perversión y pesares

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Sus latidos... eran sus latidos los que me volvieron al mundo,  estaba bajo el peor de los encantos,  sus suaves manos pasando por mi cuerpo dejando una delicada marca rojiza,  sus labios carnosos siendo el elixir magistral de mi perdición, mordía tan fuerte que podia sentir como el sabor a sangre de mi boca lograba mezclar con la dulzura de un lápiz labial mate sabor frambuesa.

Era una mujer imponiendo todo su ser sobre mi cuerpo sucumbiendo ante la lujuria y correspondiente seducción, no podía mas, no era posible,  yo no era así... ella me esta humillando y yo lo permito. 

-he...helena.. (intente quitar sus manos aunque ya estaban en mi entrepiernas rozando completamente todo a su paso) helena sueltame, por favor.- no me escuchaba.

Se detuvo un momento para mirarme, entregada a ella, sus ojos deseando mas y pasando sobre mi sus largos y hermosos dedos, era como un trofeo para ella, una mujer que apenas conocía, hermosa no lo podía negar, se volvía dueña de mi y por mas que quería entregarme completamente no podia, tenia que detenerla.

-helena sueltame he dicho!.- la empuje con la poca fuerza que tenia en ese momento, sabía que si helena quisiera seguiría sobre mi sin embargo se quitó sin poner resistencia alguna.

-lo que quieras querida...- giró su cuerpo y comenzó a arreglar su ropa sin ningún problema, dejándome peor que nunca,  en el fondo sabía que la deseaba, pero no podía entenderla a ella.

Repetí la acción y comencé a arreglarme tambien, estaba avergonzada de que esto terminara así, estaba avergonzada de mi actitud y hasta me sentía culpable.

-nos vemos mañana entonces.- tomo sus cosas y se precipitó a la puerta.

-helena yo... lo siento-. Ella no me miró,  solo salió del salon dejándome completamente a la deriva.

Estaba enojada, molesta con helena, conmigo,  con isabel y con todo el mundo, siempre tenía el control de todo y ahora no entendía nada ni a nadie, todos eran unos completos extraños,  quise correr y perderme,  volverme suicida como Elisabeth y olvidar a toda las putas de mi maldito mundo, tome unos cigarros y me escondí en algún lugar del internado para fumar sin que unas estúpidas monjas me regañaran por eso.

Pasaron dos horas donde solo me mantuve escondida bajo la música, el humo de 2 cajetillas totalmente vacías y una lista de reproducción depresiva especial para el momento. 

-si isabel estuviera conmigo quizás con ella pasaría estas penas- me repetía a mi misma con angustia,  fue peor pensar en isabel y su extraña desaparición.

Al poco rato sentí una presencia cerca de mi, me repuse y fui a ver quien compartía mi soledad sin notarlo, era anna.

Siempre me di cuenta que ella aparece cuando menos lo necesito,  pero sin duda ahora lo necesitaba, se encontraba distraída escribiendo en lo que sería una especie de diario, no tuve mas remedio, mi desesperación era tal que fui a hablar con ella.

-oh emilie... - cerró su diario inmediatamente apenas me vio. -no pensé encontrarte en este lugar, ¿te encuentras bien?-

-no te preocupes de mi, preocúpate por ti...- quizás mis sentidos no estaban en lo correcto pero no fue mejor remedio,  la tome de los brazos y la llevé conmigo, no me gustaba darle explicaciones a esta chica,  sabía que no haría falta... menos me gustaba escucharla, pero eso tampoco me importa ahora.

-emilie, te extrañé...- ingenua.

pasión de malditas (tema lesbico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora