12- Lo que no vi venir

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Otra vez sentía el pánico.

Con los nervios a flor a piel marco el número de Oscar luego de que aquel individuo cuelga la llamada.

-¡Demonios!- Exclamo cuando no puedo comunicarme con  Oscar. Corro hasta la casa y por suerte mi madre ni Lisa se encuentra en la sala.

Miro otra vez la pantalla de mi celular y algo que antes ignoraba llama mucho mi atención; era una clase de rastreador en forma de lámina diminuta, en el ejercito usábamos para marcar las coordenadas de nuestros compañeros de combate.

Esto no estaba bien...

Saco el pequeño artefacto y doblo del mismo hasta asegurarme de que haya dejado de funcionar. 

¿Será que podré pasar una navidad  tranquila?-  Inquiero en mis adentros. – Regreso a casa y sin llamar mucho la atención busco la manera de asegurar cada rincón. Ya casi cae la noche y eso nos vuelve más vulnerables. No toleraría que algo le pasara a mi hija o a mi madre y no poder hacer nada. Por demás, busco en mi cartera algún otro rastreador pero por ahora solo existió uno.

Desde el piso de arriba podía escuchar como Lorena ayuda a bañar a Lisa así que me tomé la libertar de suspirar – aunque con agonía- y trazar un plan para esta noche en caso de que algo llegara a pasar. 

***

Nos encontrábamos en la casa del señor Jímenez y su hija. El lugar era acogedor y se nota a simple vista que el gusto por el detalle de una mujer pasó por aquí. Pero Patricio era viudo.

-Gracias por venir, se ven hermosas.- Habla el flamante hombre dándonos la bienvenida. De inmediato, alcanzo a notar como su mirada se queda puesta en mi madre sin ánimos de disimulo.

El vestido rojo corto y sus tacones de tacón cuadrado hacen un delicado juego en su piel y estatura y no me sorprendería que llamara la atención de algún otro mirón por aquí incluso si esa es la de Patricio ... e incluso si este es casi siete años menor que ella.

El vestido de Lisa es color celeste – el que escogió en la tienda lo iremos a devolver luego- y yo por seguridad y comodidad, descarté mi atuendo de hoy por unos vaqueros algo ajustados y una camisa con cordones negros colgando desde el cuello; el pelo lo dejé caer ondulado hasta la altura de mi cuello y mi calzado constaba de una botas color café.

Tomando la mano de Lisa dejé a mi madre y a su amigo – quizás mi padrastro- envuelto en una conversación sabrá Dios de qué.

Con razón estaba algo extraña hace unos días.

A los lejos veo a Angela y Samira hablar con el doctor que nos atendió cuando ocurrió el accidente con las niñas. Ella sonríe como hace unos días no lo hacía y Angela come unos pastelillos junto  al pequeño Daniel.

-Mami, allí está Angela. ¿Puedo ir a jugar?- Asiento y le pido tenga cuidado con su pie enyesado.

Yo prefiero irme a fuera ya que cada quién parece vivir su propio momento esta noche.

Yo estoy igual. Solo que es historia yo soy la única protagonista y me cuesta sonreír sabiendo que mi familia y yo quizás corramos peligro.

Me siento en un banco de hierro colocado justamente al lado de una pequeña fuente de agua. Espero con ansias la llegada del detective Oscar para saber si hay nuevas noticias  y contarle lo que me sucedió hoy en la tarde.

La brisa fría que rondaba la noche choca contra mi piel sobre pasando la tela de mi ropa y haciendo que me abrace en forma de buscar calor.

Sin esperarlo, una mano se coloca sin permiso sobre mi hombro. Me tenso.

Déjame curarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora