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Al tomar sus votos en el altar, Yixing creyó con firmeza que jamás tendría el corazón para tener un amorío con otra persona. Él amaba a su esposa, su personalidad y su bello rostro, la forma en que se apartaba algunos mechones del cabello y los colocaba detrás de su oreja. Tan bonita. Ella hizo que su corazón latiera y se detuviera con una misma oración. Pero el tiempo pasó, algo cambió entre ellos, en ella, y no pudo darse cuenta hasta que ya era demasiado tarde.

Su esposa rompió la promesa que hicieron el día de su boda. Encontró felicidad en alguien más, en otra mujer casada. Dejó atrás a Yixing sin mirar siquiera. Tomó lo que la señora Oh le ofreció, una clase de amor que él jamás podría darle.

Yixing lo aceptó, con ira al principio. Estaba herido, dolido de que todo terminara en un abrir y cerrar de ojos. Fue demasiado abrupto, pero se recupero. Decidió participar en el juego que Sehun le ofreció y se dejó embriagar por los mismos placeres que cautivaron a su mujer. Quiso ponerse en su lugar, disfrutar lo que alguien más podría ofrecerle. Gozar de lo que un hombre podría ofrecerle.

No sintió ningún pesar en su consciencia cuando reservó una semana completa en el hotel cerca de su trabajo. Pagó con un par de billetes y tomó la llave de la habitación, la guardó en su bolsillo, apretándola con suavidad por encima de la tela del pantalón. Más tardé recogió a Sehun. Lo esperó afuera de su oficina con una pequeña sonrisa y la llave en su mano a modo de regalo. Sehun tomó la llave y le dedicó una sonrisa cómplice.

Subieron a un taxi, Yixing dio la dirección y Sehun trató de memorizarla. El conductor no sospechó nada, tal vez pensó que se trataba de un par de hombres que viajaban por negocios. Sehun pagó el taxi esta vez, incluso cuando Yixing protestó.

—Tú pagaste el hotel —dijo Sehun en voz baja, una vez que ambos se encontraron en la acera.

—Pensaba cobrarte más tarde —Yixing lo empujó suavemente con el hombro para que avanzara, sin darle oportunidad de réplica al muchacho.

Sehun entró en el hotel. Encontró una modesta recepción, algo oscura, por las pocas ventanas y la escasa iluminación de las lámparas. Discreto, pensó el chico. Giró a la derecha, a las escaleras que llevaban a los pisos superiores. Yixing le siguió de cerca, sintiendo como su corazón bombeaba más rápido en anticipación.

La habitación estaba en la parte central de un largo pasillo, en el segundo piso. Ahí sí había una gran ventana, desde la que podían mirar sin temor a ser reconocidos (debido a la altura). La alfombra bajo sus pies era de un intenso rojo, impedía que fueran escuchados por los otros residentes al caminar.

Sehun avanzó para abrir la puerta. Introdujo la llave con torpeza, su mano tembló ligeramente al girarla. Yixing no lo notó, parecía demasiado ocupado en observar el perfil de su acompañante. Aquel día Sehun lucía demasiado atractivo, en un traje que se amoldaba excepcionalmente bien a su figura, sobre todo a sus brazos y espalda.

—Señor Zhang.

Yixing parpadeó. Sehun no lo había llamado así en mucho tiempo, pero estuvo obligado a hacerlo cuando no reaccionó a su nombre las primeras cinco veces.

—Entremos —dijo.

Sehun lo obedeció. Encendió las luces al introducirse y contempló la habitación. Era simple; una cama, un armario y un escritorio, una televisión y una radio, en el fondo un pequeño baño. Las cortinas eran de un rojo casi anaranjado, similar al inicio del fuego, resplandecían con intensidad bajo la luz de los últimos rayos del sol.

—Es todo nuestro —anunció Yixing.

Nuestro —repitió Sehun en un susurro. Giró sobre sus talones y encaró a Yixing—. ¿Qué quiere hacer?

Yixing pareció pensarlo.

—No sé si deba.

—Creí que habíamos superado esa fase —Soltó una pequeña risa.

—Bien. Entonces lo haré.

Fue sorpresivo. Yixing acortó la distancia que los separaba y lo besó. Colocó una mano sobre el rostro de Sehun, la otra afianzó su cintura.

El muchacho se quedó quieto por unos segundos, hasta que recordó lo mucho que había pensado en ese momento, lo mucho que lo deseaba. Regresó el beso con mayor intensidad. Colocó sus manos sobre los hombros de Yixing y lo atrajo más a su cuerpo.

El beso se sintió diferente a cualquiera que hubieran compartido con sus esposas. Era más brusco, apasionado. No estaban preocupados por ser delicados, porque no era necesario. Sehun estaba satisfecho con la forma en que era sujetado, de la lengua que se enredaba con la suya. Yixing disfrutó de la boca ajena, de los dientes que se ciñeron a su labio inferior antes de dejarlo ir.

Respiraron agitados. Las manos de Yixing se suavizaron sobre el cuerpo de Sehun, descendieron a su cadera lentamente. El muchacho tomó el rostro de Yixing, acarició sus mejillas con los pulgares, de la misma forma en que a él le gustaba sostenerlo.

—Necesitaremos más que sólo una semana —declaró.

Yixing estuvo de acuerdo.



.



La habitación doscientos cuatro se convirtió en un santuario para los amantes. Se encontraron cada noche para compartir besos y caricias, alegrías y pesares.

Algunos días ambos permanecían en silencio, cómodos sólo con la compañía del otro. Sehun leía sobre la cama, mientras Yixing escribía un nuevo artículo o historia. El ruido de la máquina inundaba el lugar, el humo del cigarrillo de Yixing se expandía hasta llenarlo todo. A la medianoche se detenían para descansar. Sehun dejaba su libro sobre el escritorio y hacía un espacio para Yixing en el colchón. Se recostaban uno frente al otro y un suave "buenas noches" salía de sus labios antes de dormir.

En los días calurosos abrían la ventana y las cortinas. Se desvestían del torso para soportar las altas temperaturas, tentando al otro en secreto debido a la parcial desnudez. Sehun encendía la radio y bailaban entre risas por un par de horas. A veces Yixing cantaba las viejas óperas que se transmitían en televisión, siendo alabado por el muchacho y recompensado con un largo beso entre cada canción.

Al correr de los días, encontraron más difícil contenerse. Ya no podían saciar su deseo sólo con besos y caricias. Yixing deseó probar la piel de Sehun, comprobar si era tan suave como lucía. Sehun quería delinear los músculos de las piernas de Yixing, recorrerlos y llegar, por voluntad y no por accidente, a la curvatura bajo su espalda. Eran amantes, y podían hacerlo si les placía, pero había algo que todavía se los impedía.

Ninguno había yacido jamás con un hombre. Su inexperiencia los volvía vulnerables, los detenía cuando los besos se tornaban más necesitados, cargados de una pasión que quemaba dentro de sus venas. Tenían miedo, no de tener sexo, sino de herir al otro en el proceso. Yixing lo puso en palabras primero, Sehun lo aceptó.

Encerraron las llamas, las reprimieron tanto como les fue posible. Y un día, como cualquier otro, todo explotó. Sehun no pudo detenerse y le pidió a Yixing, con voz suplicante, que tampoco lo hiciera.





[...]

¡Por fin tengo internet otra vez! Así que heme aquí. 

Espero que el capítulo les haya gustado. Tal vez nos quedan tres más y será todo, todavía no estoy segura. Intentaré no tardar mucho con el siguiente, pero no prometo nada. Mi mini break terminó y tengo que regresar a la escuela en línea para terminar el semestre. Además inicié otra pequeña historia (lamento la auto promoción).

En fin, ¡nos leemos!

P.D. Espero que no tenga muchos errores.

Mood for love [SeXing]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora