamente ser feliz sabiendo que las personas que realmente aprecian lo que hacen los escuchan.

El frío empieza a ser un poco demasiado dificl de soportar, saqué los implementos que había preparado y busqué ángulos para tratar de tomar unas cuantas fotos. Mientras mi visita repentina está distraída, apunto hacia él, unas gafas oscuras reposaban sobre su nariz puntiaguda, como de costumbre. La claridad también me molestaba bastante, pero yo prefería arrugar los ojos la mayor parte del tiempo.

-Acompáñame al estudio. -lentamente dejo de ver a través del lente y me enfoco en él. -Si mal no recuerdo, jamás estuviste en algún ensayo nuestro mientras salimos de gira. -efectivamente así fue.

-¿Acaso quieres que te dejen fuera de la banda?

-¿Por qué lo harían? No pueden vivir sin mi, empecemos aclarando eso.

Su ego tan alto con él, que sorpresa.

-Iré porque si nos quedamos aquí dos minutos más, tendremos un cuadro de hipotermia. -coladas entre esas palabras trato de disimular la emoción que siento por dentro. Es la primera vez que entraré a un lugar de estos.

Al bajar me encuentro con el mismo auto que en su momento nos dejó a la deriva aquella noche. De camino escuchamos la radio, y los reportes del clima no parecían positivos. Una onda tropical estaba por ingresar desde la costa este del país. Sería bueno husmear en mi armario para saber si la ropa de invierno aún me queda.

Guardo la cámara dentro de la mochila y veo por la ventana el lugar al que hemos llegado. Sigo a Juan Pablo hasta la entrada, él saca un llavero y una vez dentro empieza a encender las luces. Observo todo el lugar, es magnífico. Conservador, con el espacio suficiente para tener a los cuatro integrantes grabando algún tema.

-Este fue el lugar donde primer álbum nació, siempre será como una pequeña cueva llena de recuerdos.

-Luce increíble.

Pasamos directo a la sala donde se encontraba la cabina de grabación, seguido del vidrio que separaba todo, había un teclado lleno de comandos. En las paredes colgaban placas y guitarras. Desde luego emana un ambiente perfecto si quieres inspiración para componer o grabar.

-Siéntate justo ahí, y coloca esos audífonos sobre tus oídos. Te voy a mostrar algo. -hago lo que él dice y espero, presiona algunos controles y entra a la cabina.

Empieza a cantar, solamente escucho su voz. No hay nada más. Dentro de mí algo baila, porque se sentía como una caricia suave y delicada. Lo observé detenidamente, sin prisa, como si el tiempo no pasara. Su cabello empezaba a crecer más de lo acostumbrado,
su barba permanecía cuidadosamente acomodada. Cargaba unas ojeras que solo se notaban si mirabas de cerca su rostro.

-Gracias por esto... Tu voz es increíble. -logro articular cuando está frente a mi. Sé que hay maneras más expresivas de comunicar mi asombro, pero es lo único que digo.

Sonríe de lado, acercándose un poco más. Observo en silencio su rostro, aprovechando que él hacía lo mismo, nos quedamos así, demandando buscar esos detalles que nadie ve, que nadie nota.

-Tus ojos están tan azules como el cielo, y no puedo dejar de mirarlos. -él miraba hacia abajo, la punta de nuestros zapatos se rozaban, casi era posible escuchar la respiración del otro. No tenía idea alguna respuesta a su halago, tampoco pensaba interrumpir el momento.

En ese instante comprendí lo que pasaba, y sabía que tenía que enfrentar ese sentimiento al que tanto le temía. Rogaba para que no fuera demasiado obvio, pero no podría luchar. Porque de una forma silenciosa, me estaba enamorando lentamente de él, y ya era demasiado tarde para negarlo.














Punto y Aparte © (Juan Pablo Villamil) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora