Epílogo

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Mateo

Guitarra triste y miel

Que entre tus besos me dejan

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Dos meses después

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—¿Te vas a robar otro?— frunci el ceño al ver a Paloma con un buzo blanco, que era mío. Estaba con el pelo mojado a causa de que recién salió de bañarse y la prenda le cubría parte de los muslos.

—No es mi culpa que tus buzos me enamoren.— justificó tratando de defenderse y se sentó al lado mío.— Me quemé un poquito los hombros y me arden.

—Yo te dije que te ibas a quemar, Pachu.— argumente y ella me miró mal.— Yo no me quemé.

—Y no, boludo. Vos sos medio morenito y mucho el sol no te va a pegar.— dio a entender.

La castaña apoyó su cabeza sobre mi hombro y yo apoyé la mía sobre la de ella, sus pies se apoyaron sobre la mesa que teníamos en frente. Con los pibes y Paloma habíamos decidido en venir a Pinamar durante unas semanas, obviamente que le pedimos permiso a nuestros viejos y después de cuarenta millones de súplicas, accedieron.

Mis amigos se habían ido a comprar birra para tomar, eran como las siete de la tarde y con la castaña estábamos viendo el atardecer en el balcón, el sol se reflejaba en el mar de la playa que estaba justo en frente de donde alquilamos, vinimos con la suerte que este lugar no es muy conocido hoy en día, así que no se veía a mucha gente por donde estábamos nosotros.

—¿Hablaste con el chabon?— preguntó en susurro, se refería al productor.

—Algo, tampoco arreglamos tanto.— informé y ella asintió para después entrelazar mi mano con la suya.— Lo que pasa es que está con unos artistas grosos y después estoy yo.

—Yo ya soy tu fan, aparte escuché tu primer tema.— acotó haciéndome reír.— Tengo altas ganas de que saques algo.

—Epa, estás más emocionada que yo.— mordí mi labio inferior reprimiendo una sonrisa.— ¿A la noche querés ir a caminar por la playa conmigo?— cambié de tema y ella asintió.

—Si no me duermo antes.— suspiró y yo rodé los ojos.— Estoy cansada porque estuve media hora tratando de salir del empujón que me pegaste en el agua.

—Pero vos me aplastaste el castillito que me costó hacer en la arena.— contraataque con bronca.

—Pero eso no me di cuenta, Valentín me dijo que era de Daniel, y Daniel me llenó de arena.— se defendió.

—No es excusa, destruiste mi castillo.— negué con la cabeza rompiendo la tensión del momento, ella me miró con ternura.— ¿Qué?

—Sos muy chiquito...

—Paloma, en todo el día no me lo dijiste y justo ahora te acordás.— interrumpí y la castaña rió.— No soy chiquito.

—Hasta que no lo aceptes te voy a seguir diciendo que sos chiquito.— dejó un beso en mi mejilla y suspiré.

—Tengo casi dieciocho años, Pachu. Creo que ya no me va el chiquito.— alcé los hombros pero ella se quedó callada.

—Igual sos chiquito.— finalizó la charla poniendo su mano libre adentro del buzo.

shades; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora