Una inesperada realidad.

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Capítulo 10. 

Cuando lo vio entrar, quedaron frente a frente y por un instante el francés vio una terrible frustración en los enrojecidos ojos de su jefe, mientras le preguntaba dolorosamente.

-¿Por qué me ocultaste éso George? –Dijo señalando la carta sobre el escritorio-

George que sabía que esa discusión tarde o temprano se daría, respiró profundamente para no molestarse con su muchacho.

-Yo no te oculté nada William. Fuiste tú quien le regresó la carta a la señorita Candy. Además está cerrada, así que no entiendo a qué viene tu reclamo.

Albert que comenzó a caminar cual león enjaulado en su despacho le dijo.

-Claro que me ocultaste cosas George... tú sabes algo que yo no, porque no me explico entonces cómo tienes ésta carta en tu poder. Ahora que recuerdo, en una ocasión cuando hablamos, me dijiste: "no sabes cómo se encuentra la señorita". ¿Qué es lo que sabes George?. –Dijo molesto-

-No sé mucho más de lo que tú sabes William.

-No te creo. Te conozco de toda la vida y sé que me mientes. Ahora mismo voy a su departamento a buscarla. A ésta hora ya terminó su turno en el hospital. Ya debe estar en casa. –Dijo mientras se levantaba-

-No la encontrarás ahí. –Contestó serio-

El moreno que hasta ese momento se encontraba de pie, tranquilamente se dirigió al pequeño bar, se sirvió una copa de whiskey y tomó asiento en el sillón de la sala, mientras escuchaba como un Albert desesperado le decía.

-¿Cómo que no está ahí?. ¿A dónde fue?. ¿En dónde está George?. ¿La trasladaron de hospital por un curso o algo así?. ¿Cuándo regresa?.

Pero el bigotudo francés no decía ni una sola palabra, sólo tomaba de su bebida. Pasaron unos cuantos minutos de espera y eterno silencio para el frustrado rubio y cuando no se contuvo más entonces le pidió.

-Por favor George. Dime lo que sabes. Necesito recuperarla.

-Tranquilízate primero William, así como estás no podemos hablar civilizadamente.

El rubio trató de serenarse un poco. Y aunque seguía completamente desesperado, finalmente reconocía que George no tenía la culpa de las consecuencias de sus propias decisiones, y no ganaba nada desquitando su impotencia con él. Entonces, tomó asiento en el sillón contiguo y mientras recargaba los brazos sobre sus piernas y tapaba su cara con ambas manos, le dijo lo más serenamente que pudo.

-Por favor George. Dime lo que sabes. Necesito recuperarla.

-¿Para qué? –Habló tan calmado como siempre-

-Porque la amo. Eso ya lo sabes George.

-Eso ya lo sé desde hace mucho, pero no te pregunté "¿Por qué?". Te pregunté: ¿Para qué quieres encontrarla?. –Dijo impasible-

Volteándolo a ver le contestó con su voz bastante quebrada y angustiada

-Para pedirle que me perdone por haberla herido como lo hice. Fui un inconsciente George, un impulsivo. Solamente saqué conjeturas sin investigar nada. Pensé que ella estaba enamorada de un amigo de Archie. Yo escuché en Lakewood ese fin de semana, cuando Anne le cuestionaba sobre sus sentimientos hacia él y ella se sonrojó según palabras de Anne y ya no dijo más. Entonces supuse que lo amaba, puesto que la tarde anterior, cuando le pregunté si había alguien en su corazón no quiso decirme. Soy un idiota George. Candy me amaba y yo me fui sin mirar atrás, sin pensar en ella y no obstante eso, ni siquiera leí su correspondencia porque antepuse mi orgullo herido y en mi resolución de querer olvidarla le escribí esa horrible nota.

Devoto AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora