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El chico de la tarde 


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—¡Levi!

Era el grito de todas las tardes en donde algunas señoras solicitaban al niño –o jovencito- su presencia fuera de sus casas ante la necesidad de comprar un pan escarchado en azúcar que la madre de éste amasaba con diestras y fuertes manos cándidas de experiencia en la panificación, su exquisito e inconfundible aroma perfumaba el vecindario todas las tardes.

Habían quienes apodaban al vecindario como "La calle del dulce" por semejantes aromas que tibios aun, fuertemente circundaban la cuadra y que evidentemente lograban la salivación necesaria en las personas como para que por voluntad salieran de sus casas ante el sonido de la campanilla de la bicicleta de Levi que anunciaba su llegada con el canasto de mimbre amarrado en la parrilla trasera del transporte.

Pan de dulce, pan relleno con crema pastelera, pan de chocolate o canela, galo plazas, buñuelos de miel y orejas de hojaldre se ofertaban a precio módicos entre $0.10 y $0.25 de dólar. ¿Delicioso, no cree?

Levi no lo cree, él no gusta de los dulces.

—Dos panes con crema, uno de chocolate y una orejita; serían $0.85 señora Carla.

La mujer sacó del bolsillo de su mandil unas monedas, revisó cada una para asegurarse de que esté completo. Mientras el tierno Levi usaba unas pinzas para agarrar el producto y colocarlo en la bolsa de papel que entregó a la mujer de ojos cálidos.

—Gracias querido.

Levi guardó las monedas en el bolsillo que tenía amarrado en su vientre y luego se roció alcohol en las manos para proseguir su camino en busca de demás clientes por el vecindario suyo y además del contiguo que era hasta donde Kuchel le permitía alejarse. Cuando empezó a alejarse de la casa de los Jaeger escuchó una estridente voz de un niño, seguro sería Eren rabiando por el pan de chocolate con su hermana adoptiva.

Todos los días después de realizar sus tareas Levi aguardaba a que los productos se horneasen y se enfriaran para colocarlos en la canastilla. Era bien sabido de los hábitos de limpieza del chico y por ello los clientes tenían gran confianza para con él.

Pasaba fuera de casa alrededor de dos horas entre vendiendo los panes y realizando mandados. Su bicicleta en el frente tenía un letrero en cartulina esmaltada blanca rayada con marcador negro: "Se hacen mandados a $0.25". Los días que contaba con suerte realizaba hasta cuatro mandados y aquel dólar se lo daba a su madre, ella sabría administrarlo bien y también solían estar los días en que no recibía ningún mandado.

En casa Kuchel se dedicaba a atender la panadería, también vendía lácteos y galletas: mientras se turnaba entre los quehaceres y el negocio. A la caída del sol Levi llegaba a contarle sobre las ventas y los mandados contando con ella el dinero recabado, y Kuchel le agradecía y lo besaba en su frente para luego servirle alguna tortilla de harina mientras cocinaba la merienda y Levi regresaba a su cuarto a seguir estudiando, se destacaba muy bien en los estudios además de ser muy reservado y a pesar de ser un poco estoico era bien visto por muchos como ejemplo a seguir para sus hijos, como el caso de Eren Jaeger.

𝑹𝒆𝒍𝒂𝒕𝒐𝒔 𝑳𝒆𝒗𝒊𝒉𝒂𝒏 ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora