Chocolate

Pincel

Lo buscó con la mirada entre la gente, pero terminó por resignarse cuando Kyoujuro le dijo, con un empático apretón de hombro, que Zenitsu se había marchado. Su abuelo ya era una persona mayor, además él era un estudiante universitario y no estaba en su etapa más libre respecto al tiempo.  No era como si a él le sobrara el tiempo, tampoco, pero al menos un par de horas hubiera deseado poder acercarse a él. Tenía tantas preguntas floreciendo en su lengua que era imposible irse a dormir esa noche.

Tomó el pincel, entonces, con los colores de la música todavía palpitando en sus dedos, en sus oídos, explotando en la punta húmeda de su pincel, extendiéndose por todo el lienzo, obligando a cada músculo de su cuerpo a moverse, a responder a la urgencia de no olvidar. Rojo,lila, azul, dorado. Si supiera de notas musicales habría hecho una lluvia de éstas sobre todo el cuadro, pero en su lugar puso pájaros y flores que se iban rompiendo conforme tocaban el suelo del lienzo. Se sentía agobiado por lo oscuro y callado de la noche como una sentencia de espera que no podía soportar. El aire le quemaba sostenido en la garganta, con esos ojos de ámbar y narcisos encendiendo cada uno de sus nervios todavía. Se cubrió el rostro con las manos sucias de pintura sintiéndose tonto, de pronto demasiado infantil por lo eufórico que algo tan simple como un recital de piano lo había dejado. Pero no era un recital cualquiera, era... Era Zenitsu. Repitió su nombre, saboreando las letras una a una, el breve temblor que hacía en su garganta al pronunciarlo.  Suspiró, tomando las llaves de su auto, sabiendo que era imposible que volviera a dormir y de cualquier manera sólo le restaban unas horas antes del amanecer.

Kyojuro sonrió, cómplice involuntario , al mirar ese ramo de claveles rojos sobre la tapa del piano, con un lienzo atado a ellos.

Mucho más al ver a Zenitsu sonrojarse hasta las orejas al ver su nombre escrito en la orilla de la pintura, y una invitación a verse más tarde ese día.