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La llama del amor aparece de las formas más inesperadas. En una mirada inocente, en un roce de manos, tal vez en una sonrisa, en un beso para los más atrevidos. Las almas se encuentran, conectan con la otra, se entrelazan para no soltarse.

Si el amor dura lo suficiente surgirán las promesas. Los enamorados jurarán amarse por siempre, permanecer juntos en la tempestad y la calma. Algunos le ponen un nombre a esa promesa universal: matrimonio. Los aventureros se embarcan en una travesía que durará toda una vida, y si lo desean, dejarán un rastro de sí mismos y de su querer en el mundo, descendencia que permanecerá como un recuerdo del otro.

Pero a veces, cuando el amor no es suficiente y se esfuma, las almas se separan e inician su búsqueda en otra parte. Un segundo encuentro, un tercero. Entonces la llama se vuelve a encender. Arde con la misma o con mayor intensidad.

El ciclo se vuelve a repetir y, en el mejor de los casos, se rompe.



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Yixing y su esposa se mudaron a Shanghái a principios del verano. Su mujer había deseado trasladarse por mucho tiempo, ya que su madre residía en la zona y se encontraba, debido a su edad, muy delicada de salud. Ella quería cuidar de su progenitora en lugar de pagar una enfermera. Yixing era un esposo amoroso y compresivo, por lo que ahorró lo suficiente para hacer el viaje.

Pronto consiguió un trabajo como periodista en un semanario local. La paga no era mala, bastaba para el alquiler y la supervivencia de ambos. Encontraron un buen lugar en la periferia para residir. La dueña del lugar era una amable mujer que se había quedado sola tras la partida de su hijo a otra ciudad. Les rentó la antigua habitación del muchacho con un descuento, por tratarse de una pareja joven que no era originaria de la capital. El cuarto era amplio, más de lo que habrían encontrado en otra parte por el mismo precio.

El día que se mudaron resultó un auténtico caos. El departamento de a lado también había rentado una habitación para otro matrimonio, por lo que los ayudantes de la mudanza confundían algunos objetos y los colocaban en la entrada de la pareja contraria.

Yixing supervisó el traslado mientras su esposa se iba con su madre. Devolvió algunas cosas a los otros inquilinos y ayudó a mover los objetos más pesados. Pagó un monto extra de la tarifa establecida por la confusión generada, agradeciendo la paciencia de cada trabajador. Al terminar descansó en el pasillo, recargado en la barandilla de las escaleras con un cigarrillo en mano.

—Lamento los inconvenientes —dijo una voz masculina a sus espaldas.

Yixing giró el rostro para ver a la figura que le miraba desde el marco de la puerta de a lado.

—Está bien —sonrió amablemente—. Fue una buena forma de conocer a mis vecinos.

El hombre asintió y le devolvió la sonrisa. Parecía joven, quizá un par de años menor que Yixing. También vestía de forma casual; sin corbata, la camisa desabrochada de los dos primeros botones y las mangas cuidosamente dobladas hasta los codos. Muy agraciado.

—Que tenga un buen día.

—Igualmente.

La puerta se cerró.

Yixing permaneció ahí. Terminó su cigarrillo antes de introducirse en su nuevo hogar.



Ambos matrimonios se encontraron un par de días más tarde. La casera de los Zhang había organizado una cena para conocer a los inquilinos, deseaba saber qué clase de personas vivirían a su lado y frecuentaría al salir.

El muchacho que Yixing conoció se presentó como Oh Sehun, un joven proveniente de Corea del Sur que se había convertido en el asistente de un importante comerciante marítimo. Su esposa era una joven silenciosa, con una mirada fría que se suavizó al hablar con la mujer de Yixing. Ellas se entendieron muy bien, Sehun y él no hablaron demasiado.



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La vida en Shanghái se volvió monótona con el paso de los días. Yixing estaba solo gran parte de la semana, su esposa estaba demasiado ocupada con su madre enferma. Cocinaba la mayoría de las noches y, a veces, si la pereza era más fuerte, iba un par de calles abajo para conseguir sopa de fideos.

Envuelto en la cotidianidad, no se percató de que en la otra puerta sucedía algo similar.

Sehun también estaba solo. El trabajo de su esposa requería que viajara a distintas partes del país por tiempos prolongados, lo que lo orillaba a vivir como un soltero a tiempo parcial. Cenaba y dormía en una cama vacía.

Al igual que Yixing, el señor Oh desarrolló un gusto por salir cada noche y comprar un poco de sopa. Se colocaba un sombrero sobre el cabello negro y tomaba el termo que su esposa le había regalado en su último viaje. Caminaba entre las calles y llegaba al puesto iluminado por luces amarillentas. La dependienta se acostumbró pronto a su presencia, aprendió su horario y se alegró de verlo volver cada día.

—¿Lo de siempre? —preguntaba ella.

Sehun asentía con una sonrisa y extendía su termo.

Una rutina monótona. Trabajo, cena y dormir. Trabajo, cena y dormir.

Y un día todo ocurrió diferente. Sehun llegó tarde a casa, retrasó su salida nocturna y consiguió los fideos media hora después de lo acostumbrado. Yixing escribió un par de hojas más para una nueva historia del semanario, por lo que olvidó cocinar. Se negó a cenar con la casera y emprendió su camino al puesto de fideos.

Sehun subió los escalones del callejón que llevaba lejos del local al mismo tiempo que Yixing los bajaba. El espacio era reducido, fue inevitable que se encontraran con el otro.

Se miraron como si lo hicieran por primera vez. La luz era escasa, pero Yixing pudo percibir el brillo en los ojos de Sehun. Fueron unos segundos, antes de que ambos siguieran su camino. Yixing giró para verlo un momento más, Sehun lo imitó al llegar al último escalón. Esta vez sus miradas no llegaron a cruzarse.

Escucharon los pasos del otro y luego nada. Todo volvió a la normalidad.

Pero no fue así.




[...]

Pensé que volvería hasta la siguiente semana pero me adelanté un poco (o mucho).  Vengo con una nueva y pequeña historia, en verdad espero que les guste. Trataré de no tardar con las actualizaciones.

¡Nos leemos!


P.D. Los posibles errores los corregiré más tarde.

Mood for love [SeXing]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora