Rosas de azúcar

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La manera en la que Tanjiro tomaba la masa y la expandía por la mesa lucía como arte. Era un proceso delicado y requería cierta maestría sacar cada burbuja de aire de la masa antes de cortarla y darle forma para poder meterla al horno. Sus dedos ejerciendo la presión justa para tomar el pincel con que barnizaba el hojaldre con huevo le hipnotizaba. El sonido del pan cocinándose en el horno y el tueste de la masa siempre le hacía pensar en cosas dulces, amables como lo era su amigo. Le sonrió desde la mesa donde tenía la cabeza recargada entre los brazos, esperando que pudiera prestarle atención. Estiró la nota que había recibido, esperando a que Tanjiro se limpiara las manos en el delantal antes de tomarla, de alguna manera travieso al ver la sorpresa en sus ojos borgoña.

— Creo que es una cita lo que me está pidiendo ¿No es cierto? El profesor Rengoku dijo que me la dejó el profesor de pintura de la academia, al parecer fue a mi recital y quedó fascinado conmigo. Dijo que no está muy seguro que sea con fines románticos, al parecer es esa clase de artistas apasionados que buscan experimentar en todas las disciplinas, supongo que quiere que hablemos de arte. 

— No sé, Zenitsu, como sea me parece algo incorrecto que un extraño te aborde de esa manera.

—Mira quién lo dice—, ocultó su risa tras su mano, mientras su amigo fingía no haberlo escuchado mientras se ponía los guantes para sacar la bandeja del horno, poniéndolos a enfriar en la mesa. Aspiraron el aroma dulce—. Anda, yo te estoy contando esto ¿Por qué no me dices tú qué ocurrió ese día después de la escuela? ¿Por qué quería hablar contigo a solas ese muchacho? No es ni siquiera de nuestro grado.

— Me invitó a salir— confesó, con las mejillas arreboladas, buscando en los cajones un par de rosas rojas, poniendo un plato delante para arrancarle todos los pétalos con cuidado para que conservaran la forma , acomodándolos en el plato.

— Lo sabía— Zenitsu se incorporó, tentando en la mesita el paquete de guantes de látex para ayudarle a Tanjiro a lavar pétalo por pétalo para que él los fuera secando— ¿Aceptaste?

— Le dije que necesitaba tiempo para pensarlo, es decir , ni siquiera lo conozco— su voz salía con calma, la misma con la que tomó un pincel para extendérselo a su amigo, colocando un platito con claras de huevo al alcance de ambos y comenzar a barnizar los pétalos con cuidado—. Me dio su número telefónico y hemos estado conversando, en realidad es una persona muy agradable.

— Pero todavía es muy pronto— zanjó, mirando con tristeza el pétalo entre sus dedos antes de escarcharlo con azúcar y acomodarlo en otra bandeja con papel encerado—. Sé que no te gusta hablar de eso, pero ¿Cómo te sientes?

— No estoy enojado con Tomioka porque me haya rechazado, creo que fue muy profesional. Aunque no haya una diferencia muy significativa entre nuestras edades él sigue siendo profesor en la escuela y supongo que era lógico que lo hiciera. Estuve muy triste la primera semana, pero creo que ahora ya me hice a la idea.

— Siempre has sido muy fuerte, Tanjiro— se volvió a reír, viendo a Tanjiro acomodar los pétalos en la bandeja—. Y un poco mentiroso. Este platillo no está en el menú y no es el cumpleaños de nadie, así que sólo me queda asumir que le estás preparando un postre a ese muchacho ¿No es cierto?

— ¿Por qué tienes qué ser tan perceptivo todo el tiempo?— Zenitsu se rió más abiertamente al verlo sonrojarse, haciendo que él también comenzara a reírse—. Me atrapaste. Lo invité a casa a ver una película y esas cosas, pensé que le gustaría probar las rosas escarchadas. 

— Es un plato algo sugerente, muy romántico. No creo que sólo lo hayas invitado para ver una película. Puedes engañar a medio mundo con tu cara de niño bueno pero yo te conozco desde el jardín de infantes, sé que puedes ser la persona más dulce del mundo, pero también eres un Casanova de primera.

— Mui es muy bonito y yo sólo soy un ser humano—, se encogió de hombros, apenado y Zenitsu resopló divertido, continuando con su labor.

— Un ser humano de oro, Tanjiro. Si alguien en este mundo merece ser feliz eres tú, me alegra que las cosas te estén yendo bien con él. Y por su bien que todo siga así o se las verá conmigo.

— Tú también eres muy buena persona. Me encantaría que alguna vez salieras en serio con alguien.

— Yo también. Pero mucha gente se asusta cuando les digo que no tengo interés en amoríos, que estoy buscando algo serio. Quizá soy demasiado anticuado—, suspiró, acomodando el último pétalo en la bandeja, esperando a que Tanjiro se diera la vuelta para acomodar su cabeza en su hombro, abrazando su cintura. 

— Eres un caballero a la antigua, amigo, no un anticuado, hay una diferencia entre ambos. Pero, volviendo a la carta ¿Saldrás con él?

— No veo por qué no. Si el profesor Rengoku confía en él, no puede ser mala persona, creo. Además siempre puedo fingir dolor de estómago si las cosas se ponen muy raras.

—O puedes llamarme para que vaya por ti, ya lo sabes—, besó su mejilla, palmeando su mano para que le soltara y pudiera continuar con sus tareas. Zenitsu sonrió, recogiendo los trastes sucios para ayudarle con la limpieza mientras Tanjiro acomodaba todo, listo a abrir la panadería. 

No era que nunca pensara en las relaciones amorosas, siempre había sido un romántico empedernido, embriagado por los cuentos de hadas de amor a primera vista y para siempre. Pero en una sociedad demasiado sexualizada la gente esperaba algo más instantáneo que el amor, mucho menos comprometedor y prolongado y era algo en lo que Zenitsu no estaba interesado. Era muy cariñoso con las personas que atesoraba, pero realmente nunca había tenido algún interés realmente físico por nadie y se consolaba repartiendo todo su cariño entre sus amigos y familia. No se sentía presionado para enamorarse. Se arremangó la camisa, guardando la carta en su pantalón, recordándose que más tarde debía mandarle un mensaje a su profesor para que le diera una respuesta afirmativa a su amigo. 





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