04. Noche de disfraces.

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Halloween, 31 de octubre.

Halloween era la fecha más esperada por todos, en especial por aquellos niños que habitaban en Kentucky, Estados Unidos.

Kentucky era un pueblo pequeño que celebraba cada año esta maravillosa fecha adornando sus calles por calabazas y calaveras. Completamente llenas de papel y algunas con linterna, en donde la noche era alumbrada con luces tenues, jóvenes paseando, niños corriendo con sus disfraces y una energía superpotencial.

Evangeline era la hermana del medio de su familia, pues tenía dos hermanas más, formando un trio de tres chicas.

Elena de 21 años que era la hermana mayor, y Elissa de 16 años, que era la más pequeña de la familia, Evangeline había recientemente cumplido los 18 años, podía asegurar y decir que ya era mayor de edad.

En aquella casa perteneciente a los Zanoletti, era costumbre preparar distintas cosas, su madre solía preparar la cena mientras su padre adornaba los distintos lugares de la casa.

Elena ayudaba a su madre con aquella comida, y Elissa simplemente era Elissa, ella solo observaba todo, posiblemente buscando que hacer cosa que los mayores no le decían.

Evangeline miraba como todos ayudaban con distintas cosas, bueno, a excepción de su hermana menor, ella vestía con una blusa blanca, encima tenía un overol de pantalón cubriendo parte de su blusa blanca y de todo su cuerpo, sus pies eran cubiertos por unos tenis blancos.

En su cabeza reposaba un sombrero marinero del mismo tono azul bajo del overol, su cabello estaba francamente desordenado, más que nada enmarañado por estar agachando constantemente su cabeza, le ayudaba el viento, quiero decir.

Ella estaba ayuda con la jardinería de su casa, Evangeline amaba la naturaleza, y esto era tener tanta suerte de elegir entre la repartición de las actividades de su casa.

Ella acomodaba y daba un resplandor a aquellas plantas, todo lo que Evangeline solía tocar, florecía.

Estaba en una posición que podría decirse que estaba besando el suelo, su ropa estaba empapada de capas cafés, que era por la tierra que se le había adherido al estar en esa posición. Ella suspiro pesadamente antes de tan solo levantar la mirada.

Su vista se posó en el chico de la casa de enfrente, más conocido como su vecino, aquellos que se habían mudado recientemente el mes pasado, solo la madre de Evangeline había tenido interacción alguna con los nuevos vecinos.

Podía decir que le parecía lindo uno de los nuevos vecinos. Su vista se posó en como aquel chico cargaba un par de cosas pesadas, su playera estaba notablemente empapada por el sudor, Evangeline sintió sus mejillas enrojecerse, el calor se le subió al cuerpo, posiblemente fue el abismo de vergüenza, o de verlo así, el calor se concentró en sus mejillas con abrupto cuando visualizó al chico quitarse la camisa dejando a la vista su abdomen marcado.

Inmediatamente volteó su mirada al suelo, para seguir haciendo sus cosas, no quería que el chico se diera cuenta de su mirada, aquel castaño sintió una mirada sobre él, pero al voltear no había nadie mirándolo, solo había una chica, una chica con la ropa llena de polvo, tierra, con el cabello enmarañado y la vista hacia aquellos rosales que parecía arreglar, y ahí la vio por primera vez, cortando y amasando la tierra con sus cálidas delicadas manos.

Era la primera vez que la veía, de hecho, había visto a otras dos chicas más en la casa de los Zanoletti, pero a ella, ella era la primera vez que la veía, y ya llevaba un mes ahí viviendo.

—Christopher, ¿Dónde estás? —anuncio una voz femenina, era la voz de su madre; la señora Yenny—. ¿Por qué tardas? ¿Podrías apurarte? —bramó en algo repetitivo­—¡Aun hay más cajas por tirar! —exclama dulcemente, Christopher deja de prestar atención alguna a la vecina que no sabía que tenía y suspira pausadamente.

One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora