Capítulo Veintiuno

814 63 1
                                    

Reviso el refri y la alacena. Tenía suficientes provisiones para sobrevivir el resto de días. Me disgusta mi afición por no usar dinero en efectivo, de haber sido un caso contrario, no estaría lamentando algo. El lado positivo es que debo comer todo esto en cuestión de seis días, la mejor noticia de las últimas semanas sin duda alguna.

Tengo mucho trabajo que hacer. Empezar a empacar las cosas que llegarían en otro vuelo días después a mi llegada, porque conmigo solo viajarían un par de maletas con ropa y algunas cosas esenciales para los primeros días, esto funcionaba para deshacerme de esas cosas que llevaba tiempo sin usar e incluso ni recordaba tener.

Armo algunas cajas de cartón que había guardado desde la mudanza a este departamento. Pensaba llevar todas las cosas que no usaría a un pequeño albergue en los suburbios de la ciudad, conocía a los niños, visitaba el lugar algunas veces al año. Usaban las donaciones ellos mismos, o vendían los artículos para tener fondos. Libros, adornos, cuadros y algunas películas de mi colección van directo a la caja.

No podría llevar todas las cosas en el autobús, así que decido darle a mi hermana una linda sorpresa. Marco su número, esperando una respuesta.

—Necesito de tu ayuda Margo.

—Estoy de buen humor, dime cómo puedo ser útil. —internamente doy gracias.

—Debo ir a dejar algunas cosas pesadas a un lugar. Agradecería que vinieras en auto lo más pronto posible.

—Termino de ver Game Of Thrones y voy. —me mantengo en silencio. —Es broma, en un momento llego.

Tiempo atrás, jamás nos hacíamos un favor, siempre la veía como un ejemplo, pero ella raramente me dirigía la palabra. Después del accidente aprendimos a ser dos hermanas civilizadas, que cuidaban la espalda de la otra. Cuando Edric murió, solo conté con su apoyo y el de Dylan. Nunca tuve demasiados amigos, me considero casi solitaria. Quizá el resto solo son conocidos, no personas con las que podía contar incondicionalmente. Poco a poco Margo se convirtió en mi mejor amiga y confidente.

Contaba también con los chicos que en un abrir y cerrar de ojos giraron mi mundo de la forma más positiva y extrovertida posible. Un lazo fraternal nos unía, los apreciaba tanto, y encontraba en ellos el papel de un hermano mayor sobre protector que siempre desee tener. Ahora tengo cuatro en versión colombiana.

—Recomiendo que apuremos el paso, porque están a punto de cerrar. —los limpiadores se movían rápidamente sobre el parabrisas.

Pudimos cargar todas las cosas dentro del auto, sin perder un solo detalle.

—Estás consciente que llegando a Los Angeles tendrás que trasladarte por esa cuidad conduciendo, ¿Cierto? Confío en que podrás lograrlo. —su voz es neutral, pero demanda autoridad.

Pensaba igual, aunque no sería fácil. Desde el accidente jamás fui capaz de conducir otra vez, pero estaba cerrando ciclos y pasando a una página nueva. Podré hacerlo.

—Eso me aterra, pero estoy dispuesta a intentarlo.

—No voy a perdonarte, me estás dando esta noticia tan solo unos pocos días antes de irte. —las luces del semáforo iluminaban el rostro de mi hermana. —¿Le dijiste a ellos? Ya sabes… los de la banda.

—Solo uno sabe, el resto no. —me quedo en silencio, pensando en alguna ocasión para comunicarles mi partida.

Gracias al cielo podemos abrirnos paso hasta el paso a desnivel sobre la carretera que permitía el flujo rápido de todos los autos. Llegamos al pequeño lugar, una casa convertida en albergue, con lindos colores en las paredes. El espacio dentro del auto de mi hermana permitió traer más cosas de las planeadas, parecía casi una pequeña mudanza.

Punto y Aparte © (Juan Pablo Villamil) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora