Capítulo 4

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Queenie


  Existen registros grabados en mi cabeza, tengo información sobre mafiosos que se escapan de nuestro alcance como FBI, por esa razón existe la GMFE —Grupo Militar de Fuerzas Especiales—, ellos se encargan de los peces gordos, nosotros de los pequeñitos.

  Son letales, no les pongas un arma al frente, te podrían volar los sesos en un segundo. Algunos creen que es un mito (la policía, por ejemplo), pero nosotros tenemos contacto con ellos de vez en cuando, así que sabemos bien quiénes son y de lo que son capaces.

  Pero conozco el nombre de Alonzo Caruso, tiene más hijos además de Ivo Brambilla, uno de ellos se llamaba Alessandro y maneja la trata de blanca en Europa. ¿Qué hace la mafia italiana en Estados Unidos? Es todo un misterio. Solo espero que no tenga que ver con King y Daniell o realmente estaremos con problemas hasta el cuello.

  Las rodillas me arden cuando nos acercamos a la salida del entretecho, Daniell intenta ir antes al exterior, pero su hermano mayor lo hace a un lado y se adelanta. De haber alguien peligroso moriría enseguida de un disparo, pero nada ocurre.

—Voy detrás de ti —me susurra Daniell. Me apresuro en gatear fuera, King me sujeta los brazos para sacarme y subirme sobre el techo plano del club ROJO, antes de poder ayudar a Daniell me tumbo bruscamente tirando del hermano mayor conmigo.

—No salgas, Daniell —advierto rápidamente. Desde mi lugar en el techo logro ver a tres hombres armados corriendo por la calle bajo nosotros—. ¿Es la maldita mafia italiana? —preguntó en un susurro mientras saco de mis botas algunas navajas.

—Digamos que hemos tenido conflictos en el pasado —se limita a decir en apenas un susurro que se va con el viento. Con una navaja rasco el techo y las miradas de los tres hombres se detiene en mi rostro. Lanzo una por una las dagas, el resultado de esto son dos cuellos perforados y una de las hojas metiéndose por casualidad en la boca de uno. Muertos los tres— ¿Dónde aprendiste eso?

—No ando en la calle desprotegida —digo con frustración—. Soy puta, no tonta.

  Giro mirando a mi alrededor, finalmente llamo a Daniell para que salga pronto. Terminamos levantándonos y corriendo al otro lado del techo, hay muchos italianos alrededor de club.

—Saltemos los techos —idea Daniell como si hablara sobre ir a comer pizza. Tuerzo los labios al notar que tendré que quitarme las botas, me apresuro en hacerlo y las meto en mi bolso, me lo pongo en los hombros como una mochila y me acerco a mirar el costado del pequeño edificio más cercano al local siguiente. Hay dos hombres abajo.

—Vamos —digo finalmente y comienzo a retroceder, Daniell se apresura en ubicarse a mi lado, King tampoco necesita un empujón cuando comenzamos a correr como locos, me impulso con la pierna derecha para llegar al otro lado, oigo disparos siendo lanzados al aire al mismo tiempo que me acerco al techo siguiente.

  Caigo con fuerza, giro y me levanto. Miro a mis compañeros de huida, ambos están bien y no recibieron disparos así que sujeto a Daniell para que se levante, King lo hace por sí solo.

—Corran, ya nos vieron —advierte el Bykov mayor. El siguiente techo al que saltamos me raspa las rodillas, luego de un quinto salto mis piernas arden.

—Mierda —susurro al notar que los italianos subieron a los techos—. Al piso —ordeno y saco la pistola de mi chaqueta, Daniell se lanza junto a su hermano y comienzo a disparar con precisión, sin gastar balas.

  Cuando ya llevo diez muertos lanzo el bolso a Daniell.

—Saca las balas del bolsillo exterior —pido girando y disparando a otro grupo que salta hacia el techo donde nos encontramos, caen como gotas de agua muertos a metros de nosotros.

A los pies de King [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora