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– ¿Te gusta? – le pregunté con voz ronca debido a la excitación.

– Me... encanta – respondió con dificultad.

– ¿Quieres más? – inquirí sobre sus labios, mirándola.

– Sí... mucho más... un poco más rápido.

– ¿Así? – cuestioné acelerando mis movimientos.

– Sí... así... Aron.

– Oh Madison... eres exquisita.

– Tú me vuelves loca... te amo.

– Y yo te amo a ti.


Aceleré aún más las embestidas, entrando y saliendo de ella de tal manera que se escuchaba el chocar de nuestros cuerpos que ya estaban cubiertos de sudor. Hice unos cuantos movimientos más y descargué en su interior, inundándola por completo mientras ella gemía delicioso, indicándome que también había llegado al mismo tiempo que yo. Después de unos segundos, bajé de ella y me acosté a su lado, pegándome a su cuerpo, con nuestras piernas entrelazadas hasta que nos quedamos dormidos.

A la mañana siguiente desperté y ella aún dormía, me acomodé para mirarla, definitivamente era un ángel reflejando paz y tranquilidad, con su labios color carmesí y no pude evitar sonreír al reconocer que ese ángel era sólo mío y que yo era de ella, sin ninguna duda, ambos nos pertenecíamos, nos completábamos y nos amábamos.


– Buenos días corazón – dije cuando despertó y le di un pequeño beso.


– Buenos días mi amor.


– Me encanta como suena eso.


Sí, me encantaba que me dijera así, saber que yo era su amor, ella era mi corazón, el motor de mi vida. Me fascinó que sugiriera que nos bañáramos juntos y lo hicimos de una manera sublime, con cada gesto, mi amor por ella se intensificaba. Después de vestirnos y peinarnos bajamos al comedor, donde ya se encontraba toda la familia. No podían faltar los clásicos comentarios de Thomas y hasta le dio lata a Angie, que me encantó su amenaza de subir un video de él a la red para que vieran como consentía a su esposa, ni quien se lo imaginara con lo rudo que es en el campo de futbol. Al terminar, le mostré a Madison el resto de la casa, le indiqué de quien era cada recámara y luego entramos la biblioteca, la cual tenía varios cuadros pintados por mi madre.


– Qué hermoso pinta tu mami – exclamó mirándolos maravillada.

– ¿Y tú como sabes que los pintó mi mamá? – pregunté sorprendido.

– Porque aquí dice – respondió señalando la ininteligible firma.

– Eres muy mala mintiendo, ¿lo sabías? – dije abrazándola por detrás.

– Bueno, yo también sé algunas cosas tuyas, señor vicepresidente de la fundación Piper.

– Con que me googleaste, ¿eh?, ¿cuándo? – cuestioné dándole un beso en el cuello.

– Cuando supe tu nombre y quedaron rotas las reglas, necesitaba saber más de ti.


Así que ella estaba igual que yo, también quería saber todo sobre mí, claro que había usado métodos más tradicionales, la verdad a mí no se me había ocurrido que podría conseguir información de ella en esa página. Ambos estábamos locos el uno por el otro y lo ignorábamos, los dos teníamos nuestros propios miedos y demonios, quizá nos pudimos ahorrar tantas cosas de haber sido sinceros desde un principio, pero, ¿cómo podíamos serlo con las reglas de por medio? Me agradó tanto saber eso, me sentí menos psicópata, tal vez algún día le contaría que la había mandado investigar, sólo esperaba que me comprendiera.

Cuando salimos de ahí nos topamos con Maggie, que se hizo la disimulada y no nos saludó, Madison fue a la habitación de Angie para que la arreglaran y yo me dirigí a la terraza, ahí estaba mi padre, Thomas y mis tíos, así que me puse a platicar con ellos, les conté que ya tenía novia y me felicitaron. Después entramos a la sala, donde se encontraba Maggie que no tardó en acercárseme.

¿𝐞𝐬𝐭𝐚́𝐬 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞? : 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚𝐬 𝐫𝐞𝐠𝐥𝐚𝐬 [𝗮𝗽]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora