20- Motivos y razones

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La pregunta de Oscar, sobre si mi padre era ese tal Raphael me tenía la cabeza dando vueltas.               No hallaba en mi cabeza la forma de cómo mi padre pudo haberse involucrado con narcotraficantes húngaros y que tenía que ver eso conmigo y lo que me pasó.

Hace un rato había llegado a casa de Pablo y me traje a Lisa también, está en la habitación de Diego.

-¿Quieres hablar sobre eso?- Siento las manos de Pablo masajear mis hombros. Me encontraba sentada en la orilla de la cama ya lista para dormir. Pablo se quedó despierto hasta que llegara.

-Es que esto cada vez se pone más difícil de comprender. No encuentro la lógica en mi cabeza y necesito respuestas. – Espeto. – Siento como si estuviera revolviendo las cenizas del pasado.- Suspiro.

-Bueno, si de algo de consuela, tampoco es fácil que ahora tengo que estar vigilado.- Comenta y me hace reír.- Vamos, descansa. Ya mañana puedes volver a pensar en ello pero por hoy solo quiero que pienses en mí.- Este hombre me traía loca, definitivamente.

Lo atraigo hasta mis labios y lo uno a los míos con deseo. Dejo a un lado mi pasado, mis tiempos en la guerra y esta búsqueda inagotable de información sobre qué pasa.

Me dejo llevar disfrutando de cada segundo del beso, de nuestras respiraciones forzadas y de los toques de Pablo que envían electricidad a cada parte de mi cuerpo.

-No quiero presionarte nena.- Dice agitado separándose de mi.- Pero sigo siendo de carne.- Entendiendo su referencia me carcajeo. Estaba muy excitado  y era bastante notable por el bulto debajo de su bóxer.

-Yo también soy de carne y estoy muy viva.- Perversa tomo su mano y la introduzco lasciva en mi ropa interior.  Los ojos de Pablo no se apartan de los míos como pidiendo permiso aunque sea yo quien lo está incitando a ello.

-¿Estás segura?- Lo callo con un beso y gimo cuando finalmente siento sus largos y cálidos dedos rozar mi intimidad. Necesitaba su toque y sus dedos hábiles, como si conociera cada espacio de mí, me estaban haciendo tocar el cielo.

-Pablo...- Susurro su nombre tratando de no perder la cordura.

-Dime que desees nena.- Cada vez más era consciente de lo fácil que sus dedos se movían ahí debajo producto de mi excitación.

-Te deseo a ti.- Sin poder controlarme, lanzo un fuerte gemido habiendo alcanzado ya mi climax.

-¿Estás bien?- Pregunta liberando mi intimidad. Asiento aun agitada. El estaba igual de excitado que yo así que considero justo que él disfrute también.

Sin musitar palabra alguna, lo empujo quedando su espalda sobre la superficie de la cama. Despacio bajo hasta su cadera, quedando con su erección frente a mi rostro pero aun cubierta por el bóxer. Lo miro y su cara está hacia el techo con los ojos cerrados.

Descubro su fuerte y dura erección y me hinco sobre el haciendo hacia un lado mi ropa interior. Hago que su glande roce mi entrada húmeda. Ahora a quien mira es a mi algo confuso; quizás no esperaba esto.

Sin perder más el tiempo, lo introduzco muy despacio en mí. Al inicio la sensación es incomoda casi dolorosa, pero intento despejar mi mente y finalmente estoy invadida en cuerpo y alma por Pablo.

Subo y bajo despacio al inicio intentando acostumbrarme hasta que finalmente se vuelve demasiado placentera. Mis gemidos y los gruñidos calientes de Pablo no duran en aparecer. Estoy  muy acalorada en este punto y la sensación es magnífica, casi indescriptible.

Sus manos se incrustan en mi cadera acelerando las embestidas. Si este era el infierno estaba dispuesta a quemarme.  Un sonido gutural sale de mi garganta y alcanzo mi tan esperado orgasmo, segundos después Pablo gruñe dejándose llevar dentro de mí.

Déjame curarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora