Nueve: La promesa en el ocaso.

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"Cuando la cordura pende del hilo llamado esperanza, el terror de la desesperación total la observa desde abajo, escondida en la oscuridad".

Aquella tarde... durante aquella puesta de sol hice una promesa.

Un juramento por el que ella abandonó sus sueños y su vida para que la mía continuara y yo pudiese seguir soñando.

Yo simplemente soy un fraude... un impostor que tomó prestado el título del "ángel de oro".

Y he sabido cargar con ése peso toda mi vida, nunca me he quejado, jamás lo haría; ya que... llevo conmigo parte de esa mujer... todo lo que ella supo ser, todo lo que me dejó.

Inclusive mi personalidad se volvió similar a la suya, perdí casi todo rastro de lo que yo era con tal y poder avanzar en el camino hacia un mundo en el que no fuésemos máquinas de guerra.

No... eso no era vivir, nada más fuí prisionero de un ideal, por años me mantuve encadenado a la culpa, a sentirme insuficiente como para llenar el lugar que me habían dejado.

Pero...

"—Un ángel debe proteger, cuidar a quienes cambiarán el mundo—". Le escuché decir alguna vez.

Esas palabras nunca tuvieron sentido para mí, hasta que me topé con esa pequeña figura entre una nube de polvo y escombros; luchando contra todo y todos por buscar algo.

Sí... ella desesperadamente buscaba, movía todo a su alrededor con energía y esperanza. La lluvia provocaba que se le hiciera más difícil, pero aún con todo... ella no se rendía.

Y al final, encontró lo que tanto anhelaba. Tres niños más pequeños que ella estaban bajo una pila de escombros, sin poder moverse, a punto de quedar asfixiados.

Al ver eso, supe que la niña no podría rescatarlos, por lo que en cuestión de segundos me moví para ayudarles, pero una vez hecho, vi sus rostros cubiertos de heridas, y alrededor de nosotros se extendía un mar de cadáveres igual de pequeños que aquellos niños.

Todo era culpa nuestra... una batalla que había librado para beneficiar a terceros fue la causante de la desgracia para ellos.

Y me posicioné por primera vez en el mundo, acepté que nada era como yo había pensado, que las cosas crueles eran recurrentes, que, nosotros, los magus, estábamos condenados a sufrir, y por más bendecidos que algunos fuésemos en cuanto a poder, eso no nos salvaba de caer en las garras de la crudeza, de la violencia, el pelear en las guerras de otros...

Ellos fueron un efecto colateral, sus vidas habían caído en la miseria por culpa del mal uso de la magia, por creernos dioses, por ser tan ignorantes como quienes daban las oŕdenes de matar sin siquiera dudar un segundo.

¿Por qué estaba yo haciendo eso...?

Sin darme cuenta, mi camino llevaba rato desvaneciéndose, me había confundido, eso no era lo que yo quería, mi sueño, aquel sueño era algo totalmente diferente.

Ésa noche, yo no salvé a Mar y a los demás niños... ellos me salvaron a mí, me devolvieron todo lo que sin querer había perdido.

Y ahora... me quieren arrebatar a Grecia, el mundo quiere hacer de las suyas nuevamente, apagando una vela más.

Yo juré, me juré, llegar a todos los rincones, crear un espacio de luz para ellos, utilizar el sol como un reflector para sus sueños, para sus vidas.

Crear un mundo, permitirles a ellos y a los demás ser felices, cambiar la sangre por un brillo eterno, poder usar la magia para ayudar a otros, hacerle ver a mi hermana que su pequeño y tonto hermano logró cumplir el sueño de ambos.

El señor de las llamas: vida y muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora