Dulces

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Tengen abrió el telón para él. 

No era que  Tanjiro no le prestara atención o que su abuelo o Kaigaku no le apoyaran pero su única relación con otros artistas era en la academia y el trato era demasiado poco para poder llamarles amigos.  Pero ese hombre tan seguro y extraño lo había metido hasta el cuello en el mundo de los artistas.  Zenitsu era tímido, con una autoestima algo frágil que le hacía sentir incómoda la etiqueta por pensarla demasiado grande para él, un simple chiquillo con un poco de talento para la música y un buen oído. Pero él abrió el telón y tras encontró un lugar donde se sentía extrañamente cómodo. Su carácter era tranquilo, nervioso, no era predecible verlo riendo alguna vez  de aquellos chistes demasiado rebuscados de ese escultor, o haber sido capaz de dar una opinión sobre el ángulo de aquella fotógrafa. Pero ahí estaba, casi cada viernes sentado en el sillón o el suelo de aquella galería, divirtiéndose y sintiéndose parte de algo que, podía decirlo, le daba una identidad. Era un artista. Tengen no le dejaba dudar al respecto, presentándolo así con su bien nutrido grupo de amistades, haciéndole sentir como tal cuando sus conversaciones a solas se iban acalorando y él tomaba sus pinceles, pidiéndole que tocara algo para que  pintara el sonido o viceversa y ambos terminaban muertos de cansancio tirados en el piso, riéndose satisfechos. 

Kyojuro notó el cambio en Zenitsu casi al instante. Era disciplinado, talentoso y sobresaliente pero su falta de seguridad era palpable hasta jugarle en contra muchas veces, esquivando intencionalmente todo lo que no era estrictamente necesario. Si se quedara algunas veces tras los eventos podría entender por qué la cuestión social era tan importante, pero Zenitsu parecía un ratoncito tímido huyendo. Al menos antes de haber comenzado a relacionarse con su amigo. Había ganado una confianza imposible de enseñarle en un aula, una desenvoltura que sólo una persona  como Tengen podía haberle contagiado y llevado a todos los aspectos de su vida. No le correspondía decirlo, pero era imposible no notar que incluso la manera más sincera en la que ahora sonreía había sido gracias a él. 

— Estaba pensando— los rayos dorados del mediodía se perdían en la paleta de miel que estaba lamiendo, distraído con el paisaje mientras Tengen manejaba hacia una exhibición de Shinobu sobre macrofotografía de insectos—. Quizá es un poco ambicioso de mi parte, pero Kyojuro me preguntó por qué no metía mi solicitud de beca para el Conservatorio y lo he estado pensando mucho.

— Las clases comienzan en un mes, una semana antes que terminen las vacaciones ¿No?

—Sí...Creo que me gustaría dedicarme en verdad a la música, no sólo como en hobbie, en verdad quiero vivir de esto. Creo que puedo hacerlo.

— Yo también lo creo. Me parece extravagante que lo estés considerando a estas alturas, pero soy de los que opinan que nunca es demasiado tarde para encontrar tu camino.

— ¿No crees que sea muy, ya sabes, soñador?

Tengen lo miró por el retrovisor. La cabeza pegada a la ventanilla, las piernas subidas al asiento, abrazadas contra su pecho y la paleta de miel derritiéndose en sus dedos, todo él una margarita temblando, inseguro, avergonzado. Le recordaba a Tenma cuando no se animaba a contarle sus pesadillas o confesarle que había mojado la cama. No era una persona condescendiente y algunas veces llegaba a ser bastante duro. Pero también era completamente sincero a cada palabra si se trataba de dar aliento.

— Creo que te hace falta mucha desenvoltura  y eres demasiado llorón y quejumbroso para que los patrocinadores te puedan tomar en serio, pero también creo que eres capaz de dejar con la boca abierta al mismo Schumann si reencarna. Sería una tontería que sigas estudiando lo que sea que estás estudiando en la universidad si tienes la oportunidad de entrar al Conservatorio. Yo podría ser tu guía en relaciones, no te cobraré mucho al principio.

— A veces no sé si debo tomarte en serio.

— Al menos piénsalo con más calma. Las solicitudes se cierran en dos semanas. Quizá Kyojuro sea suficiente autoridad para recomendarte, pero si necesitas una carta de recomendación sabes que puedes contar conmigo. 

Zenitsu volvió a meterse la paleta en la boca, saboreando la miel derretida por el mediodía, algo oxidado el sabor por el aire  pero todavía agradable. Si Tengen no hubiera tenido sus manos en el volante, se hubiera atrevido a entrelazar sus dedos con los suyos. 

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