2- En casa

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Aún faltaban algunas 3 horas para que el sol comenzara a brillar.

Respiro hondo mientras cierro los ojos un momento.

Nadie había venido por mi puesto que tampoco tiene idea de que vendría. Una pequeña brisa fría golpea mi piel luego de salir del aeropuerto, gritando la víspera de navidad en la isla. Llevo puesto aún el uniforme de la milicia y es lo único que cubre mi cuerpo del aire convirtiéndose también en mi única compañía al igual que el bolso de mano.

Un taxi me deja en aquel lugar cuya dirección se de memoria. La casa solo estaba iluminada por unas bombillas navideñas que mi madre por tradición pone inmediatamente llega diciembre. Sonrío

Todo está igual que hace 9 años...

Me acerco a la casa son sigilo, el cartel de ¨cuidado, hay perro¨ aún está en la puerta de la entrada al patio trasero de la casa; lo más probable es que Cuernos, un viejo Dóberman que me regaló mi tía meses antes de irme del país, está dormido y no quiero que comience a ladrar y a alertar a todos. Toco la puerta con el mismo sonido que lo hacía siempre – 4 golpes consecutivos, luego una pausa pequeña y 3 golpes más-. Quiero que mi madre sepa que soy yo y no se vaya a asustar.

No escucho nada y decido acercar un poco más mi oído a la puerta pero sigue sin escucharse nada. Repito el toque una vez más y exactamente 5 segundos después escucho unas pisadas rápidas dirigirse hasta la puerta.

El rostro de mi madre es como si acaba de ver un fantasma, sus pupilas están dilatadas y el cuerpo inmóvil luego de abrir la puerta.

-Mamá...- Su nombre por naturaleza sale de mis labios, y aquellas aguas saladas amenazan por resbalar por mis mejillas pero busco la manera de retenerlas. Llorar es un lujo que gozo muy poco.

-Mi amor- Se abalanza con lágrimas en sus mejillas sobre mi cuerpo en un abrazo y yo rodeo los míos sobre sus hombros soltando el pequeño bulto con el que viajé. Extrañaba la sensación de seguridad que solo ella podía brindarme, me sentía una niña otra vez.

Y hablando de niña...

-¿Está aquí, cierto?- Ella sale de mis brazos y sabiendo a lo que me refiero asiente con la cabeza.

-Sí, está arriba durmiendo.- Está vez soy yo quien asiente y sigo mi madre hasta adentro de la casa.

Todo permanece igual, mi madre sigue siendo una mujer de baja estatura pero de gran y fuerte carácter. Algunas arrugas adornan su afinado rostro y es que los años le hacen justicia.

Miro la decoración de la casa y veo que a ella le siguen gustando los colores claros para la pintura. Los viejos muebles están tapizados pero a leguas se ven que sigues siendo lo mismo de hace tiempo.

-¿Tienes hambre?- Pregunta caminando hasta la pequeña cocina y encendiendo la luz de allí.

-No, estoy bien así.- Contesto y sé que pronto se vienen unas series de preguntas las cuales deberé responder quiera ó no. Se acerca a la estufa y pone la jarra del café al fuego.- Es muy temprano para tomar café, ¿no crees?.

Me mira desde atrás de la pequeña isla que divide la cocina de la sala de estar y sus ojos se vuelven a tornar llorosos. - ¿Por qué no me dijiste que venías? ¿Por qué tardaste tanto en regresar? ¡¿Por qué diablos solo llamabas tres veces al año?!- Su rostro se torna rojo y un nudo se forma en mi garganta.

-Mamá, lo siento...- Quiero explicarme pero las palabras no ceden a salir de mi boca.

-Eso que hiciste estuvo muy mal Lissi Alejandra Hernández Acevedo. Cada vez que cerrabas la llamada no sabía si sería la última vez que escucharía tu voz y eso me destruía el alma. Decirle a tu...- Inmediatamente me di cuenta que iba a decir la detuve.

-Ni se te ocurra decirlo mamá...- Doy un paso hasta ella para que caiga cuenta de que no bromeo.

-¡A tu hija Lissi!- Trago saliva con fuerza y aprieto los puños. – ¡Es tu hija! y es algo que no puedes ocultar ni ignorar. Cada vez que llamabas los mismos días al año, ella esperaba a que quisieras hablar con ella y siempre que oías su voz cerrabas la llamada y yo tenía que ver como se iba corriendo a llorar a su habitación y mover cielo y tierra para hacerla sentir mejor.- Descarga todo su enojo sobre mi y en parte no puedo hacer nada ya que tiene toda la razón y todo el derecho de estar así.- Lo único que Lisa tiene de ti son dos fotografías, a Cuernos y tu viejo conejo de peluche.- Habla mi madre esta vez más calmada.

Masajeo con una mano mi frente y doy pequeños pasos de lado a lado aún bajo la mirada de mi madre.

-¿Cuál es su habitación?- Pregunto luego de unos dos minutos de haber estado en ese pequeño trance.

-La tuya.- Asiento y cuando me voy a dirigir hasta las escaleras su voz me detiene.- Si subes por esas escaleras y de casualidad Lisa se despierta y te reconoce sabes que no puedes irte otra vez. Le romperás el corazón si lo haces.- Su voz suena a amenaza.

-Tranquila mamá- Digo respirando profundo.- Vine dispuesta a afrentar mi realidad y me cueste o no, Lisa es parte fundamental de ella.

Déjame curarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora