Capítulo 17

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Capítulo 17.

Cuando Candy pudo recomponerse después de unos momentos, notó claramente cómo la miraba. Entonces, acostándose de lado, lo suficientemente cerca para tomar sus labios, lo besó, lento, sin prisa, mordisqueando aquellos labios de tentación. Al terminar, con una sonrisa pícara, pero muy decidida le advirtió.

-Otra vez...

En ese momento Albert volvió a besarla tiernamente. Cuando terminó, con su mano acariciando suavemente la curva de sus caderas le preguntó.

-¿Estás segura hermosa...?. No quisiera que te sientas mal.

-No me has lastimado en lo absoluto amor... -Contestó cerca de su oído y con pequeños besos en su cuello- muero por sentirte de nuevo tan cerca de mi.

Aquellas palabras fueron felicidad pura para el rubio. Entonces, levantándose de la cama y dando la vuelta para estar del lado de ella, la tomó en brazos y se encaminó hasta el cuarto de baño, mientras que Candy colgada de su cuello le comentaba traviesa.

-¿Ahora nos bañaremos juntos señor Andrew?

-Ahora y todos los días de nuestra vida señora Andrew.

-Aún no soy tu esposa Albert... -Contestó con cierta pena-

Él depositándola delicadamente en el azulejo del baño, le respondió mientras levantaba su barbilla y acariciaba sus mejillas.

-Candy... aunque aún no nos casamos, para mi ya eres mi mujer, mi esposa, mi compañera de vida. Tú eres la señora Andrew porque eres tan mía, como yo lo soy de ti. Te amo, pero ahora vamos a preparar la tina. Creo que los dos necesitamos un poco de agua caliente para relajarnos. –Dijo mientras le guiñaba un ojo-

Candy no pudo evitar admirar por el espejo, el reflejo de aquel fuerte hombre que había sido suyo apenas unos momentos antes. Era tan placentero mirarlo, sus fuertes brazos, sus largas piernas y ese abdomen tonificado de tentación, terminarían por volverla loca. Por su parte, Albert se había dado cuenta de la descarada observación por parte de su prometida, pero no dijo nada y siguió en su tarea. La tina se llenó rápidamente y después de verter en ella algunas esencias, le dijo al tiempo en que se acercaba a ella y la abrazaba por la cintura, eliminando cualquier distancia entre ellos, haciendo sentir a Candy las reacciones naturales que provocaba en su cuerpo.

-Creo que tenemos que llegar a un acuerdo, respecto a las esencias que usaremos, pues no creo muy conveniente que tú huelas a lavanda con menta, ni yo a jazmín y rosas.

Pero la pecosa enfermera, apenas y escuchó lo que el rubio le comentaba, porque no hacía otra cosa más que sentirlo junto a su cuerpo. Momentos antes, en la oscuridad, no había tenido la oportunidad de observarlo tan claramente como hasta ese momento, aquello era ante sus ojos impresionante, tanto así que no pudo evitar bajar la mirada, mientras tragaba seco.

El obviamente se dio cuenta de su graciosa reacción, pero no haciendo caso, tomó su mano y la invitó a entrar a la bañera, en donde comenzó a enjabonarla despacio y casi con adoración. Ella le daba la espalda, apoyándose un poco entre sus piernas. Estaban tan juntos, que podía sentir aquella parte de su cuerpo que parecía enloquecerla. Entonces, después de unos minutos, poco le importó lo "imponente que pudiera ser", pues Albert sabía cómo acercarse a ella, haciendo que todo se tornara natural entre los dos. Por momentos, él recorría sus blancas y largas piernas con sus manos enjabonadas, tomaba sus senos y sensualmente los repasaba una y otra vez. Recorría a placer con sus manos su cuerpo, en un erótico juego, hasta llegar a su cuello, bajando por su espalda, su cintura y su entre pierna, contando casi con nulos besos todos los lunares de su cuerpo. Pensaba continuar en su atractiva exploración, cuando sintió como la rubia volteaba su cuerpo y comenzó a lavarlo con la esponja, exactamente parte por parte, como lo hiciera él. Provocando que su creciente excitación se manifestara en todo su esplendor y uno que otro ronco suspiro saliera de sus labios. Entonces, después de que la rubia lo besara en un diminuto ósculo le confesó.

Devoto AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora