Capítulo 25

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Eloah


  Jamás me he considerado como un amante del sexo, soy más bien el que está muy tenso y elije una boca donde descargarse de vez en cuando. Oksana es una boca frecuente, pero suelo utilizarla para otras cosas, por ejemplo, follarse a mis enemigos y matarlos en pleno acto.

  Es una leal servidora, así son enseñadas las mujeres como ella. En la mafia roja hay escalones entre hombres y mujeres, están los esclavos, todos ellos sirven, jamás hablan con nosotros. Le siguen las prostitutas, no son tocadas por nadie más que sus dueños, si compras una prostituta te sirve para siempre, y no solo de forma sexual, sino que también como amiga, mano derecha e incluso amante.

  Oksana es eso, pero como todos, no me mira a los ojos, aunque a mis hermanos sí.

  Luego vienen los Kholodnyys, son asesinos profesionales, fieles a la Bratva, sobre todo a su líder. No se trata de la hermandad, se trata del gobernante, si a la Bratva no le gusta su gobernante exigirá uno nuevo, es por eso que el puesto de debe cuidar siempre.

  Mi padre ha olvidado un poco eso, pero sabe que la gente habla, que no lo quieren como Boss, me quieren a mí. Y eso me ha traído palizas que me dejan riendo de solo imaginar lo enojado y asustado que estará el hijo de puta.

Mi señor ―dice Oksana a través del comunicador, el coche se llena con su voz―. Está hecho, voy de salida antes que lo noten ―anuncia y deja de comunicarse.

  Miro la hora en mi celular, no tardó más de una hora en matar a uno de los hijos de Alonzo Caruso. Le dije a Alessandro que no me jodiera, que no me molestara de ninguna forma posible, no lo maté porque prefiero hacer tratos con él a hacerlos con su padre, pero le mato a un hermano para que sepa que no estoy jugando.

  Me fijo en el mensaje que llega al celular, lo desbloqueo y entro en la conversación, es la teniente. Bufo al ver que me comunica que ya tiene la fecha en que atacarán la isla de Alessandro. No necesito la fecha, ya la sé, y sé la ubicación desde hace mucho, con los juguetes que se inventan mis hermanos logramos descubrirla cuando estaba en pleno proceso de construcción.

  Gruño en cuanto siento un dolor cruzarme el hombro, me apresuro en subir la ventanilla blindada del coche y gruño al ver que Oksana viene corriendo hacia mí con un montón de gente intentando atraparla.

  Pongo en marcha el motor, listo para partir, y en cuanto abre la puerta se impulsa dentro, piso el acelerador. No ha cerrado la puerta ni metido las piernas cuando nos llevo calle abajo, intentando perderlos.

―¿Dejaste mi marca? ―le pregunto, estresado por la herida sangrante de mi hombro.

―Sí, señor ―asegura y me entrega la herramienta de cuchillas. Es una especie de sello, se calienta de forma automática con un sistema interno de gas licuado, se trata de un tigre siberiano con tres cabezas, todas ellas rugiendo con fuerza, y ambas a los costados con la mitad del rostro sin carne ni piel, solo hueso.

  Me han llamado "el dios de la muerte" desde que comencé a hacer matanzas, y ese sello lo deja claro.

  Nos llevo directamente al hotel donde nos estamos quedando, ni siquiera miro a Oksana cuando entro en el edificio IMPERIYA, me meto en el elevador y observo mi reflejo en el espejo, estudiando la herida sangrante de mi hombro. Odio cuando me hieren con balas, no suele ocurrirme porque siempre estoy alerta.

―Maldita ―siseo, saliendo del ascensor hacia la suite presidencial donde cruzo la enorme sala para servirme vodka y beber un shot de golpe. Tengo buena resistencia al alcohol, por lo que suelen no afectarme.

  Me apresuro en quitarme la camisa a tirones hasta desnudar mi torso y alzar la botella de vodka, echando el líquido sobre la herida que escuece como si tuviera llamas dentro. Aprovecho para servirme otro shot, lo paso rápido y camino al sofá, sentándome de una vez por todas.

A los pies de King [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora