( 幸せの終わり)
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄Lilith cerró los ojos por unos momentos, disfrutando de la fresca brisa chocando contra su rostro y sintiendo al césped moverse entre los dedos de sus pies. Aquél día se cumplía cuatro años de su supuesta muerte, de aquél alocado plan que le dió el amor y la libertad que tanto deseaba.
Había sido una locura, una completa locura. Literalmente renunció a ser una olímpica, renunció a su reino y, sobretodo, renunció a su padre. Eso fue lo que más le dolió. Pero ya había pasado varios siglos con él y por mucho que lo quisiera, acabó cegado por la avaricia de poder y dejó de lado la felicidad de ella, de su propia hija.
No esperaba que alguien la entendiera ni la comprendiera, solo esperaba que no la culparán por los descabellados actos que el amor la llevó a hacer; los cuales habían válido absolutamente la pena. El hecho de comenzar desde cero, con una nueva identidad, en un nuevo lugar lleno de oportunidades y nuevas aventuras por crear le fascinaba. Cualquier novedad fascinaría a un dios griego o a cualquier ser inmortal, el aburrimiento era su condena.
Raito y Lilith decidieron escapar a Europa, más precisamente a Italia, Milán: la ciudad estaba llena de fiesta y felicidad por todos lados, allí construyeron una nueva identidad y una nueva vida desde cero, construyendo una nueva familia. Cuando llegó el momento de dar a luz al bebé, los dos se llevaron la sorpresa de que no era uno sólo, eran trillizos.
“──¡Esto es tu culpa, Sakamaki! ¡Tú maldita genética y la de aquella zorra!."
Soltó una corta risa al recordar aquel momento del parto de los trillizos, unos pequeños demonios que se convirtieron en su más grande amor: Iris, la mayor ─era la viva imágen de su padre─, Damon, el del medio, ─idéntico a su madre a excepción de sus ojos, heredó aquellos ojos gatunos y verdosos del Sakamaki─ y Adonis, el menor, quién heredó el cabello rojo furioso de su tío y los ojos ámbar de su madre.
Poco después del nacimiento de los semidioses, quienes para la suerte de los padre primerizos tenían el metabolismo de un dios griego ─fueron bebés por horas, luego niños por unos pocas semanas, hasta llegar a un cuerpo adolescente ─, la pareja inmortal decidió casarse de una vez por todas, uniendo sus almas para toda la eternidad.
Lilith soltó un suspiro y abrió los ojos, observando a sus hijos varones entrenar esgrima mientras que Iris practicaba tiro libre con arco y flecha. Raito miro a sus hijos y luego a su esposa, sin poder evitar que una sonrisa se formase en su rostro, la mirada de la griega se posó en el vampiro y sonrió de la misma forma.
──Te amo tanto, maldito ninfómano. ── Soltó de repente ella, tirándose sobre él cuando tomo asiento a su lado. ──Me haces tan feliz, tanto pero tanto.
Gracias a aquella locura que cometió cuatro años atrás, Lilith no solo había conseguido su propia felicidad y la de Raito, sino que también la de Yui y la de los mismísimos Sakamaki. La ex novia de sacrificio estaba libre, aunque no había dudado en volver a correr a los brazos de Ayato apenas se reencontraron. Shu se salvó de su deber como rey y pudo seguir disfrutando de su libertad. Todo estaba marchando perfecto, demasiado bien para ser real.
──Yo te amo incluso más, princesa-chan. ── Respondió alegre el castaño, apegandose más a ella, a veces incluso necesitaba fundirse en ella como si eso fuera posible y no separarse jamás.
El entrenamiento de los semidioses se detuvo de un instante a otro, un nuevo olor había llegado a las fosas nasales de ellos.
──¿Ustedes también lo sintieron, verdad? ── preguntó Iris, bajando el arco y flecha con lentitud pero aún manteniendo la tensión de la flecha, dispuesta a dispararle a lo que sea que haya invadido su hogar.
──No solo su presencia es impresionante, sino que también su olor. ── Respondió Damon, empuñando su espada. ──¿Debemos llamar a mamá y a papá?
──¡Nah! ¿Para qué? ── Interrumpió Adonis, sonriendo arrogante. ──Encarguemonos nosotros, seguramente es un estúpido mortal que anda de curioso.
La pelirroja chasqueo la lengua, algo no le olía para nada bien de la situación y el peligro se sentía incluso en el aire. A pesar de que los trillizos quisieron avanzar solos en la búsqueda del invasor, sus padres habían llegado ante ellos, restringiendo su paso. Sabían perfectamente de quién se trataba y no era para nada bueno.
──Con que ellos son mis nietos. ── Canturreo una voz masculina, que se oía cada vez más y más cerca hasta que por fin se reveló ante la vista de la familia. ──Vaya, Lilith, luces igual de espléndida que el día donde falleciste. ── Tougo Sakamaki curvo sus labios en una sonrisa de lado, burlándose de la diosa griega que lo había traicionado. No le sorprendió, ella era muy poderosa como para dejarse manipular tan fácilmente.
Los jóvenes no comprendían nada de lo que estaba sucediendo pero sabían que era malo, por lo que permanecieron en un estado de alerta, dispuestos a atacar.
──¿Mamá?...── Murmuro el azabache, mirando a su progenitora que no le prestó atención a su llamado, tenía la mirada clavada en aquel hombre de cabello albino.
──Nos volvemos a encontrar, tío Karl, ha pasado mucho tiempo ¿no?
──¿Qué tal, padre?
¡ welcome to the new sakamaki's generation !
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KILLER, laito sakamaki ✓
Fanfic𝐊 | ❛ 𝐃𝐎𝐍𝐃𝐄 unos ojos endemoniados se enamoran de unos ojos gatunos hasta la muerte ❜ Perséfone, diosa del infierno y heredera al trono del reino del inframundo, es desterrada al mundo de los mortales y enviada a la mansión Sakamaki a causa d...