Extra.

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 Navidad muy Particular.

Palacio Winterfall.

Reino de las Hadas de las Nieves.

El rey Frost caminaba a paso lento por el jardín donde sus retoños descansaban, preparándose para salir de su cascarón una vez que desatara la siguiente tormenta de nieve. Él amaba a cada uno de sus hijos, así que no era fácil dejarlos ir, pero sabía que debía hacerlo, era el orden natural de las cosas. Algunos de sus crías estarían destinados a convertirse en preciosas hadas de las nieves, mientras que otros tendrían el terrible destino de sucumbir poco a poco a los cambios de las temperaturas, que los llevarían de vuelta a la madre tierra, a retomar el ciclo de vida que nunca se detenía.

Entre sus pequeños copos de nieve, había uno que el rey parecía no poder dejar ir a pesar de que sabía que era lo correcto. Era el último de sus hijos, creado casi al final del invierno, y el corazón de Frost se encogió ante el hecho de que su pequeño quizás, ni siquiera vería la luz.

—Querido, ya no puedes hacer esto —su reina dijo, colocando su delicada mano sobre el hombro de su marido—ellos lo lograrán, ya lo verás.

Frost suspiró—Sé que tienes razón, pero no puedo evitarlo… los amo.

—Yo también los amo —la reina Ártica deslizó sus dedos por las finas hileras de hielo—soy su madre, yo también entregué algo de mi a cada uno de ellos… pero confío en que las todo estará bien, tú debes pensar lo mismo.

—Amo tu sabiduría, mi reina —Frost finalmente sonrió, tomando la mano de su esposa, para besarla suavemente—dime, ¿Qué haría yo sin ti?

Ártica le sonrió—Estarías perdido, causando ventiscas y tormentas terribles por todos lados.

Frost asintió, de acuerdo con ella—De nuevo tienes razón, mi reina —aceptó, reflexivo, mientras le daba una última mirada a sus hijos aun por nacer—de nuevo, tienes razón.

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Semanas más tarde, en el reino humano…

Las fiestas decembrinas siempre fueron las favoritas de Alejandro, aunque con la enfermedad de Marta y todo el lío con Olivia, su espíritu navideño quedó enterrado en el closet de cachivaches junto al árbol de Navidad, pero ahora que su madre estaba saludable, y su pequeño hijo ya no corría peligro, él podía relajarse, planeando la opulenta celebración junto al resto de la gran familia que ahora tenía. Esa tarde, reclutó la ayuda de algunos de los hombres de Khristopher para acomodar todo en la sala principal. Tank y Leon —quienes, para este momento eran sus mejores amigos—le ayudaron moviendo muebles, haciendo espacio para el enorme árbol que había traído del bosque que rodeaba la mansión.

Alex pasó largo rato buscando un espécimen que fuera perfecto, no muy joven, pero tampoco tan viejo, que terminara cayéndose a pedazos, ni soltando agujas por todos lados antes de adornarlo, después tomó su cierra y lo cortó con cuidado… esa era la parte más fácil. Cargar con el pesado árbol fue más complicado, ya que si bien su fuerza aumentó de forma considerable después de su conversión, la cosa verde seguía siendo jodidamente pesada.

—Entonces dime, estás haciendo esto con la autorización de Khris, ¿Verdad? —Tank preguntó, cruzando sus brazos en su amplio pecho.

—Por supuesto —Alejandro asintió, derramando el colorido contenido de una caja en el sillón—afortunadamente, Dee es fanático de las fiestas igual que yo, así que eso fue un incentivo más para decir que si —Alejandro se encogió de hombros—ya sabes como es el jefe con Dee, en especial ahora, que está tan enamorado de su nueva hija.

Aunque en las primeras semanas de la vida de Rowan, Khris estuvo aterrado, Gabe constantemente irritado —cosa que ya no sorprendía a nadie—mientras que Dean se encontraba en el séptimo cielo. Él deseaba tener una niña, después de vivir con Eleanor y teniendo las visitas de Leny casi a diario. Él adoraba a Zach, pero había algo en las niñas que despertaba su instinto más tierno y protector. Alejandro acababa de sacar las diferentes hileras de luces en el sillón, cuando Ellie entró corriendo a la sala, mirando a su alrededor. Alex observó a su hija con curiosidad, mientras la pequeña buscaba detrás de cada mueble. Finalmente, dejó a un lado lo que estaba haciendo, y se acercó a la niña, que tenía un diminuto ceño fruncido en su bonito rostro.

Serendipia (Lazos de Almas 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora