土 | fire has no honor

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六 |› fire has no honor

LA IRA DE UN PADRE NO TIENE RIVAL y deja demasiadas heridas que nunca sanaran. Lo que el general Kanze no entiende es que utilizando el miedo para enseñar, lo único que se enseña es miedo. Nada más. Kenna teme a su padre: le quiere, le admira -pero le aterra más que ninguna otra cosa en este mundo. —¿Y bien?¿Tienes algo que decir en tu defensa?—

—No, padre.— Sabe que si intenta justificarse el castigo será peor, por lo que se muerde la lengua rogando al Avatar para que su padre no descubra a Lee escondido entre las coles. Su padre la observa en silencio con severidad mientras Kenna permanece tensa, con las manos tras la espalda y la mirada pegada en sus pies -él consideraría una impertinencia el mirarle a los ojos. —Parece ser que nunca aprendes, me has faltado al respeto por última vez...

Lee siente un escalofrío bajo su piel, como si tuviera la certeza de que algo malo va a ocurrir -algo terrible. Y por algún motivo toda aquella situación le es demasiado familiar. Le dan igual las coles, ahora solo desea salir de allí lo antes posible -huir lejos del hombre que le recuerda demasiado a su padre. Después de unos largos minutos, el general Kanze dicta su sentencia. —No volvieras a acompañarme a las reuniones militares, no saldrás más de esta casa si no es en mi compañía -y dejarás de ser mi heredera.—

—¡Padre, no puede hacerme esto!— Su voz se rompe al hablar y a pesar de que Lee no la haya visto, sabe que está llorando. Por suerte no puede verla desde su escondite, lo único que hay en su campo de visión es una parte de la chimenea de la cocina en la que solo quedan cenizas. Entonces ve una chispa y varias ascuas se encienden. El general Kanze se mantiene impasible. —Se han acabado las impertinencias, Kenna.—

—¡Perdóneme, porfavor!— Las ascuas se convierten en pequeñas llamas que van creciendo con cada gemido de frustración que sale de sus labios. Cuantas más lágrimas caen más llamas surgen, pero ambos están demasiado enfocados en la discusión como para darse cuenta. Lee ve las llamas -y por desgracia sabe lo que significan. Después de todo no fue su tío quien hizo danzar aquella vela... —He tomado mi decisión.—

—¡No lo hagas porfavor!— Kenna se deja caer en sus rodillas para suplicar clemencia a pesar de saber que su padre nunca ha tenido piedad por nadie. Le aterra el haberle decepcionado, el no poder demostrar que puede lograr dominar la tierra -solo necesita esforzarse un poco más- le aterra que su padre ya no le quiera y que la considere una mera molestia. Una bastarda a la que no debería de haber acogido en su casa. El ser su heredera era el único consuelo que tenía para su dolor, ahora no tiene nada.

—¡Padre...!—Cuando su voz se desgarra con agonía las pequeñas llamas se convierten en un fuego descontrolado que acaba escapando de la chimenea. El general y su hija se alejan de las llamas súbitamente. No es un fuego natural -la chimenea estaba definitivamente apagada y las llamas danzan de una manera demasiado errática- por lo que él sabe con una certeza absoluta que un maestro del fuego lo ha creado. Un enemigo. Kenna está asustada y confundida. Kanze observa el fuego -y luego la mira a ella.

Su ceño sigue fruncido pero ahora hay un deje de crueldad en su mirada -el mismo que tiene justo antes de una batalla. Analiza a Kenna de una manera casi deshumanizada, como aquel soldado que en vez de ver a un hombre frente a él, ve a un enemigo al que debe ejecutar.

Kenna sigue sin comprender lo que está ocurriendo. Su padre la devuelve a la realidad agarrándola del cuello y empujándola contra la pared. Kenna no tarda en darse cuenta de que se está ahogando -su padre la está ahogando. —.... Eres .... Todo este tiempo has sido tú....—

—Pa- Padre. Pa- porfa- vor.— la vista se le empieza a nublar, las lágrimas salen descontroladas de sus ojos mientras sus pulmones luchan desesperadamente por respirar. Las llamas siguen creciendo como si fuera imposible contenerlas, como si luchasen contra un enemigo invisible. El fuego no tiene honor, es un criatura salvaje que pelea para no extinguirse, luchando por conseguir una única cosa -aire. Lo que Kenna desea más que nada en estos momentos.

Lee se encoge detrás del saco mientras cierra los ojos y se tapa los oídos. No puede hacer nada. Si sale de su escondite para defender a Kenna lo más probable es que ambos acaben muertos. Cierra los ojos porque no puede soportar verlo, es como ver su propia vida -su dolor- en tercera persona. Es demasiado horrible.

No puede hacer maniobras para doblegar el fuego a favor de Kenna pero intenta controlar su respiración para relajar las llamas y que estas la protejan. El incendio roza la ropa del general Kanze y este se aleja súbitamente de Kenna dejándola porfín respirar. Ella cae al suelo incapaz de mantenerse en pie y tose intentando aliviar el dolor y las arcadas. Nunca se ha alegrado tanto de el mero acto de respirar.

Pero Lee suspira aliviado demasiado pronto porque Kanze, creyendo que ha sido ella quien ha dirigido las llamas hacia él, aprovecha que Kenna está en el suelo para golpearla sin piedad en las costillas. Arrebatándole aquel ansiado aire de sus pulmones. —¡Maldita traidora cómo te atreves a atacarme!—

Los gritos hace ya rato que han alertado a los criados pero ninguno de ellos ha tenido el valor de entrar en la cocina por temor a convertirse en objetivo de la ira del temible general Kanze. Solamente la madre de Kenna se atreve a atravesar esas puertas. —¡¿Qué está ocurriendo aquí?!—

Como si fuera prisionero en una terrible ventisca, el incontrolable fuego disminuye con rapidez hasta consumise por completo ante sus ojos. Kala mira a aquellas cenizas que segundos atrás habían sido gloriosas llamas, mira a Kenna derribada en el suelo con sus visión nublada por la falta de oxígeno y las lágrimas, y luego lo mira a él -a sus ojos faltos de misericordia que saben ya el secreto que tantos años ha luchado por esconder.

Hizo todo lo que pudo pero no fue suficiente, nunca lo es. Kala traga en seco sabiendo que no vivirá para ver amanecer.

—[土]—

Estoy cargada de trabajos de la uni por lo que no voy a poder actualizar muy seguido, aún así quiero que sepáis que ni esta historia ni ninguna de mis otras obras están abandonadas.

El padre de Kenna es horrible pero es porque viene de una familia de soldados que llevan generaciones luchando contra la nación del fuego por lo que ha sido educado como un militar y esa es su prioridad. No es que odie a Kenna, es que al saber que puede controlar el fuego ella se ha convertido a sus ojos en el enemigo. Y le han enseñado siempre que hay que matar al enemigo.

Espero que os haya gustado el capítulo. Chao!

𝐃𝐈𝐒𝐇𝐎𝐍𝐎𝐑𝐄𝐃; zukoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora