Capítulo 13

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"Lo que está entre comillas son pensamientos"
-Lo que está entre guiones son diálogos-

Mercenario a su Servicio - Capítulo 13

La sacerdotisa de barro caminaba entre la oscuridad de la noche y la sombras del espeso bosque, una de las serpientes caza almas trajo a su dueña noticias acerca de su reencarnación y el guerrero Bankotsu.

La sacerdotisa supo entonces que ella se encontraba en un peligro inminente, que su reencarnación pronto cometería una locura que no sólo dañaría a la joven del futuro, sino también a su amado hanyou; no podía, ni tampoco quería imaginar que plan enfermizo tendría Naraku en mente como para regresar a aquel asesino a este mundo y mandarlo a solas con la miko del futuro.

No había tiempo para avisar a Inuyasha, ella iría a rescatarla y la traería de nuevo al lado de Inuyasha, aunque doliera, y regresaría a Bankotsu a donde pertenece, a la tumba.

Las serpientes rodearon el cuerpo de barro y la elevaron por los cielos, la velocidad con la que se transportaba era buena y de seguir así llegaría en la mañana a aquel lugar, sólo esperaba que Kagome no cayera en la trampa de Naraku.

Naraku estaba al tanto de lo que había sucedido entre ambos adolescentes, era la oportunidad perfecta, el haberse enamorado de un hombre que ya no pertenecía a este mundo le costaría la pureza de su corazón a la sacerdotisa.

—Ve por ella—

— ¿Por qué yo? —Kagura arrugó el ceño.

—Y a él... mátalo, no me sirve ya—

La dama de los vientos levantó sus hombros con indiferencia —Como quieras—arrancó una de las plumas que llevaba en su cabello, la cual aumentó de tamaño, Kagura subió en esta y comenzó a volar.

Bankotsu se despertó al despuntar el alba, el frío arreciaba cada vez más y no sentía deseos de salir de la cabaña, pero sabía perfectamente que la comida no llegaría por sí sola a sus platos, por lo que no le quedaba de otra que salir y buscarla el mismo.

Al mercenario le costaba trabajo abrir los ojos, pero terminó haciéndolo al escuchar la relajada respiración de la joven que dormía a su lado. Examinó con lentitud el juvenil rostro de la sacerdotisa, el cual era iluminado por la tenue luz de la fogata, mientras que con sus dedos recorría con suavidad la esbelta silueta de la colegiala. Un par de horas más no le haría mal a nadie, así que la abrazó de nuevo y cerró sus párpados, disfrutando del suave calor de la chica.

Después de un rato se levantó y se puso su acostumbrado atuendo, buscó entre las viejas pertenencias de los aldeanos y encontró unas yukatas rotas, pero por lo menos le protegerían del frío, ya que esa mañana comenzó a nevar.

Bankotsu tenía una extraña sensación con respecto ella, las palabras que escuchó de la joven y las que él correspondió, lo hacían sentir un poco... débil y vulnerable.

—Si mis hermanos me vieran en este momento, se amotinarían en mi contra y sería el hazmerreír de mis enemigos—Sonrió ante este pensamiento.

Él estaba seriamente preocupado, pues aunque él podía ver la forma tan independiente en la que Kagome se desenvuelve, no podía evitar el sentir angustia, sabía que el demonio que lo había regresado a la vida tenía un plan, pues no por nada Naraku lo había enviado con ella a esa isla para conservarla prisionera hasta que él híbrido llegará, esa era su misión, pero aun así quería protegerla, no importaba si se trataba de Inuyasha o de Naraku, ahora ella era su mujer y no permitiría que nadie se la arrebatara, ninguno de esos dos hanyous la tocaría.

Pronto su angustia tomó forma al ver a Kagura volando sobre aquella isla.

— ¡Maldición! —Bankotsu comenzó a correr, rogaba poder llegar a tiempo, el mercenario tenía la horrible sensación de pesadez en sus piernas, sentía que por más rápido que corriera no avanzaba nada, que el camino se alargaba ¿Acaso era lo que sentían aquellos hombres cuando sabían que su aldea era atacada por él?

Mercenario a su ServicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora