Remember that, Yuta.

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Unas horas atrás...

—M-Me gustas, Tzu, mucho, no encontraba la forma de decirte, ya que no nos conocíamos e iba a ser muy raro si solo llegaba diciéndote mis sentimientos, pero me gustas demasiado, te amo, lo daría todo por ti, y-y, si no sientes lo mismo, lo entenderé pero, no le digas a nadie o seré la burla de este lugar. —Se confesó la japonesa, sintiendo como las lágrimas se acumulaban en sus ojos.

La taiwanesa quedó totalmente impactada. Su corazón latía como loco y un sonrojo apareció en su rostro mientras miraba a la japonesa, quien había agachado la cabeza algo avergonzada.

—Sana, yo... —Sin dudarlo, llevo sus manos a las sonrosadas mejillas de la contraria, haciendo que levantar sus mirada chocando con la suya. —Tengamos una cita, mañana, sábado en la tarde, Sana.

—¿Q-Qué? —Se sorprendió.

—Tengamos una cita, quiero conocerte más, quiero saber de ti y tu pasado, saber el porqué y cómo te convertiste en la persona que eres hoy en día, en la persona que me gusta. —Sana al escuchar las últimas dos palabras, no dudó en lanzarse a los brazos de la morena que estaba en frente suyo...
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—Entonces me llevó a mi salón. Terminó de relatar Minatozaki.

— Wow, eso si fue...interesante. —Respondió Mina luego de procesar todo.

—Dijo que a pesar de que no me conocía bien, le empecé a gustar sin siquiera saber quién era, la hacía sentir especial y desde que chocamos, deseó que fuera yo la chica de las notas, por eso quiere que salgamos y tengamos una cita, para saber más de mí. —Suspiró.

—Dios, ahora la pregunta es...¿qué te pondrás mañana? —Nayeon hizo la pregunta misteriosa que incluso ella misma no se pudo contestar. Sana estaba asustada, no quería ser un desastre en su primera cita con la taiwanesa.

—Sana se ve bien con todo, pero conociéndola se pondrá una falda y una blusa llamativa. —Contestó la otra japonesa. La única coreana presente solo le pegó en la nuca. —¡Nayeon! ¿Qué carajo?

— Nunca me halagas así. —Respondió. Mina rodó los ojos y le dio un beso en la mejilla.

—Deja de quejarte, maldita loca.
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Tzuyu estaba saliendo por fin del recinto institucional. El día había sido agotador pero...intenso. Sana gustaba de ella. Minatozaki Sana gustaba de ella. Ambas se gustaban. Sonrío ante aquel pensamiento, y mañana tendrían su cita.

Mientras iba saliendo, sintió una mano en su hombro. Al darse la vuelta ve a un agitado japonés, junto a otros dos chicos.

—¿Sí? —Preguntó confundida.

—Un gusto, soy Takuya, el otro chico es Yuto, y el que vino a preguntarte algo es Yuta. —Presentó el chico de pelo oscuro. Miro a los otros dos, para luego dejar caer su mirada en el agitado japonés que aún tocaba su hombro.

—Hola. —Dijo con dificultad, temiendo equivocarse en la pronunciación coreana. Tzuyu sonrió levemente.

—Bien, yo preguntaré por él, ya que no habla coreano, la cosa aquí es...¿eres amiga de Minatozaki Sana, no? —Preguntó Takuya. Tzuyu se sonrojó y tragó nerviosa. Yuta miró a Takuya confundido.

—B-Bueno, sí, ósea no...no sé cómo explicarlo.

—Tendrán una cita, ¿verdad? ¿De pareja? —Volvió a preguntar el japonés.

—Nos estamos conociendo, pero sí, es una cita, Sana me gusta. —Dijo firme. Takuya le regaló una dulce sonrisa, cosa que confundió a la taiwanesa.

—Lo supuse, es que a Yuta le gusta también y no sabemos cómo decirle que no hay oportunidad para él.

—Es un poco terco. —Habló esta vez Yuto.

—Solo sean directo. —Dijo la chica.

—Escuchamos a Sana muy emocionada por su cita, él se ilusionó pensando que era porque lo había visto a él. —Río el pelinegro. Tzuyu sintió lastima por el chico de mirada perdida, no entendía de que hablaban, solo recurría a sus amigos para poder comunicarse con los demás. Hasta que Tzuyu recordó una frase que leyó en un manga, y dijo...

—"Todos estamos solos, no hay nadie que vaya a estar ahí para siempre, por eso el hecho de pensar que una persona te pertenece es una estupidez" recuérdalo Yuta. —Habló la taiwanesa en perfecto japonés. Ella no hablaba nada de japonés pero por alguna razón supo recordar aquellas palabras en aquel hermoso idioma. Yuta la miró boquiabierto, sin entender el porqué de sus palabras. Los otros dos chicos se miraron y sonrieron. Ya sabían de dónde sacó aquellas razonables palabras.

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