土 | the truths we buried

267 55 6
                                    

七 |› the truths we buried

ERAN JÓVENES Y ESTABAN ENAMORADOS, creían que el mundo estaba a sus pies y que nada podría detenerlos. Por desgracia los jóvenes enamorados son temerarios y demasiado a menudo cometen errores por amor -errores imperdonables.

Kenna se despierta en una celda húmeda en la que no hay ventanas ni luz. Los barrotes son de piedra al igual que las paredes por donde cae agua sin cesar. El nivel del agua no sube pero sus pies están permanente sumergidos en un palmo del frío líquido. No lleva grilletes en las muñecas pero una cadena en su tobillo la mantiene presa en el centro de la celda. Tiene frío y miedo, pero sobretodo no entiende nada de lo que ha ocurrido.

Recuerda a Lee -no sabe que habrá pasado con él, recuerda la discusión con su padre, recuerda el fuego salido de ninguna parte y el terrible ardor en sus pulmones por la falta de aire. Aún le duele el cuello al intentar tragar. Ni siquiera puede beber el agua que cubre sus pies porque es salada. Se abraza las piernas en un inútil intento de conservar el calor mientras llora preguntándose qué ha hecho para merecer un destino tan cruel. ¿Fue su ofensa tan grande como para que su padre la atacase con tal brutalidad?

No sabe distinguir los días de la noche, cuenta el tiempo pasar porque cada cierto tiempo el agua que cae por las paredes se detiene unos minutos para después seguir cayendo. Es la única forma de tener algo parecido al conocimiento del tiempo que ha pasado. Nadie le trae comida ni agua potable, ni tan solo tiene la reconfortante luz de una vela para que le ampare en aquella oscuridad -no entiende porqué no hay velas allí ni tampoco porqué hay tanta agua. Todavía no sabe lo que todos ya saben.

Intenta pensar en cosas que la distraigan: en el caliente té de Mushi y en sus interesantes historias, en el ceño fruncido de Lee y en su porte de príncipe, en sus escandalosas hermanas pequeñas, en su madre. Procura no pensar en su padre, le duele pensar en él.

Lee se ha pasado siete horas escondido tras el saco de coles -el tiempo que Kenna ha permanecido encerrada- ya que ha habido un gran movimiento de gente en la cocina desde lo ocurrido con Kenna. Un criado lo ha visto pero en vez de delatarle le ha dejado salir por la puerta del servicio a sabiendas de que no traería nada de bueno ni para él ni para el desconocido el decirle al general Kanze sobre su presencia. Solo empeoraría las cosas -si es que se pueden poner peor...

Camina por la parte de atrás de la casa arrastrando el saco de alimentos que le ha dado Kenna mientras la culpabilidad le oprime el pecho. Debería de haber hecho algo -cualquier cosa- con tal de ayudarla, pero Kanze parecía tanto a su padre que el miedo le bloqueó. Solo espera que Kenna siga viva.

Al pasar por delante de una ventana abierta oye al general y a su mujer hablar. Se da cuenta enseguida que hablan de Kenna y de su curiosa habilidad para controlar el fuego. Se detiene junto a la cornisa para escuchar lo que dicen. La voz del general Kanze le da escalofríos. —Mañana por la mañana Kenna será enviada a prisión por sus crímenes.—

—Es una niña, Kanze, no ha hecho nada malo.— La cándida voz de la madre de Kenna es suave pero en esta se aprecia el miedo que siente porque le hagan daño a su hija. No parece haber criados en la sala, están los dos solos -y Lee escuchando atentamente. —Es parte del enemigo.—

—¡Es tu hija!— Grita con desesperación. No lleva su sangre pero para ella no hay otro padre que Kanze, es quien le enseño a leer y a caminar, y quien le ha enseñado todo lo que sabe. Antes aquello era suficiente -pero ahora ya no. Él baja la mirada y aprieta los puños sintiéndose traicionado. —No... Ya no lo es...—

El general se da la vuelta dando la conversación por terminada pero Kala no puede permitir que le hagan daño a su hija. —¿Y qué les dirás a las niñas?—

—La verdad, que Kenna es de la nación del fuego y que ha de morir por ello. El saberlo las hará más fuertes.— No, el saberlo arruinará su vida. Son demasiado pequeñas para entender la guerra que asola su reinos -para ellas será como si su padre hubiera matado a su hermana. Kanze camina hacia la puerta.

—Porfavor.... Si alguna vez me has amado... No lo hagas.— Se detiene al oir sus palabras entre sollozos. La quiere, al igual que quiere a Kenna como si fuera una de sus hijas. Pero el honor para él es lo más importante -y el hecho de que quieras a alguien no quiere decir que no seas capaz de hacerle daño. Kala continua rogando. —No ha hecho nada malo... No es culpa suya... No hagas pagar a Kenna por mis errores.—

Kanze la observa con el ceño fruncido y el dolor de la tradición aún en sus ojos. Nunca antes ha tenido piedad pero esta es la única misericordia que puede ofrecer. Traga en seco y cierra los ojos. —Las niñas se quedarán bajo mi mando, no sabrán jamás lo que hiciste. Kenna será desterrada de este reino, si la vuelvo a ver jamás, la mataré.—

—En cuanto a tí, antes del amanecer los guardias te llevarán a prisión donde serás ejecutada por tus ofensas al reino de la tierra.— A pesar de la certeza de una muerte próxima Kala respira aliviada al saber que su hija vivirá para ver amanecer un día más. Se seca las lágrimas y asiente sin dudas en su alma. Kanze se va y Lee continua su camino.

Cuando llega a la humilde posada en la que se hospedan sus piernas comienzan a temblar después de haber estado tantas horas en una misma posición, siente sus sentidos tan colapsado que le cuesta hasta escuchar las palabras que su tío le dice mientras se toma un té. —Has tardado bastante. Ya sabía yo que te iba a costar encontrar el mercado, pero no pensé que tanto...—

Es entonces cuando se gira para observarle. Tiene una mirada derrotada, sus puños están apretados con dolor y frustración y sus piernas no paran de temblar. Habría caído al suelo si no fuera porque su orgullo le obliga a mantenerse en pie. No sabe qué decirle a su tío cuando este le mira con sus ojos preocupados y le pregunta. —¿Ha ocurrido algo?—

—[土]—

Solo actualizo porque este capítulo lo tenía ya escrito hace tiempo.

La celda en la que está Kenna atrapada está especialmente diseñada para mantener a los maestros del fuego atrapados. Por ello lo del agua y la falta de velas.

Kenna aún no sabe que es de la nación del fuego porque la verdad es que cualquiera en su misma situación tardaría en darse cuenta.

Espero que os haya gustado el capítulo, el próximo será el último de esta primera parte de la historia. Chao!

𝐃𝐈𝐒𝐇𝐎𝐍𝐎𝐑𝐄𝐃; zukoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora