五 | › ache for redemption
EN LAS MAÑANAS ILUMINADAS POR EL ASTRO REY, Kenna siente que no hay fuerza en este mundo capaz de arrebatarle la paz que habitaba en su interior. No es propiamente feliz, hay en su alma clavada la astilla de sentir que no es digna de ser hija de su padre -no es una maestra de la tierra y aquello duele demasiado como para dejarle ser completamente feliz. Pero disfruta de un plato de comida caliente cada día, tiene a su familia junto a ella y se regozija en paz que se respira por lo que no puede quejarse -hay muchos que sufren en el campo de batalla. Su padre siempre se lo recuerda.
Se ha pasado la mañana jugando con sus hermanas y cuando ha podido se ha escabullido para adentrarse en la ciudad -quiere volver a ir a entrenar. Tiene cierta incertidumbre por sus acciones, su padre le ha advertido de que no quiere que vuelva escabullirse para entrenar después del altercado que hubo durante la visita de Mushi y Lee -es su castigo por desafiarle. Y ahora, en su incesante sacrificio por conseguir dominar la tierra, Kenna le desafía otra vez -sabe que si su padre lo descubre las consecuencias serán terribles. Pero lo hace igualmente, se ve obligada a hacerlo.
No pasa mucho rato en el campo de entrenamiento, solo el suficiente para llenar su rostro de polvo. Se lava en una fuente junto al mercado para así volver cuanto antes a casa; está limpiando su rostro cuando oye gritos a lo lejos -un altercado del que reconoce una voz. —¡Pero si he oído cómo le decías a otro cliente que solo costaba cinco monedas!— es la voz de Lee.
—Para los extranjeros hay un impuesto añadido en mi tienda, así que si quieres mis coles tendrás que pagar diez.— dice el vendedor con prepotencia. Lee no tiene suficiente dinero para pagarlo y casi no les queda comida, no se le da bien controlar su temperamento por lo que está a punto de reaccionar con hostilidad cuando Kenna le detiene. —¡Lee! Hola. Si quieres coles no te preocupes, en mi casa hay de sobras -yo las odio- ven conmigo.—
Está tentado a decir que no pero la verdad es que a penas ha comido en todo el día, para su tío el té parece más que suficiente para alimentarse pero para él no. Necesita comida sólida y no simple agua marrón. Sigue a Kenna entre la ciudad hasta llegar a la zona alta, no dice nada durante el recorrido -no tiene nada que decir. Si no fuese tan orgulloso quizás le habría agradecido su amabilidad, quizás algún día lo haga.
—Mierda.— Kenna maldice entre dientes al ver que sus hermanas ya han regresado a casa, puede ver a su padre a lo lejos -con el ceño fruncido intentando contener su ira- por lo que sabe que él es consciente de su rebeldía. No quedará impune. Le hace una señal a Lee y dan la vuelta a la casa para llegar a la puerta del servicio. —Mi padre no debe saber que estás aquí. La cocina está aquí al lado y a esta hora no va a haber nadie.—
Entran por la puerta trasera y juntos recorren el pasillo que pasa por la alacena en dirección a la cocina. Se detienen al oir voces y Lee dedica un segundo a observar propiamente a Kenna. Apenas la conoce pero hay en ella una perseverancia que admira, tiene la piel pálida de la región de la tierra pero hay unos rasgos inusuales en su rostro -unos rasgos que no comparte con las gemelas. Entiende su dedicación por satisfacer a su padre mejor que nadie y el dolor que provoca no ser un hijo digno. Cuando las voces se alejan Kenna le hace una señal. —Vamos.—
Llegan a la alacena donde hay tanta ostentosa comida variada que causa envidia en aquellos estómagos que apenas tienen algo para comer -a Lee le recuerda a su hogar, solo que ahora lo observa con ojos que son conscientes de el lujo que por aquel entonces le pareció lo más normal del mundo. Se crió como un príncipe, tardó años en comprender lo que era el hambre y la pobreza. Al pararse frente a la puerta de la cocina Kenna la abre con cuidado y la asoma para asegurarse de que allí no hay nadie luego abre la puerta completamente y ambos se adentran en ella.
—Muy bien. La criada que se encargó de ir al mercado compró más coles de la cuenta por lo que no hay ningún inconveniente por que te lleves bastantes. Toma, coge un saco para meterlas dentro.— Lee obedece a sus mandamientos y va metiendo las coles que ella le ofrece en el saco, Kenna las cuenta para que tanto él como Mushi tengan suficiente sin que se note la ausencia de estas en su casa. Hay ya ocho en su bolsa, eso -a cinco monedas por dos coles- le habría costado veinte monedas. Un dinero que no tiene. A demás de las coles Kenna añade un par de tubérculos y un trozo de pescado pequeño para que sus padres no descubran lo que ha hecho. Cuando el saco está lleno y Kenna está satisfecha con lo que le ha dado a Lee, le sonríe a este y se preparan para irse. Entonces se oye la voz próxima de su padre. —El servicio debería comenzar a preparar la cena.—
—Pero, señor... Kenna aún no ha regresado.— La respuesta de su padre ante ese comentario es sagaz y ligeramente hostil. Kenna ve su sobra tras la puerta y comienza a temer porque la descubran. Mira a su alrededor en busca de una salida -el fuego central donde cocinan está encendido por lo que no pueden esconderse en la chimenea. Están a punto de entrar y verla a ella dándole comida a Lee -un comportamiento que su padre castigaría de por sí por el cual después de haberle desobedecido será mil veces más duro y cruel. El saco de patatas y el de coles son grandes, lo suficiente como para cubrir a uno de los dos. Solo a uno. Kenna le quita el saco de comida a Lee de las manos y señala al saco. —Escóndete allí antes de que te vean. ¡Rápido!—
La puerta se abre y su padre entra junto al criado -solo ven a Kenna, parada en la cocina junto al fuego encendido. El criado sonríe. —Ah, Kenna veo que porfín has—
— Déjanos solos.— le interrumpe el General Kanze. El criado obedece por temor al tono de voz empleado y Kenna se queda -en apariencia- sola frente a su padre, quien la observa como si de la mayor de las decepciones se tratase. ¿Esta es la joven que ha de liderar a un ejército? Una ilusa incapaz de obedecer una simple orden por un capricho infantil. La vena de su cuello está hinchada, su ceño está fruncido y sus ojos están nublados por la ira. —¿Cómo te has atrevido a desobedecerme?—
—[土]—
Se acerca el salseo salseante salseoso.
Quería señalar que Tah Geshen seguiría la estructura de la fachada de la ciudad de Petra. Pondría una foto como ejemplo pero ahora mismo me da pereza hacerlo.
Espero que os haya gustado el capítulo, en el próximo las cosas se complicarán aún más. Votad y comentad si lo habéis disfrutado, ¡nos vemos en el próximo!
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𝐃𝐈𝐒𝐇𝐎𝐍𝐎𝐑𝐄𝐃; zuko
FanfictionDISHONORED *.°• KENNA, nativa del reino de la tierra, es desterrada y forzada a emprender un viaje con tal de recuperar su honor. Durante el transcurso de este se encuentra con el Principe Zuko quien se encuentra, como ella, deshonrado. ...