capitulo 004||La Entrega

1 0 0
                                    

Ya era la hora de devolverme al mocoso a la señora Adolfona, había hecho la transferencia la cual fue exitosa, no llamo a la policía, no aviso a nadie.

Íbamos conduciendo hacia una tienda de comida rápida, la cual tenía un pequeño parque en donde podían jugar los niños.

Iba manejando junto a Adolfona, está se encontraba nerviosa, bastante ansiosa por la situación.

–¿Seguro que está bien? –fue lo único que pudo salir de sus labios temblorosos.

–Tranquila, Adolfona, su hijo a estado comiendo mientras mira televisión. Me e comunicado con mi compañero–dije mirando hacia la carretera, pero miraba de reojo a estás.

Está suspiró pesado, me quedé estacionado afuera a la espera de mi compañero, mire a Adolfona de forma seria, agarre su mentón empujando está hacia mi.

–Si usted o su esposo abre el maldito osico, si se lo cuenta a algún policía, a algún colega, familiar, vecino, algún maldito ser humano, los buscaré, cortaré el cuello de su hijo frente sus ojos, ver cómo su hijo se desangra frente sus ojos, luego, voy a castrar a su esposo y meteré sus bolas a su garganta. En cambio con usted, la colgaré en su cuarto, abriré su abdomen dejando caer todos sus órganos. ¿Me a captado, señora Adolfona? –dije moviendo varias veces su mentón a los lados, junto un tono bajo pero amenazante. Quería dejar en claro las cosas.

Está, le sorprendió mucho mi comentario, por lo que tragó con fuerza y asintió lentamente, solté su mentón bruscamente, la dejé de lado para seguir pendiente en la llegaba de mi compañero.

Estaba tardando.

Hasta que escuche mi teléfono el cual estaba recibiendo una llamada, conteste sin dudarlo.

–¿Aló? –dije alzando la voz.

–El maldito no está –dijo tembloroso.

–¿Cómo qué no está? ¡Coño! –golpee con fuerza el techo del carro

Adolfona volteo a verme, sus ojos se cristalizaron.

–¿Q-Quién no está? –acaricio sus manos suavemente.

Hice un gesto para que está hiciera silencio.

–N-No lo sé, lo dejé en el baño para que vaya a bañarse ya que se había cagado encima ¡Y ahora no está! –dijo nervioso.

–¿¡Porqué el mocoso se hizo encima!? –dije desesperado.

Adolfona abrió sus ojos de repente mirándome a los ojos.

–¿¡Mi hijo lo dejaron cagarse encima!? ¡Malditos hijos de puta! –golpeo mi brazo varias veces.

–Pues, me dijo que quería ir al baño, le dije que estaba muy viejo, que se hiciera encima y se hizo encima. En verdad no pensé que lo haría literalmente–.

Adolfona agarro mi teléfono dejando a este fuera de mi alcance.

–¡Mira maldito! ¡Es apenas un niño, se toman todo enserio! ¡Además, si no encuentras a mi hijo ahora mismo iré a dejarte sin pelotas, mocoso tu padre! –dijo haciendo gestos de molestia, estaba enojada.

De repente escuchamos unas fuertes carcajadas.

–¡Se cagaron! Su hijo está dormido, señora, debería dejar de malcriarlo y dejarlo ser un hombre, ahora se baña solo. Ahora páseme a mi compañero –dijo con seriedad.

–Coño –fue lo último que dijo para devolverme el teléfono.

–Eres un puto imbécil, Cris, mierda casi me cagué cuando dijiste que no estaba el niño –dije riendo, era alguien muy cómico.

–Llego en diez minutos –fue lo último que dijo para después colgar, yo dejé el teléfono a un lado.

Mire a esta, al parecer en verdad se había creído aquella broma. Bueno, admito que yo también, pero ella fue la más afectada.

El entorno se volvió algo incómodo, era silencioso, algo tensó, ella solo empezó a llorar, al parecer le había afectado mucho. No pensé que llegaría a tal punto, acaricie su hombro, está golpeó mi mano.

–Maldito –fue lo único que pudo salir de sus labios para nuevamente volver a dirigir su mirada hacia la ventana, mirando hacia la carretera sollozando en silencio.

Suspiré pesado, en verdad pensé que sería algo más abierta.

Bueno, tiene sus razones.

Secuestre a su hijo.

Pero bueno.

Al cabo de unos minutos, pude reconocer la camioneta de mi compañero, sonreí de lado.

–Ya llegó –le avisé, está subió su mirada rápidamente y viendo ansiosa hacia los lados.

–¿Dónde? –.

–Le avisaré cuando entre a el parque de juegos –dije serio.

Vi como mi compañero llevo el niño al parque, dejándolo en la piscina de pelotas, hizo la seña acordada y asentí.

–Esta en el parque, ya sabe, Adolfona –le dije de forma amenazante.

Está no dijo nada, salió corriendo del carro para dirigirse hacia el parque, busco rápidamente a su hijo, al encontrarlo lo abrazo con fuerza, cargo al niño, estos lloraban abrazados.

Ridículos.

Encendí mi carro y salí de aquel lugar.

Secuestros perfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora