03. Dolorosa ruptura.

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Rebecca caminaba hacia su casa, había salido del gimnasio, y venía a acompañada de su mejor amigo; Alexander Thompson.

Eran tan solo las siete de la noche, por tercera ocasión, había salido tarde de aquel gimnasio, sin saber que la rutina del día de hoy era demasiado pesada, tanto que, se sentía desfallecer, ambos venían un poco sudorosos, ya que su a amigo además de cuidarla, también cuidaba su perfecto cuerpo.

Rebecca era una chica que, gracias al ejercicio, que se mataba, terminaba por quedarte hermoso todo lo que se pusiera, pegó a su boca aquella botella de agua, y luego se hidrato con el agua de ella, Alexander solo la miró con una mueca divertida al verle tragar considerable agua.

—Que hábil tienes la boca, eh—escupió mientras levantaba las cejas constantemente.

—¡Dios, cállate! ¡Eres un asqueroso! —bufó ofendida mientras le golpeaba levemente el hombro a su acompañante, Alexander solo soltó una carcajada.

—Yo lo dije Becca, tú lo pensaste... —exclamó antes de tan solo levantar las manos, en signo de paz, ella solo rodó los ojos con diversión.

Alexander le prometía siempre ir a dejarla a su casa, él sabía que considerablemente había un acoso por parte de su sexo, tanto que estaba dispuesto a acompañar y hacer lo posible para que Rebecca no recibiera ese tipo de acoso.

Alexander solía cuidar a Rebecca demasiado, la había conocido cuando ambos habían entrado a la preparatoria, ambos coincidiendo en todo, gustos similares en todo caso.

Rebecca solo miro su reloj, posiblemente su novio ya estaba en casa, ya que ambos vivían en un departamento, pero no sabía nada de su novio, aquel chico que había prometido llamarle apenas saliera del gimnasio, pero no había rastro alguno de aquel hombre.

Últimamente su novio, no pasaba tanto tiempo con ella, pues cualquier instante solía salir con rapidez, dejándola comer cosa, cenar sola, y dejarla a media película sola. Parecía tener mejores cosas que hacer, y cuando ella solía preguntarle, él se excusaba con un posible trabajo pesado que le habían dejado, cosa que ella no creía del todo, pero no quería pelear.

El cariño ya no se sentía lo mismo, cada vez empeoraba más, ya no le demostraba el mismo amor e interés que cuando la había conocido en la universidad.

Alexander, solía insistirle que lo dejase por no mostrar interés alguno, ya que solía decirle que ella era mucho como para quedarse con las sobras de un amor o de una relación que lo fue, pero ella solo hacia caso omiso.

Lo que ella no le decía, era las veces que la había dejado sola, y había llamado a su amigo para mentirle de una cena de amigos, pero, él sabía perfectamente que la había dejado plantada, pero, aun así, pasaba una tarde increíble con ella, haciéndola olvidar de todo, e intentando que no pensara en el imbécil del novio de su amiga.

Salió de sus pensamientos cuando Alexander se detuvo con abrupto, ella se quedó estancada ya que lo vio tensionar la mandíbula, él miraba un punto fijo, de aquel solitario, pero iluminado parque.

—Hijo de puta... —susurró al punto inaudible, sus venas se habían marcaron con prominencia, tanto que sus dientes crujieron por la presión en su cuerpo; estaba furioso.

—Alex, ¿Qué te pasa? —cuestionó confundida, no hasta que decidió mirar hacia donde él miraba, su corazón se aceleró y su corazón se estrujó.

Una opresión fuerte apareció en su pecho al ver aquel panorama, la piel se le erizo tanto que su amigo lo sintió, su novio estaba a lo lejos, mientras lo veía sonreír, posiblemente eso no la hubiera molestado, no de ver que una chica de cabellos azabaches lo acompañaba de la mano, con una sonrisa tirando de sus labios, por un momento se dijo que era su amiga, o compañera del trabajo, no hasta que su corazón se quebró un poco más al ver como ella reclamaba los labios que le habían pertenecido.

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