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Jisoo se recostó en una de las bancas que había dentro del baño y secó sus manos en su falda, dejando rastros de pintura rojos, verdes y negros. Roseanne le imitó y se sentó a su lado, en la banca contigua.

—No quiero volver a clases.

Roseanne le sonrió y bostezó contagiosamente, haciendo que la pelinegra también lo hiciera.

—Yo tampoco.

Se quedaron un rato en silencio, faltaba más de media hora para volver a clases, posiblemente el profesor las regañaría si volvían ahora, habían tardado mucho en sacarse la pintura de las manos.

— ¿Y qué haremos? Falta mucho.

Jisoo se cruzó de brazos, empujando el codo de Roseanne y haciendo que uno de sus pinceles cayera al piso.

—Ah, lo siento.

La pelinegra se agachó a recogerlo, Roseanne por reflejo también lo hizo, pero no alcanzó y terminó tocando la mano de Jisoo por accidente. La pelinegra dio un salto al sentir la mano de Roseanne por sobre la suya y se apresuró en levantar el pincel y entregárselo a la castaña.

Antes de sentarse bien nuevamente, Jisoo se quedó media aturdida mirando los labios de Roseanne, quien aunque tarde, lo notó y se rio.

— ¿Qué miras?

Jisoo se espantó y sacudió la cabeza.

—El color de tu pintalabios es bonito.

Roseanne se mordió el labio y la pelinegra se sintió morir ahí mismo, estaba por llamar a la ambulancia, o a la policía para que se llevaran de una vez a esa chica que intentaba matarla de un paro cardíaco.

—Sabe a cereza.

— ¿Los pintalabios tienen sabor?

Jisoo la miró ingenua. Roseanne tragó algo de saliva, y todas sus neuronas festejaron ante su audacia.

— ¿Quieres probar?

La pelinegra se quedó un buen rato procesando si se lo estaba diciendo de verdad o le estaba bromeando. Pero Roseanne se veía extremadamente seria observándola como para que fuera una broma.

—Si no te importa.

Jisoo se le acercó lentamente, aún con los ojos clavados en esos tentadores labios, una de sus manos inevitablemente se dirigió al cuello de Roseanne y sin pensárselo mucho, dejó que sus hormonas adolescentes hicieran su trabajo y besó los belfos de la castaña.

Oh, vaya, sí que sabían a cereza. Jisoo comenzó a degustarlos mientras que Roseanne se estremecía cada vez que la pelinegra mordía sus labios, se movía incontrolable y balbuceaba cada vez que Jisoo se detenía. La pelinegra se aventuró un poco y obligó a Roseanne para que sacara su lengua, ahí fue donde ambas se perdieron.

No sabían cómo besarse, pero lo estaban haciendo, buscaban y rebuscaban, sus lenguas chocaban y peleaban entre ellas, como intentando demostrar cuál de las dos era la más feroz. Jisoo recordó la esencia de Roseanne y terminó oliendo su cuello, inhalando y llenando sus pulmones de ese inconfundible aroma a fresas. Roseanne respiraba anormal y hablaba entrecortado cada vez que Jisoo respiraba o le dejaba besos en el cuello. Podría decirse que la pelinegra había encontrado su debilidad, pero aún le faltaban más por encontrar.

Sin darse cuenta, el timbre para salir sonó y ambas se alertaron, se alejaron de golpe y tomaron sus cosas, rápidamente se arreglaron el cabello y las vestimentas que traían todas desalineadas.

Partieron por los pasillos hasta su salón, se sentaron en sus respectivos asientos y por un momento se callaron. En consecuencia se sonrojaron al recordar lo que habían hecho, pero anhelaban tener otro de esos besos con sabor a cereza.



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CLASSMATES || CHAESOODonde viven las historias. Descúbrelo ahora