Capítulo 8 🍀

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No podía explicar lo que observaba... Pero lo encontré fascinante.

*

Después de mi encuentro con Areu en la nieve, no volví a toparme con él... Tampoco con Devak o Pax.

Sabía que me estaban evitando, a pesar de no ser consiente de todo lo que sucedía a mi alrededor tenía la leve sospecha de que algo se avecinaba y esos tres aparecerían como protagonistas o antagónicos. Quería decir que su evidente alejamiento hacia mí fue reconfortante e incluso un alivio, pero mentiría, no podía explicar aquello, solo que me sentía en peligro y atemorizada por aquellas criaturas... Aunque dije que ellos no me daban miedo, todo lo que los envolvía sí.

La semana transcurrió veloz, sin nada que decir. Los tres se saltaron todas las clases que compartíamos (incluido física). Tuve que devolver el libro, afortunadamente la persona que me atendió no fue Alonso. Mi cabeza era un basurero de teorías absurdas y sin fundamento.

Era sábado al medio día.

Me encontraba arreglando las cosas para irme de esta prisión. Violet paseaba de un lado a otro buscando su maquillaje, ya que siempre lo dejaba regado por toda la habitación. Kara ya estaba con un pie en la puerta, fastidiada y queriéndonos matar por nuestra tardanza.

—¡Apúrense! No me estoy haciendo más bella por esperarlas —exclamó la rubia mientras movía la punta de su pie contra el suelo en repetidas ocasiones.

Terminé de recoger mis cosas, dudé en llevarme la chamarra de Areu, pues seguramente tendría un interrogatorio en mi casa sobre su procedencia. Violet y Kara jamás notaron que dicha prenda no era mía y tampoco quería que lo descubrieran.

—Ya voy —avisé, empecé a caminar hasta la puerta con mi prima detrás mío. Damián me mandó un mensaje explicando que en quince minutos estaría en el internado.

Aquello me puso ansiosa, nerviosa. Mi padre vendría por mí y de paso por la Triumph Tiger 100, aclarando que no tenía ni la más remota idea de que sucedió con dicho vehículo, debía pensar algo y ¡rápido!

Oh, dioses de las motocicletas, tírenme una por favor.

—La próxima vez pongan su alarma —alegó Kara mientras cerraba la habitación.

Todos los estudiantes estaban apurados, creo que la mayoría deseaba irse del instinto lo más pronto posible. Bajamos las escaleras de mármol casi corriendo, en la entrada nos esperaba Olivia. Su vestimenta era lo cotidiano, una falda hasta las rodillas y una blusa de manga larga.

—Disfruten su fin de semana chicas —expresó.

Las tres nos miramos algo extrañadas por su comportamiento pero agradecimos el gesto y salimos disparadas del enorme edificio. El jardín seguía repleto de nieve, definitivamente disfrutaría este fin de semana. El guardia de seguridad que vigilaba el portón de rosales registraba nuestras pertenencias y nos permitía el paso.

Al salir finalmente de la prisión que se hacía llamar escuela, busqué por todos lados el automóvil de mi padre pero aquello fue en vano, todavía no había llegado. A nuestra derecha aparcó mi tía Maire, bajó de la camioneta y nos brindó un saludo con la mano.

—Me tengo que ir —susurró mi prima—, hablamos luego. Disfruten su fin de semana.

Nos plantó un beso en la mejilla y corrió hasta su madre. La tía se despidió, nuevamente con un ademán y entró a la camioneta blanca.

—Es raro que tu padre tarde para recogerte —comentó Kara. El auto de su padre se visualizó dando la vuelta para llegar al instituto. —Si quieres le digo a mis padres que esperen hasta que llegue tu papá.

EL PECADO DE LEILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora