Capítulo 14

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Kingsley

  Cuando era un niño mi padre solía llevarme con él y Andrey a todas partes, dejaba que las mujeres que se iba a follar nos besaran en la boca antes

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  Cuando era un niño mi padre solía llevarme con él y Andrey a todas partes, dejaba que las mujeres que se iba a follar nos besaran en la boca antes. Mamá odiaba eso, pero la vez que se lo recriminó terminó encerrada porque la estaban violando por órdenes del jodido Dimitri Kozlov.

  Ella me trataba como a un bebé aun que sabía que mi personalidad no era la de un niño, me hacía mimos, me besaba el rostro entero antes de dormir y cantaba para Eloah y Daniell si Mía, la madre de ellos, estaba siendo violada en esos cuartos a los que eran llevadas frecuentemente. Ellas eran las únicas que nos cuidaban, Mía y mamá vivían por nosotros o seguramente se habrían suicidado dentro de la casa rusa.

  Y mi padre lo sabía, sabía que gracias a nosotros tenía diversión.

  Cuando mamá murió yo tenía veinte años, fue la última mujer que me llenó de besos el rostro, para ese punto ya odiaba con mi alma los besos en cualquier lugar de mi cara. Ella se marchó luego de aferrarme entre sus brazos, subió al jet que la llevaría a Italia en busca de una mujer para Andrey, viajaba con Mía.

  Mía fue asesinada por Roman Kovalev, mamá por Ivo Brambilla luego de que la mafia italiana la tuviera semanas secuestrada.

  Recuerdo todavía a Daniell llorando porque Mía no volvía, tenía diecisiete y desde siempre fue infantil, sensible y blando para formar parte de la mafia. Eloah siempre se guardó mucho, recuerdo haberlo seguido en las noches que se escabullía para meterse con los seguidores fieles de papá, los provocaba hasta que ellos intentaban golpearlo o le pedían no seguir, a los primeros les cortaba la garganta con un gesto de placer en el rostro, a los que suplicaban los llamaba débiles y les hundía dagas en el torso antes de abrirles las gargantas.

  Eloah es la oscuridad y la muerte, Daniell la luz y la vida, yo soy un simple torbellino que está entre medio de esas dos personalidades.

  Miro a la mujer que se mueve con destreza encima de mí, contoneando las caderas en un ritmo suave y sincronizado, su torso se arquea hacia atrás, dejando caer la cabeza. Su melena negra y lisa cae como una cortina por su espalda, dejando expuestos sus pequeños pechos y su pequeño torso.

  Sujeto su cintura bronceada, jadeando y moviendo mis caderas para enterrarme en ella tanto como puedo. De sus labios brota un jadeo tembloroso, termina bajando el rostro y apoyando un brazo en mi pecho, moviéndose sobre mí con desespero, eso me permite separar mis piernas y comenzar a alzar las caderas, martilleándola con braveza.

―¿Quién diría que el rey lo hace tan bien? ―ronronea y sujeto su cuello con mi mano libre, pues con la otra presiono su espalda baja.

―Apenas es un polvo aburrido y suave ―aseguro con fingida decepción, pero la verdad es que sus paredes me aprietan con fuerza, como si quisiera que no salga nunca más de ella.

―¿Ah sí? ―me reprende y debo hacer uso de todo mi autocontrol cuando comienza a moverse con más rapidez encima de mí, pero no me calienta tanto como lo hace el beso que deja en mi boca.

A los pies de King [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora