Capítulo 2 "Mariss Lepond"

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  • Dedicado a Miriam Najm
                                    

16 de Diciembre 1956 5:30h  Casa de Josh Sposit

En toda la noche no había pegado ojo, las farolas de las calles aun estaban encendidas y el sol no había salido aun, me asomé por la ventana y estaba comenzando a nevar, me encanta ver las calles de Nueva York  blancas, con las nubes encapotando el cielo de la vieja ciudad, los niños correteando por las calles y jugando a lanzarse bolas de nieve, me recuerda tanto a mi infancia, y entre muñecos de nieve  vestidos con ropas viejas y bufandas, con una enorme zanahoria en medio de la cara y dos botones  de ojos, se encontraban las madres de esos niños, con vestidos de flores y abrigos de piel, oscuros y sus preciosos recogidos en el pelo, gritando a los niños para que no se alejaran y riendo entre ellas de cuchicheos de vecindario, me encantan esas mañanas, solo faltaban unas horas para que amaneciera y volvería a ver esa estampa desde el porche de mi casa.

Mariss aun seguía dormida en el sótano, así que decidí hacerle el desayuno, un zumo de naranja con unas tostadas con mantequilla de cacahuete y un café con un ligero toque de alcohol, cuando bajé se estaba despertando.

-¡Está nevando!- exclamé -Se que ahora mismo no puedes hablar, lo entiendo, con una mordaza en la boca es imposible hablar- empezó a llorar - No, no llores, si te he hecho el desayuno.- le quité la mordaza de la boca.

-¡Estas loco! Déjame salir de aquí, no se lo diré a nadie, se acerca navidad y quiero estar con mi familia.

-Creo que esta navidad la pasarás conmigo

Me senté a su lado, y le empezé a dar el desayuno,  primero un trago de zumo de naranja y después una de las tostadas, estaba muerta de hambre, se le veía en la cara y en la forma de comer. Me preguntó entre lágrimas el porque ella y no otra mujer, yo le respondí el porqué ella juega con su cuerpo, si natural era mas bella aun, cogí un papel húmedo y se lo pasé por la cara, quitándole todo el maquillaje y ese carmín rojo, estaba todavía mas bella, ¿porque no podía ser así? ¿Porque tenia que mostrarse como una fulana de la calle, con tantos potingues en la cara y vestidos cortos, enseñando sus piernas.

Según ella, le encanta su trabajo, le gusta provocar a los hombres y poner celosas a las mujeres, pero lo único que hace es infravalorar se.

Mientras la música sonaba en la gramola, me levanté de su lado y le dijé que esperara ahí, le volví a amordazar para que no chillara cuando yo saliese de la casa. Cuando salí a la calle, con mi sombrero y mi chaquetón, ví la típica estampa  que echaba tantísimo de menos, los niños jugaban y las madres les observaban, mientras los padres iban a trabajar con sus coches de lujo o a jugar al poker en el bar de la esquina. Yo con una sonrisa, iba escuchando por la calle diversas canciones de jazz que salían de las casas de las señoras mayores que estaban cocinando el desayuno, los huevos fritos, la panceta, las tostadas,... como hecho de menos esos desayunos.

Me dirigía hacia una tienda antigüa de vestidos de señora, miré el escaparate y un solo eran vestidos cortos y voluminosos, entré y me dirijí al mostrador, estaba una señora de unos cincuenta y tres años, baja con el pelo blanco y más o menos delgaducha, me dí cuenta que estaba sola en la tienda. Me acerqué a ella y le pregunté por un vestido largo, el color me daba igual, me sacó un vestido negro de palabra de honor muy estrecho y largo hasta los tobillos, muy sexy. Decidí comprarlo, pero el precio era muy elevado, vi encima del mostrador un abre cartas con unas tres cartas de facturas, empecé hablar con la señora  y me vió viendo las facturas, cogí el abre cartas y empecé a jugar con el encima del mostrador, ella cogió las cartas y las guardo y me comentó que estaban endeudados, su marido estaba en el banco intentando sacar algo de dinero, y ella en la tienda no ganaba lo suficiente para pagar las facturas, eran muy elevadas, la señora se giró   y quitó la música, ese jazz- blues que hay cualquier tienda de la gran ciudad, el silencio recorrió la sala, solo se escuchaba el sonido del abrecartas de plata golpeando ligeramente el mostrador de cristal, aproveché para cambiar el cartel de la puerta, lo cambié a cerrado. La señora se giró y me preguntó si me iba a llevar el vestido y le dije que sí, cogió una caja grande y plegó el vestido por la mitad y lo metió dentro de la caja, la cerró con la tapa y con un lazo rojo enorme, me dijo 230 dolares, y yo la agarré del cuello , la giré poniéndola delante de mi, le clavé  el  abre cartas en su pecho, la dejé en el suelo, encendí la música, cogí la caja y salí por la puerta, dirigiéndome a mi casa.

Cuando llegué a casa, cerré la puerta con llave, encendí la rádio y bajé al sótano. Mariss estaba tumbada en el suelo, la senté y le dije que tenia un regalo para ella, un regalo de navidad, le dí la caja y se la abrí. El vestido le encantó, aun que con tanta lágrima en su cara no se podía ver si estaba triste o alegre.   le quité la mordaza y las cuerdas para cambiarse, me giré para no verla desnuda y con un "ya estoy" me giré y allí estaba con su melena rubia suelta y  con el vestido negro puesto. Se secó las pocas lágrimas que tenia en la cara, se acercó me dió un abrazo y con el vaso del desayuno me pegó en la cabeza, salió corriendo, yo estaba en el suelo, ella intento huir, la cogí del pie y calló en la escalera, empezó a arrastrarse , subiendo las escaleras como podía, subió hasta el comedor, se dirigía hacia la puerta, pero estaba cerrada, yo subía las escaleras del sótano y le preguntaba si no le había gustado el vestido, ella se quedó en una esquina entre la rádio y una de las ventanas, cerradas, en la rádio empezaron las noticias:

-Asesinato en la tienda "The Belle Female", la dependienta apareció muerta en el suelo con un abrecartas clavado en el pecho...

Mariss, me miró, miró el vestido y vió la etiqueta "The Belle Female" , mirándola, sonreí abré el cajón del ropero, sacando una pistola pequeña  y disparé hacia la señorita Lepond, en ese instante, mientras Mariss caía muerta al suelo, llamarón por el teléfono, era del Club Burn, la señorita Mariss Lepond , aun no había aparecido, me hice el preocupado, pregunté si esa noche iba ha haber actuación y me respondieron con un "no" preocupante, dicen que iban a buscar a Lepond por toda Nueva York, colgué el teléfono y me dirigí a mi aparcamiento, cogí el cuerpo de Mariss y la metí en el maletero, envuelta en una sabana vieja, Fui al viejo cementerio, donde estaba casi vacio, estaban trasladando los restos al nuevo cementerio, aproveché y entré  y vi muchas tumbas abiertas, así que metí a Mariss dentro de una de las tumbas, rápidamente  cogí mi coche y me dirigí al lavadero, lo limpie por dentro y por fuera, quedó como nuevo, fui a mi casa, abrí la puerta, cerré con llave, apagué la radio que había dejado encendida, y puse en funcionamiento la gramola, me senté en el sillón y viendo el charco de sangre y la bandeja del desayuno, pensé que no le había dado de comer a Mariss, me levanté y recogí todo lo que había en el sótano, subí al comedor y limpié la sangre, recogí  la pistola y la guardé en el cajón del armario, como estaba todo antes. Preparé algo para comer, unas buenas costillas, cuando me volví a sentar en el sofá para comerme las costillas, me quedé sentado, tarareando la canción  que estaba sonando y empecé a reírme, pensando que todo lo que había pasado en ese día era un sueño, un mal sueño, mi cabeza empezó a volverse loca, tenía la necesidad de volver a matar, cada día, cada noche, me resultó divertido y gratificante para mi. Matar a la señora de "The Belle Female" fue algo tan instantáneo, ¿fue por la música? por que fue quitar la música y me dieron ganas de atacarle, ¿o fue un sueño? ¿esto habrá pasado de verdad? En mi casa solo esta lo que acabo de comer, no hay ningún recibo de esa tienda y ningún vestido. Bueno, no habrá nada de eso, ni habrá pasado, pero yo hoy me siento bien, pensé, por que no me puedo sentir tan bien como aquel día. Puede ser que Mariss Lepond haya desaparecido de mi vida para siempre, la hecharé de menos, eso lo aseguro, no estaba enamora de ella, nunca me atrajo sexualmente, lo único que me molestaba las miradas de vicio de los otros hombres hacia los pechos y trasero de la señorita Lepond. Tengo el sonido del disparo en mi mente, no volveré a disparar, es demasiado ruidoso, miré hacia abajo y ví mi vieja hacha, la cojí y dije "esto no están ruidoso. Repetiré... "

El Hombre Del HachaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora