02

2.3K 179 66
                                    

Mateo

• •

Una vez que llegué a mi habitación, me tiré a la cama y me quedé mirando al techo por unos segundos. No sabía en qué momento mi mundo se destruyó tanto, pero estaba seguro que la culpa no la tenían los que me rodeaban, sino yo por no poner, aunque sea, un límite ínfimo en todo esto.

—Uh, nene. Pensé que no llegabas más.— se quejó mi hermano entrando a la habitación, ni me había percatado que estaba ahí.— Mamá se siente mejor.

—¿Tomó la pastilla a la hora que la tenía que tomar?— pregunté como pude, ya que, después de la discusión larga que tuvimos con Paloma, se me había formado un nudo en la garganta.

—Sí, ahora se fue a la casa de Laura.— informó alegre y yo asentí.— ¿Te pasa algo?

—Nada, enano. Boludeces.— reste importancia revolviendo su pelo, el rió.

—Bueno, me voy a jugar a la play.— se levantó de nuevo y se fue corriendo a su habitación.

Yo dejé mi celular a un costado y seguí mirando al techo, no tenía ganas ni de respirar en este momento. Acomodé mejor mi cuerpo y cerré los ojos, la única intención que tenía ahora era dormir y no despertarme hasta dentro de dos meses, o si podía, más.

• • •

Me senté en uno de los escalones del lugar en donde vi que ya nadie estaba, era yo solo, por suerte. Apoyé mi cabeza en la pared del costado y dejé que el humo del cigarro recorra por mi garganta, había pasado una semana desde que estaba acá adentro y ya no podía más, desde el primer segundo sabia que iba a ser un error si yo me metía en los quilombos con mis amigos, pero todo pasa por algo.

—Epa, pensé que era el único que no se podía dormir.— rió un pibe sentándose al lado mío, por lo que sabía se llamaba Mauro, de ojos claros y con un expansor en la oreja de gran tamaño.— Qué onda, wacho, ¿cuesta estar por acá?

—Es una boludez.— mentí para no dar más pena de la que daba.

—Una boludez decís ahora, pero cuando entraste estabas cagadito, eh.— me codeo y yo reí por lo bajo.— ¿Por qué te metieron en este castillo de princesas?— bromeó.

—Piensan que maté a un amigo, pero yo ni en pedo haría eso.— negué agachando la mirada.— ¿Vos qué onda?

—Un logi' se hizo el piola conmigo y le di alto picanazo.— informó alegre.— Y me encontraron vendiendo el polvo de la felicidad.

—¿Hace mucho estás acá?— continué.

—¿Sabés la cantidad de veces que salí y volví de esta mierda?— hizo montón con la mano.— Dentro de unos días me sacan, y voy a volver a ser feliz con los míos.

—Hermoso reencuentro con la ganga.— afirmé poniéndome la capucha.

—Vos tenés una pinta de meterte cada cosa.— habló después de unos segundos de silencio.

—Un poco, pero solo porro y ya 'ta.— aseguré tirando el cigarro al piso para después pisarlo con la suela de mi zapato.— Hoy es la excepción.

—Si querés te paso data de donde podes conseguir porro del bueno, eh.— propuso y yo lo miré de reojo, él sonrió a medias.— Los nenes tienen que ser felices, vos sos un nene.

—Sería feliz si me das información.

—¿Y cómo sé yo que te vas a quedar calladito, sin decir nada?— interrogó mirándome a los ojos.— Mirá que sos atrevido vos y te conozco hace una semana.

—Si no tengo amigos, ¿a quién le voy a decir?— fruncí el ceño haciendo montón con la mano.

—Y yo qué sé, a tu viejo.— arriesgó pero yo negué.

—No soy garca como otros.— murmure haciendo que el platinado alce las cejas.

—¿Qué onda? ¿Hay beef con otra banda?— consultó en susurro.— Pará, ¿vos no sos el que encontraron a Liniers?

—Mamá, soy famoso.— me emocioné sarcasticamente alzando las manos.— Puro chamuyo eso.

—Entonces vos estuviste con el turro de Dylan, yo lo conozco a ese guarro.— afianzó sacando un pucho de su campera.— Bueno, 'cuchame porque te digo los lugares una sola vez...

• • •

Abrí los ojos rapidamente y miré de nuevo al techo, tratando de recordar las direcciones que me había dado Mauro ese día para poder conseguir nota de flores por mi barrio. Me levanté de mi cama como pude y agarré una campera que estaba tirada en el armario, me la puse rápido y me fui para la puerta principal de mi casa.

Le saqué el seguro a mi bicicleta y toqué mis bolsillos para saber si tenía plata encima, lo cual estaba en lo correcto. Comencé a pedalear con fuerza para así llegaba rápido, yo sabía que esto estaba mal, pero ahora ya me chupaba todo un reverendo huevo, como todo lo que me rodea.

Por suerte quedaba cerca, a unos cinco minutos, pero no tenía muchas ganas de caminar y menos con el frío que hacía a pesar que ya pasó la época de invierno. Una vez que llegué, puse el seguro de nuevo y me bajé de ella, pero mi celular comenzó a sonar.

—¿Hola?— pregunté, ya que el número estaba oculto.

—Mateo, soy yo, Laura.— habló con la voz temblorosa.— ¿Estás en tu casa?

—No, salí a comprar algo, ¿por qué? — informé preocupado.— ¿Pasó algo?

—Necesito que vengas al hospital que está a dos cuadras de tu casa, agarrá el documento de Juliana.— acotó rápido y yo fruncí el ceño.

—¿Qué le pasó a mamá?— interrogue subiendome otra vez a la bicicleta.

—No sé, pero la traje para acá porque no podía respirar y me dio miedo, me están pidiendo el documento en físico.— dijo apenada y yo suspiré.— Quedate tranquilo, ya me dijeron lo que tenía.

—¿Qué tiene?— insistí.

—Algo que se llama EPOC, es muy complicado de explicar ahora, Matu.— aseguró poniéndome nervioso.— Te repito, quedate tranquilo y vení con calma, por favor.

—Voy para allá, en quince minutos estoy.






• • •

bro mateo no sale de una que ya se mete en otra junto firmas para matar a la escritora

pregunta del cap😁

si ustedes pudieran escribir un capítulo de esta novela, de qué se trataría?

shades; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora