Capítulo 2

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Esa noche un par de enamorados se fueron a la cama con sentimientos encontrados. Por un lado Candy pensativa se había abrazado a su almohada y apretándola contra sí, se repetía una y otra vez que no debía amar al rubio ladrón de su tranquilidad. Sus hermosos ojos verdes nuevamente reflejaban tristeza y dolor - por lo que ahora estaba segura – era un imposible.

-"Cariño..." Es todo lo que siente por mi, siempre ha sido así. Ay Candy... parece que la vida te roba la felicidad cuando piensas si quiera en la posibilidad de alcanzarla. Albert, mi querido Albert... no sé cómo he de hacer para sacarte de mi corazón, pero aunque me duela y me destroce por dentro sé que llegará el día en que ya no dolerá más...

Poco a poco con éstos pensamientos y ese dolor en el pecho que parecía haber llegado para instalarse nuevamente en su cuerpo, Candy se quedó profundamente dormida. La vida continuaba y si algo había aprendido de su antigua "lección de amor" fue a ser fuerte y levantarse, porque de nada sirve llorar por algo que nunca podrá ser., además el Lunes estaba a unas cuantas horas de sorprenderla y debía trabajar en el hospital Santa Juana.

Albert se encontraba recostado en su mullida cama, con un pijama de seda azul marino que sólo tapaba la parte inferior de su cuerpo. Pensaba y pensaba en todos los momentos que había pasado con Candy. Ella había sido la única constante en su vida. Muchos seres queridos habían existido y se habían ido porque el destino así lo quiso, forjándole un vació en el alma que no pudo llenar hasta que adoptó a Candy. Sí, su "pequeña llorona de la colina" llegó a su vida para llenarla con increíbles matices de risas, travesuras, rebeldías, momentos mágicos, palabras de aliento y mucho cariño. Una pequeña niña que poco a poco se transformó – a pesar de las adversidades- en una hermosa mujer fuerte y emprendedora, pero también alegre y bondadosa. En definitiva ella era perfecta para él ya que no quería una típica dama de sociedad, pues necesitaba que lo amaran por quien era y no por lo que poseía y la única persona en el mundo que lograba ver su esencia y aceptarlo con todos sus defectos y virtudes era indiscutiblemente "Candy", pero necesitaba ganar terreno poco a poco – bueno quizá no tan de a poco – y ganarse su corazón de una buena vez, hasta que su nombre quedara grabado para siempre en él. Lo pasado era pasado y él se lo haría ver. Así que después de un largo rato de pensar en la posibilidad de una vida al lado de aquella mujer de sus fantasías poco a poco se fue entregando al sueño.

La nueva semana se levantaba al alba junto con los dos rubios, pero ambos tomaban caminos distintos. Uno partía a las oficinas de su corporativo, mientras que la otra a un gran y prestigioso hospital.

El día transcurría y Albert se encontraba revisando unos contratos en su despacho, pero no podía concentrarse bien porque cierta rubia últimamente rondaba en sus pensamientos mucho más de lo habitual, entonces el buen e inolvidable George al notarlo y conocer a la perfección el objeto de su distracción, le dijo decidido mientras se dirigía al bar a servirse un whiskey.

-¿ William por qué no me dejas a cargo y vas a recoger a la señorita Candy al hospital?

Albert lo observó atentamente abriendo sus grandes ojos azules. Después mostrando una actitud desconcertada le preguntó al moreno.

-¿Por qué me dices eso George?

-Fácil... Estas más desconcentrado de lo normal y sé que es por la señorita Candy. Anda ve un rato con ella, el corporativo podrá sobrevivir unas horas sin ti. –Dijo mientras daba un trago a su bebida, mostrando algo parecido a una velada sonrisa en su rostro –

-¿De qué hablas? ¿Por qué tendría yo que ir a ver a Candy entre semana?. Además no estoy distraído. – Aseguró el rubio tratando de ocultar lo obvio –

Devoto AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora