Los Juegos Del Hambre: New Story 2 (Mockingjay, Sinsajo)

Capitulo 7

El aereodeslizador desciende en espiral sobre unos campos en las afueras del Distrito 8. De inmediato se abren las puertas, se colocan las escaleras y bajamos rápidamente al suelo. Al lado de los campos hay una carretera ancha que seguimos hasta llegar al Edificio de Justicia del Distrito 8. Es justo como lo recordaba, sigue intacto. Miro todas las calles, por donde solía jugar con Jai cuando eramos pequeños. Había poca gente de piel blanca en el 8, sobre todo gente que había venido de otros distritos, pero por algún motivo, nadie nos dijo nunca nada, ni si quiera los agentes de la paz. Es duro volver aquí y ver como muchas de las casas de gente conocida están totalmente destrozadas por las bombas del Capitolio. Haymitch me habla por el auricular, nos dice donde debemos ir. Todos seguimos a Boggs hasta una especie de almacenes, cerca de edificios bombardeados. De repente, se para en seco provocando que todos lo imitemos, justo delante de un almacén medio destrozado en el que hay escrito, con unas enormes letras blancas la palabra HOSPITAL. Me giro hacia Boggs.

-Esto no va a funcionar.- le digo.- Aquí no sirvo para nada.

Todas las miradas se vuelven hacia mí, incluso Katniss, que estaba hipnotizada mirando uno de los edificios destruidos.

-Claro que sirves.- me dice Boggs.- Deja que te vean.

-No me gusta ver a la gente enferma- dice Katniss.

Eso me resulta extraño, ya que la madre de Katniss curaba a la gente enferma de su distrito. Una mujer de piel morena sale del hospital y nos saluda amablemente. Se presenta. Es Paylor, la comandante del 8. Parece una mujer muy fuerte, aunque es bastante simpática. Nos invita a entrar. Boggs, Cressida, Polux, Castor y Messalla – todo el equipo de grabación- van delante, mientras que Katniss, Gale, Sam y yo vamos un poco más atrás. En el fondo me asusta lo que me pueda encontrar allí dentro. Nunca he sido buena tratando con enfermos. Travesamos unas cortinas de plástico y a medida que nos adentramos el olor a vómito y carne putrefacta se nota más. Avanzamos por un largo pasillo que parece interminable. Entonces miro al suelo y veo cadáveres. El suelo está lleno de cadáveres metidos en bolsas enormes.

-Estamos construyendo una fosa común al oeste del distrito, pero no puedo dedicar hombres a trasladarlos hasta allí.

-No te apartes de mí.- le susurro a Sam cogiendo fuerte su muñeca.

-Estoy aquí- me dice.-

Paylor abre unas cortinas de nuevo y mi primer instinto es taparme la nariz. Tengo que aguantarme varias veces las arcadas que me produce el olor de ahí dentro. Entro a la sala, un espacio enorme lleno de gente. No hay ningún tipo de iluminación aparte de la luz solar que entra por las grandes ventanas que hay situadas en el techo. La gente está en el suelo herida o ayudando a niños y familiares. Hay tanta gente herida, tantos niños que parecen no tener remedio... Katniss y yo avanzamos lentamente entre la gente. Cuando nos ven se apartan. Me giro hacia Sam, asustada, y veo una luz roja en la cámara parpadeando. Nos están grabando. Seguimos caminando hasta que una niña nos llama. Entonces nos paramos y la miramos.

-Katniss, Kimberly! Estáis vivas. No lo sabíamos.- dice. De repente su rostro no parece tan decaído, porque ha esbozado una sonrisa de esperanza.- ¡Tengo que contárselo a mi hermano! ¡Eddie! Ven aquí. ¡Son Katniss y Kimberly!

Un niño de unos 10 años corre hacia su hermana y al vernos empieza a gritar nuestros nombres. La gente lo escucha y se giran para saludarnos. En unos minutos prácticamente toda la gente del hospital dice nuestros nombres. Le aparto unos rizos de la cara al niño y le susurro algo que parece ser un saludo. Él me mira atentamente. Avanzamos entre el mar de gente. Katniss los saluda, les da la mano, y les dice cosas cosas amables, mientras que yo me limito a sonreír y darles la mano. No sé que puedo decirles. Cuando pasan veinte minutos, más o menos, Paylor nos acompaña hasta la salida. Cuando salimos y vuelvo a ver la luz del día, lo primero que hago es apoyarme en la pared y aceptar la cantimplora llena de agua que me ofrece Boggs.