*
No supe que ocurrió de mi vida en toda la mañana del domingo, yacía acostada desde que me desperté, venían siendo la tres de la tarde y todavía estaba en pijama.
Alcancé a desayunar un plato de cereal, era lo único que se nos permitía tener en nuestros dormitorios, el pan y todo lo que conlleva un sándwich de metía de contrabando.
Mi cabeza no dejaba de armar teorías descabelladas sobre la noche anterior, las dudas estaban a flote y la curiosidad que sentía ya no se podía apagar. Probablemente me estoy metiendo a la boca del lobo, pero no podía seguir viviendo en la ignorancia.
No entres al bosque.
No juegues en el bosque.
El bosque es peligroso.
Todas las advertencias de mi madre siempre caían en lo cotidiano, nunca cuestioné su obsesión por el bosque, pero tampoco le hacía caso. Siempre que veía la oportunidad de entrar a ese paisaje verde... Entraba. Cientos de leyendas se narraban y, como protagonista eran las montañas y el bosque. Deseaba saber más aunque eso implicara investigar por mi propia cuenta.
El sonido de la puerta abriéndose me volvió a la realidad. Mis mejores amigas habían llegado de su descanso, dejaron su bolso en el suelo. Kara se acostó en su cama y Violet tomó asiento en la silla giratoria que venía con el escritorio.
—¿Por qué sigues en pijama?
—Es domingo, no deseo hacer nada —fingí desinterés.
—¿Por qué no te comunicaste con nosotras en todo este tiempo? —inquirió Violet con una ceja levantada.
Sabía perfectamente que mis amigas sospechaban que me ocurría algo, pero no podía decirles todo lo que ví, porque no estaba segura de que aquello fuera realidad.
—No tengo celular —me levanté y estiré mis brazos.
—Tienes una laptop, esa no es una excusa.
—¿Acaso esto es un interrogatorio? —Cuestioné algo molesta —, no tenía ganas de hablar con nadie. Es simple, cuando alguien no habla contigo es porque no desea hacerlo.
—El abuelo se molestó cuando se enteró que mi tío no fue el que te llevó nuevamente al instituto, sino que los vecinos —informó Violet mientras se sacaba los botines.
—¿Vecinos? —Kara me miró expectante, —¿Volviste al instituto? ¿De qué me perdí?
—Nuestra querida amiga se hizo amiga de los tres placeres de la vista —me acusó la pelirroja.
—¡¿Qué?! —exclamó Kara, lanzó una de sus almohadas a mi cabeza.
Me froté la sien, no tenía buen humor en estos momentos y mis amigas no ayudaban en lo absoluto, pero yo tenía la culpa.
—No somos amigos —puntualicé lo último con hastío. —Lamentablemente soy su compañera en un proyecto de física. —Le lancé devuelta el cojín y este impactó con el rostro de la rubia.
—¿A dónde fue toda la emoción de ayer? —Mi prima juntó sus cejas y una mirada inquisitiva de sus ojos azules no se apartaban de mí.
—La cagué y se fue por el drenaje —me levanté, los calcetines amortiguaron el frío del suelo.
—Alguien está de malas —se quejó Kara.
Aquello hizo que aterrizara, me estaba desquitando con ellas por lo que sucedió ayer.
—Chicas, discúlpenme —me rasqué el brazo y suspiré—. Ayer no fue un buen día y me estoy desquitando con ustedes.
—Mi niña —Kara extendió sus brazos y una expresión de ternura no abandonaba su rostro.
ESTÁS LEYENDO
EL PECADO DE LEILA
FantasyLos cuervos eran la señal de que ellos estaban cerca. * Greamunt. Un pueblo envuelto por inmensas montañas y cerros, rodeado de un bosque frondoso y misterioso. Desde niña, la idea de que estuviéramos en el bosque...