Queenie
Mido un metro con sesenta y cuatro centímetros, peso cincuenta y cuatro kilogramos, tengo veintiséis años de edad, y un hijo mitad perro mitad alienígena. Creo que todo eso deja bastante clara mi capacidad de mantenerme a mí misma y a otro ser con vida.
—Vete de aquí, Mark Johnson —. Me cruzo de brazos como toda una niña. Al parecer al jefe no le bastaba con cagarme la existencia enviándome a bailar a un club como una stripper cualquiera, también le pareció correcto pedirle a Mark que me acompañe para vigilar que nada salga mal mientras me froto contra una barra metálica.
—Deja de quejarte, solo te cubriré la espalda —murmura mirando sobre mi hombro hacia la zona de aparcamiento. Estamos en un callejón, la puerta de entrada para trabajadores está a un metro de nosotros así que cualquiera podría oírnos, debemos ser discretos.
—Te cortaré las pelotas si jodes mi plan.
Le doy la espalda y camino hacia la puerta, el jefe ya hizo de las suyas y me infiltró en el club para que todos crean que estaba programada la llegada de una famosa stripper de Seattle. Si alguien pregunta por él —Mark— se llama Philip Wood y es un soltero que acaba de conocer el lugar.
Puede que Mark Johnson sea bonito. Puede que sea mi amigo. Puede que le haya regalado uno de los hijos de Argos. ¡Pero me está jodiendo el trabajo! ¿Cómo voy a bailar tranquila sí sé que me está mirando?
Llamo a la puerta con fuerza, estoy hasta las narices de toda esta mierda. Voy a bailar, voy a ser la stripper más putísima del lugar y tal vez me acueste con alguien. He pasado tres años sin sexo, ¡tres años! Creo que me he vuelto virgen otra vez. ¿Y de quién es la culpa? Claro que no es mía, es de García, él se encarga de mantenerme ocupada cada día con algún trabajo estúpido.
—Oh... Hola —, la mujer que abre la puerta me mira con desconfianza, miro de reojo hacia el lugar donde estuvo Mark, pero él ya se marchó probablemente al coche para esperar a que abran el club.
—Soy Elizabeth Wagner... trabajaré aquí a partir de hoy —informo para que deje de mirarme así. La loca idea de que haya visto la pistola oculta bajo mi chaqueta comienza a hacerme sentir afligida, pero ella termina por hacerse a un lado.
—Pasa, te estaba esperando —. Suspiro con alivio ante aquella respuesta.
Lo siguiente que veo al pisar dentro del lugar y oír la puerta ser cerrada es un salón bastante grande, hay biombos de madera en todas partes —posiblemente para cambiarse de ropa— y muchos tocadores pegados a las paredes. Además de un armario abierto cuelgan varias prendas pequeñísimas.
—Bailarás toda la noche, espero que no te molesten los tacones —dice la mujer castaña sobre la música. Suena Travis Scott de fondo, parece agregar cierto toque al lugar, como si allí estuvieran los demonios preparándose para presentarse frente al mismísimo diablo.
—Me gustan los tacones —aseguro mientras evalúo a las personas, mujeres y hombres se preparan todos juntos, algunas de ellas maquillan los torsos desnudos de sus compañeros de trabajo.
¿Dónde está Kingsley? ¿Y Daniell?
—Éste será el conjunto que usarás —me entrega una tanga roja, un sujetador a juego y tacones del mismo color—, cuando enviaste tus datos decía que esta es tu talla —. No, yo no envié documentos personales, lo hizo García. Y me da calosfríos pensar en cómo sabe mis medidas.
—Sí, es correcto —aprieto las prendas en mis manos—. ¿Cómo te llamas?
—Oh, verdad —parece ligeramente avergonzada—. Disculpa, soy Tessa —me extiende la mano así que la tomo rápidamente—. Llámame si me necesitas, tengo que organizar algunas cosas allí fuera, pero... solo maquíllate de acorde al color de la ropa y cámbiate cuando anuncien que faltan veinte minutos para la salida.
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A los pies de King [#2]
ActieLIBRO 2 DE LA SAGA PLACERES DE LOS DIOSES (+21). ADVERTENCIA: SE PUEDE LEER COMO LIBRO INDEPENDIENTE. Queenie Sherman es una detective a la que se le fue asignado un caso de poca importancia. Su deber era seguir los pasos de un criminal que había...