4|Día lánguido.
—
La lluvia se hizo presente nuevamente. El gris metálico volvía a adornar el vivo cielo azul que solía hacer presencia en las semanas anteriores. El agua corría en grandes gotas que chocaban en el suelo mezclándose con el polvo en la acera, humedeciéndola y levantando un agradable aroma a tierra mojada.
—Vi que colgaste tu cuadro en tu pared —soltó la madre mientras servía dos tazas de café humeante.
Marion simplemente asintió cabizbaja pinchando con su tenedor la comida que yacía en su plato de porcelana. La madre tomó asiento depositando ambas tazas sobre la mesa del comedor. Ella soltó el aire que contenía en sus pulmones con pesadez mirando como su hija jugueteaba sin ánimos con el desayuno.
—Estaba pensando ir al médico —Marion levantó su mirada tomando atención a lo que su madre decía —. No me he sentido bien estos días.
Marion frunció su ceño preocupada y con una mirada interrogativa incitó a la madre continuar.
—Siento que voy a obtener un resfriado, pero no estoy segura de que eso sea —Marion escuchaba en silencio intentando pensar los posibles factores por los que su madre pudo enfermar —, y pensaba que podrías acompañarme.
—¿Yo? —Preguntó la chica confundida.
—¿Hay alguien más además de nosotras aquí? — cuestionó la madre con obviedad en sus palabras.
—Pero tengo clases de artes, yo no puedo...
—Está bien, yo nunca dije que iría ahora —respondió su madre —cuando vuelvas iremos, quiero que te revisen también —. Marion no entendía qué tenía que ver ella exactamente en la enfermedad de su madre y el porqué forzosamente quería ser acompañada. Ella estaba a punto de responder pero su madre se adelantó —. De verdad quiero que lo haga, sería una lastima que enfermaras y tuvieras que faltar por una semana a tus cursos.
Marion serró la boca de inmediato meditando lo último. Aunque los últimos días habían sido muy raros, ella vivía del arte y no se veía faltando ni siquiera un día, por lo que una semana sería una completa tortura para la pobre chica, la cual, no tuvo opción mas que aceptar, la que por supuesto fue una trampa bien ejecutada por parte de su madre.
—Necesitarás llevar un suéter hoy —apuntó la madre —. El paraguas está recargado en la entrada.
Marion asintió y luego de terminar su desayuno y tomar sus cosas se marchó.
El cabello de la delgada chica se movía de un lado para otro bajo la tenue lluvia que se presentaba. Sus botas de plástico salpicaban pequeñas gotas del agua concentrada en charcos sobre la acera. La nariz y las mejillas de Marion comenzaban a tornarse de un rosa carmesí, combinando con la sudadera rosa palo que a la chica tanto le gustaba. Era una sudadera no muy gruesa, pero lograba mantener el calor corporal que el delgado cuerpo de Marion desprendía.
La brisa comenzó a agravarse a mientras los minutos iban corriendo. La chica comenzó a preocuparse y apresuró el paso.
Con triunfo logró llegar a la estación de tren luego de pasar corriendo unos minutos bajo de la lluvia continua. En una esquina cerró su paraguas y lo sacudió intentando tirar lo más posible del agua que tenía encima. Ella sentía su cabello pegado con sudor frío en su frente y mejillas. Intentó arreglarlo pero no le pareció suficiente. Ingresó a los baños y se colocó frente al espejo. Quitó la capucha de su sudadera y con sus manos peinó su cabello con la ayuda de poca agua del grifo.
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Te lo prometí [Completa].
Historia CortaEn la vida siempre existen cosas que solemos olvidar, como el qué desayunaste ayer, dónde dejaste tal cosa o simplemente se te olvida qué era lo que ibas a decir. A veces es frustrante, pero no hay nada como tomar un respiro, quemar el cerebro hast...