Nagito se despertó, desnudo, complacido y solo. Gruñendo, se arrastró sobre las sábanas, un poco de malestar golpeó su cuerpo, pero el dolor físico no fue tan doloroso como el emocional. Había instado a Hinata a que se acostara con él sabiendo que se iría por la mañana. No había necesidad de lágrimas, pero no dejaban de caer por su cara.
El corazón de Nagito se retorció en una fea bola de dolor y le dolió. Irradiaba desde su núcleo e hizo que su mente se arremolinara. Era tan tonto, tan codicioso, pero se había sentido tan bien. Los besos de Hinata, su tacto, todo eso se mantuvo y se grabó en su piel en una marca que no desaparecía. El hipo se derramó por sus labios, pero las lágrimas se detuvieron cuando sonó su teléfono. Lo miro, ubicado en la mesita de noche, y tragó saliva.
Al otro lado de la pantalla estaba el número de la casa de Chiaki, un número que había memorizado desde niño —sus padres nunca se deshicieron realmente de su teléfono fijo—. La esperanza resurgió de la tristeza, recordándole a Nagito que Chiaki ya estaba despierta. Por eso le llamaban por teléfono. Débilmente, extendió la mano y agarró su teléfono, con los dedos temblorosos presionando el botón de aceptar.
—¿Hola?
—¡Nagito! —La madre de Chiaki exclamó—. No lo creerías, pero los médicos llamaron y... —Se puso a llorar—. Oh, Nagito, es un milagro. Es un milagro... mi niña... está despierta. Nagito, ella está despierta...
Nagito intentó abrir la boca para decirle a la madre de Chiaki que estaba feliz, que visitaría a Chiaki en el momento en que los médicos permitieran las visitas, pero su garganta se agarrotó, su mente se agitó. Chiaki estaba despierta porque Hinata cumplió su promesa y ahora se había ido...
—¿Nagito?
Abrió la boca pero en lugar de hablar o forzarse a intentarlo, el teléfono le fue retirado con suavidad de sus dedos.
Se estremeció al ver a Hinata, desnudo como el día en que nació —cuando era humano—, se sentó en la cama, con el brazo envolviendo la cintura de Nagito, abrazándolo con ternura y firmeza.
—Lo siento, Nagito está llorando —La voz de Hinata era cálida, real y tangible—. Estamos muy contentos de escuchar las noticias. Por favor, háganos saber cuándo podemos visitarla.
—¡Oh, Hinata! Eres muy amable. Gracias y dile a Nagito que se seque las lágrimas. Chiaki no querría que derramara más sobre ella.
—Lo haré. —Hinata aseguró antes de que la llamada terminara.
Nagito se quedó boquiabierto mientras se terminaba la llamada, dejando el teléfono en el suelo. Pasó un largo momento antes de que se alejara del dios, detallándolo con la mirada a una distancia prudente. Hinata seguía ahí... no se había ido.
—Tú estás...
—Siento haberme ido bañar sin avisar. Parece que los dioses aún pueden... —Hinata, avergonzado, se sonrojó y decidió cambiar de tema—. Uh, d-de todos modos, tome prestada tu ducha. Pensé que sería más rápido, pero nunca me enseñaste a usarla y...
Nagito lo interrumpió presionándose contra él y besándolo con dulzura Hinata aceptó el beso y pronto cayeron suavemente en la cama.
—Estás aquí... —musitó Nagito, incrédulo—. ¿Por qué?
—Bueno, primero quiero disculparme. —Hinata murmuró.
—Ya lo hiciste, por salir a ducharte. —Nagito respondió.
—No, no, eso no, quiero decir —Hinata levantó la voz—. Estabas tan angustiado anoche y me aproveché.
La sangre de Nagito se congeló. Se sentó a medias, con el corazón acelerado.
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1000 Kisses 「KomaHina」
Fanfiction[AU-Edad Moderna] -Tu precio, Nagito, son mil besos. Pasó un momento. El viento se levantó levemente. El cerebro de Nagito se detuvo y procesó las palabras mencionadas antes de parpadear rápidamente, sorprendido. -Espera... ¿b-besos? -Mil. Para mí...