Diez: El amanecer sin sol.

25 3 7
                                    

"Un fénix muere cuantas veces sean necesarias, quemando cada vez más la sangre podrida dentro de él, renovando sus alas, sueños y fuerza".

—¿Qué pasó...?— Pensé al empezar a retomar la conciencia, todo parecía moverse de un lado a otro.

Sin recordar exactamente lo que había sucedido, pensé en ponerme de pie, así que giré sobre el lado izquierdo de mi cuerpo e intenté pararme, pero un chispazo de dolor me recorrió por completo, haciéndome sacudir y revolcarme entre el polvo.

Observé las palmas de mis manos... inmediatamente mis ojos se llenaron de desesperación y agonía mientras lentamente los recuerdos fluían de vuelta a mí.

Levanté la mirada y encontré sólo escombros, ni siquiera alguna señal de vida se asomaba; todo era un caos silencioso.

—¿Qué estaba haciendo...?— Pero, mi pregunta perdió sentido cuando por instinto miré cuesta arriba y entendí, a la fuerza, que ya era muy tarde.

La iglesia en la cima de la colina estaba totalmente destrozada, no quedaba prácticamente ningún rastro de ella, al menos no en pie.

—¡Maldición...!— Murmuré mordiendo mis labios y enseguida un fuerte dolor de cabeza me atacó, provocando que mi vista se distorsionara.

Llevé una mano al lado izquierdo de mi rostro y seguí caminando, con dificultad, pero no paraba; entre mis recuerdos y el dolor absoluto de mis huesos, músculos y demás, había otra cosa que no podía dejar pasar.

—Luke... Luke...- Intentaba ayudarme con los escombros —Grecia... Mar... Kleo, Erick... ¿Dónde están...?— Mientras más me acercaba al lugar, más sentía como mi cuerpo deseaba dejarse caer sin más.

Pero...

—¡Samantha!

—¿Qué...?- Me sorprendí al escuchar una voz infantil.

—Por aquí, Samantha.

—No veo... no veo quién me está llamando... su voz me recuerda a... ¿Grecia...?— Aceleré el paso como pude.

Me choqué con casi todos los escombros, resbalé un par de veces, me quejé muchas más pero al cabo de unos minutos, me encontraba entre las ruinas de la iglesia. Todo parecía haber sido rozado por un increíble calor, y aún así...

—Siento una inmensa energía — Al decir aquello, de reojo noto como una silueta pasa corriendo, giro nerviosa y el escenario con el que me encuentro me deja paralizada —Esa niña... ésa niña... soy yo...

En medio de la iglesia, una pequeña versión mía se encontraba jugando a sólas, en medio de la destrucción misma, sin nadie que la acompañara.

¿Por qué yo estaba viendo eso?

¿Por qué justo en ése momento?

¿Qué sentido tenía...?

—Samantha, ven, debemos ir con mamá— una niña sólo un poco mayor se acercó y tomó del brazo a mi antigüa yo.

—¿Qué es esto...?— Me pregunté al caer sobre mis rodillas, escupiendo sangre —oh... ya veo... no las pude proteger... no pude cumplir mi promesa con Grecia ni sus hermanos... me he vuelto a fallar... yo...— golpeé con fuerza el suelo y las lágrima empezaron a caer desenfrenadamente —yo no puedo proteger a nadie...

En aquel instante, entre el llanto y el dolor, recordé la cruel sensación de pérdida que había arrastrado conmigo una y otra vez, el saber que no podía cambiar nada, y las personas sólo morían a mi alrededor sin que pudiese hacer algo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 12, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El señor de las llamas: vida y muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora