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Mateo

Perdón si te incomodan mis sentimientos

No los puedo ya guardar adentro, son tantos que siento que reviento

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—¡Saltá, tarado!— le ordené al ojiazul que estaba trepado a la pared que separaba la calle del cementerio. Con Daniel ya habíamos pasado para el lado de afuera, pero el otro boludo se quedo jugando arriba

—¿Seguros que no está el guardia?— preguntó por segunda vez y los dos asentimos.

—Nos van a ver, pelotudo. Bajá.— apresuró Daniel y el castaño pegó un salto desde arriba de todo.

—Me dolió.— susurró agarrando su tobillo, yo mordí mi labio inferior a la vez que negaba.

—Pero no te dolió cuando te la puse ayer.— bromeó el rubio y Valentín le guiño.

—Bueno, de repente me puse medio incómodo.— informé y los tres reímos.— Che, ¿y ustedes saben quién fue a dejarle tantas flores a Manuel?— pregunté preocupado y negaron.

—El loro no tenía casi amigos, si era re tímido, pero ni idea de quien pudo haber sido.— alzó los hombros Valentín echando un suspiro.— Qué hijo de puta, lo extraño.

—Es re loco, pasaron tres meses.— habló Daniel con una risa de por medio.

—Demasiado loco.— mordí mi labio inferior.

—Basta que nos vamos a poner re trolos y esa no es la idea.— frenó la charla el ojiazul y yo reí.— ¿Estás nervioso, turro?— cambió de tema.

—¿Eh?— hice montón con la mano.

—Digo, dentro de una hora es el cumple de Pachu.— recordó.

—Sí, ¿y por qué debería estarlo?

—¿Qué le vas a regalar, virgo?— dio a entender y yo bufé.

—Eso es secreto.— advertí e hice seña de cerra mi boca.

—Pobre mina, el boludo que se tiene que bancar.— le susurró el rubio a Valentín y este se echó una carcajada.— Mentira, campeón. Te loveo.— retiró lo dicho cuando se dio cuenta que lo miré mal.

—¿Por qué es secreto?— frunció el ceño el castaño.— No... no me digas, ¡la vas a llevar a un telo!— se emocionó.— Por fin, flaco. Yo ya fui a varios, te recomiendo...

—¡No, imbécil de mierda!— interrumpí cansado y Daniel comenzó a estallarse de risa.— ¿Cómo la voy a llevar a un telo?

—¿No?— se desanimó.

—Cerrá un poco el tuje, rey.— murmuró el rubio.— ¿Y por qué es secreto?

—Porque es algo entre ella y yo, metidos.— aclaré y ambos me miraron mal.

—Ya sé, van a hacer el sin respeto.— trató de adivinar Valentín sacando un porro de su bolsillo.— Todavía no lo hicieron, ¿no?— interrogó mechando la sustancia.

—¿Qué les pasa hoy que de la nada están tan interesados en lo que hago o no con Paloma?

—No, no lo hicieron.— contestó por mí Daniel mirando al castaño.— Igual, falta menos de una hora y vos seguís acá.

—¿Cómo que menos de una hora?— frunci el ceño sacando mi celular.

—Son las once y diez, corazón.— informó y yo abrí los ojos de par en par, me di cuenta que de acá hasta Almagro era media hora de viaje.

shades; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora