Capítulo 1

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1|Artes.

En un día como todos, Marion se levantaba de su cama adormilada camino al baño de su habitación, justo como su rutina diaria lo destinaba.

Ella se miró al espejo y notó sus grandes y oscuras ojeras que adornaban sus hermosos y acaramelados ojos. Intentó lavar su rostro con agua fría para disimular lo notablemente cansados que lucían, pero aquella acción claramente no funcionó.

La chica realmente se sentía fatal, pero quizás solo fue una noche de desvelo. En un intento ella cepilló su cabello marrón que estaba hecho un completo desastre. Practicó sonrisas frente al espejo para que su madre no notara su fatal estado y no la atrapara en un interrogatorio sin fin.

Finalmente bajó al primer piso para tomar su desayuno que consistía en dos simples hotcakes y un vaso de jugo de naranja, todo preparado por su madre, quien cambió su semblante alegre por uno de suma preocupación al instante de notar el deplorable estado que su hija cargaba aquel día. 

Un padre siempre estará preocupado por ver a su hijo, no un cien, sino en un doscientos por-ciento bien. Eso siempre me lo dice mi madre. Y en este caso es totalmente entendible, pues claro que yo también lo estaría.

Marion terminó su desayuno y lavó los platos con sumo cuidado, así evitando romper un plato por la torpeza que su cuerpo poseía. Su madre, sentada en el comedor la observaba analíticamente y con detenimiento, sus cejas ligeramente fruncidas mientras terminaba su vaso de jugo.

—¿Qué haces? —preguntó ella.

—Lavo los platos —respondió la chica con obviedad —. Tengo clase de artes en media hora.

—Si no quieres ir, no lo hagas —manifestó la progenitora con voz temblorosa —, puedes quedarte en casa y hacemos cosas divertidas.

La chica terminó de lavar su vaso de vidrio y lo acomodó en el escurridor a un lado del lavaplatos. Secó sus manos con una toalla que colgaba en la cocina y se giró en dirección a su madre.

—Lo digo en serio, Marion —declaró su madre nuevamente reiterando lo anterior —. Puedes quedarte, te ves cansada. Vamos al doctor, tu maestro lo entenderá.

—No, mamá —contestó la chica extrañada del comportamiento que tomaba su madre hacia ella —. Está bien, solo fue un tonto desvelo. 

Marion se dirigió a su habitación por su mochila ya preparada. La tomó con ambas manos y la colgó detrás de su espalda. Se echó un ultimo vistazo al espejo arreglando su ropa y su cabello. 

Ella bajó e intentó salir de su casa pero fue interceptada nuevamente por su madre con las mismas intenciones de detener a su hija, la cual se negó nuevamente.

 —Hoy, te pido un día —intentó convencer a Marion —. Vamos, es solo un curso de verano.

Aquello a la chica le molestó, pues para ella no era solo un curso de verano. Le encantaba el arte, dibujar, pintar, hacer manualidades con cualquier tipo de materiales, la fotografía, entre otras cosas más. Le ayudaba a distraerse, a salir de lo cotidiano. Dejar de lado tanta realidad y explorar un mundo nuevo en donde refugiarse. Así que, le parecía un total insulto que su madre dijera que su curso de verano solo era eso, un curso, cuando para ella lo era casi todo en su joven vida.

La chica intentó disimularlo y simplemente sonrió y negó la invitación de quedarse en casa aquel extraño y frío día.

Todo lo sentía extraño, iniciando por las grandes ojeras en sus ojos, el extraño comportamiento de su madre más el hecho de que a la misma se le notara un raro miedo o terror en sus ojos y le entregara con sus frías y temblorosas manos un papel con la dirección exacta de sus clases y de su propio hogar.

Te lo prometí [Completa].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora